La necesaria inutilidad del arte
Fernando Gómez de la Cuesta
Para que sea posible una obra absurda es preciso que el pensamiento esté mezclado en ella en su forma más lúcida.
Albert Camus - El mito de Sísifo
Somos una especie extraña, compleja, llena de cualidades increíbles, contradicciones evidentes y perversiones repugnantes, tan desarrollada como degradada, tan noble como deshonesta. Unos individuos dignos de la admiración más elevada pero también merecedores de la mayor de las repulsiones, de aquella que nos dirige hacia la náusea y el espanto. Somos seres extraordinarios y corruptos, capaces de lo mejor y de lo peor.
Una de esas cualidades peculiares que comparece en medio del camino, en tierra de nadie, sin que sepamos exactamente hacia dónde la debemos decantar, es nuestra sorprendente necesidad de lo innecesario, de lo intrascendente, de lo superfluo, nuestro gusto por lo incoherente, por lo irracional, por lo inútil, nuestra tendencia a no-hacer, nuestra predisposición a esa inacción voluntaria, a veces impuesta, que en ocasiones nos lleva hacia el desánimo y la depresión, pero que en otras nos encamina hacia la felicidad, nos habilita a crecer y a crear. Así somos, seres tan absurdos como lógicos.
Los artistas son parte de esos individuos empeñados en aprovechar este no-hacer para pensar, reflexionar y concebir. Unos creadores obcecados en tomarse muy en serio ese absurdo tan necesario, concentrados en materializar y desmaterializar aquellas ideas que nos permiten asimilar lo incomprensible, sentir lo inefable. Unos tipos comprometidos con la (re)presentación de aquellos conceptos que nos hacen más humanos, que evitan nuestra inhumanidad, que nos muestran y demuestran que el arte pertenece a la esencia que nos define, que es algo innato, consustancial e incontenible, que nunca desaparece, que suceda lo que suceda siempre vuelve a brotar.
Arturo Comas (Sevilla, 1982) lleva tiempo recorriendo una de las vías más sutiles de la creación actual, subjetiva y metafórica, exquisita e inquietante, apelando a ese camino que conecta lo absurdo con lo onírico, lo insulso con la maravilla, lo usual y lo reconocible con lo singular y lo extraordinario. Para el espectador poco atento pudiera parecer que las obras de Comas son juegos formales sofisticados y bellos, ideas plenas de ingenio, pero sus trabajos son mucho más que eso, son unas piezas que reivindican la labor del artista de la manera más hermosa: con ética y con estética, con poesía y con prosa, con fina ironía y sentido del humor.
Para nada, el proyecto que ahora presenta en la Galería T20 de Murcia, es un conjunto de propuestas en las que el creador juega con elementos cotidianos para subvertir sus significados, sus usos comunes, sus formas y disposiciones más habituales. Como dice el propio Comas: “todos los objetos han sido seleccionados por lo que son y no por la función que suelen cumplir o por aquello para lo que fueron diseñados”. El resultado es una serie de esculturas expandidas, instalaciones adaptadas y fotografías aparentemente verosímiles -y profundamente desconcertantes- que nos hablan del lenguaje y de sus posibilidades, de la (in)utilidad, de la posibilidad y de la imposibilidad.
El paso del tiempo, la contemplación, la procrastinación y el juego como recursos creativos necesarios, los hallazgos formales y estéticos que provocan descubrimientos, las ideas y los conceptos que son desarrollados en este proyecto, van generando soluciones para problemas que no existen, buscando la perfección de lo imperfecto, obteniendo belleza en el remiendo y en el apaño, dando vueltas alrededor del error y de lo inesperado, porque no hay nada más inquietante que la alteración incomprensible de lo cotidiano. Una exposición que, en cierta manera, deja en evidencia la útil inutilidad del arte, una propuesta que nos explica por qué realizar algo sin uso ni función es dar forma a lo que nos define: hacer algo Para nada es hacer algo para ser.
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