Evarist Torres - "Incertesa (de les runes infinites)" - TACA - Palma

(c) Marcos Iso

Las ruinas infinitas*

 

Fernando Gómez de la Cuesta

 


Tan solo mantengo un leve recuerdo de aquella historia que leí hace tiempo, no sé exactamente dónde, ni siquiera cuándo. Era un texto que hablaba sobre un lugar que no existe, un país que solo he podido encontrar en las páginas de ese libro olvidado. Apenas me viene a la memoria la imagen trepidada de los despojos de una arquitectura, un espacio en decadencia reproducido en las hojas de aquella publicación marginada, multiplicado como si se tratara de un laberinto sin fin de senderos que se bifurcan. En esas ruinas circulares se encuentran -porque quizás todavía estén allí- un hombre y una mujer. No tengo una idea precisa de quiénes son, tampoco sé muy bien lo que quieren, tal vez más adelante demos con alguna respuesta. Lo que sí recuerdo es el afán de esos seres por recorrer aquellos espacios, sus ganas de elaborar una cartografía de ese territorio ficticio que, ahora, puede parecernos algo más real. 

 

Al mirar con atención entiendo que aquellos sujetos deseantes buscan entre los escombros imágenes geolocalizadas de sitios inexistentes, unas fotografías que no poseen la pretensión de narrar, sino que se encargan de reivindicar su propia independencia, unas imágenes que, más que contar, son. Pero empecemos por el principio, bueno, no exactamente por el principio, más bien por el lugar que nos conviene. Comencemos por ese momento en el que la fotografía lucha por la emancipación de la pintura o por su asesinato. Como es evidente que la pintura no ha muerto -nunca lo hará- la fotografía no es una asesina o, al menos, no es una asesina eficaz. En realidad, la fotografía y algunos de los que la utilizan, siguen trabajando para alcanzar una autonomía que rompa con determinadas dependencias, con unas convenciones que la llevan limitando desde hace tiempo, desde su origen, aunque es cierto que cada vez menos. 

 

Primero llegó la postfotografía. Luego esa ultrafotografía que apela a la esencia de aquello que la define, a sus valores intrínsecos, a la luz, a la forma, a la composición, al color o a su ausencia, a los dispositivos ópticos, a las lentes, a la fotosensibilidad, a lo telescópico y a lo microscópico, a enseñarnos todo aquello que se refiere a una nueva visualidad, a unas nuevas imágenes que surgen de unas nuevas maneras de ver, de pensar, de creer y de crear. Aquel hombre y aquella mujer continúan recogiendo muestras. Con la paciencia del científico y el talento intuitivo del artista van dando forma a un atlas introvertido, más intenso que extenso, más reiterativo que heterogéneo. Una manera crítica de plantear aquellos conceptos que se mueven en el terreno de la incertidumbre, de exponer aquellas ideas que nos hacen dudar: la producción y la reproducción, el original y la copia, el aura de la obra de arte y su insolente repetición hasta la nausea. 

 

Ese hombre y esa mujer siguen caminando sobre su propio dilema en medio de aquellas ruinas infinitas. En sus muros devastados, como si fuera una nueva piel, comparecen imágenes de otras ruinas, de otros lugares que alguien contempló en algún otro momento, unas arquitecturas derruidas que fueron captadas, reproducidas, trasladadas y expuestas por personas que no conocemos. Un bucle sin fin, una eterna cinta de Moebius, que explica como, ahora mismo, nuestros protagonistas -y esas ruinas- también están siendo observados desde el cielo, desde ese Aleph digital que nos obliga a mirar desde arriba y hacia abajo en una perspectiva impuesta por los tiempos, forzada por esa omnipotencia tecnológica que nos sobrepasa, por esa vigilancia asfixiante que nos ofusca, por esa desmesura visual que nos aliena. Quizás en el futuro nadie recuerde nada, quizás todas estas imágenes terminen siendo el pasto de las llamas, quizás, aquel hombre y aquella mujer, deban comenzar de nuevo.


*Texto publicado en: Evarist Torres, "Incertesa (de les runes infinitas)", Impàs edicions, Palma, octubre, 2021. 

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