Adrián García - "Escenas domésticas" - S'Escorxador - Marratxí


La montaña mágica *

 

Fernando Gómez de la Cuesta

 

La naturaleza no puede traducirse en conocimiento, como tampoco la vida, en último término, puede explorarse a sí misma.

 

Thomas Mann

 

Hace algún tiempo que Adrián García se trasladó a una antigua casa en medio del campo, un espacio con pocas comodidades que se hallaba a las afueras de un pequeño pueblo. Durante los años que vivió en aquel hogar -donde también fijó su estudio- su propia relación con la naturaleza que le rodeaba fue variando. De inicio, nuestro artista, estableció límites, antepuso barreras, levantó cautelas y mantuvo prejuicios en esa dialéctica habitual que empleamos con el entorno todos aquellos que padecemos de ciudad, de vorágine y de desbordamiento. El hábitat natural donde se encontraba, con el paso de los meses, fue ocupando sutilmente aquellos espacios de convivencia, físicos y emocionales, que García se esforzaba por (re)construir: lo que comenzó siendo una presencia incómoda, terminó convirtiéndose en una simbiosis poderosa. 

 

Desde este punto de partida simple, transparente, que se refiere al poder transformador de la naturaleza y a cómo, por su mera proximidad, armoniza y equilibra todo aquello que contiene, es desde donde surgieron estas Escenas domésticas que, a la manera de bellos dispositivos pictóricos, recuerdan y estimulan nuestra necesaria relación con el ecosistema. Dice el propio García que su voluntad es “realizar rotundas manifestaciones de naturaleza, espectaculares montañas, que aun siendo miniaturas, mantendrían su potencia”. Unas obras que concentran la estética de la desmesura y de lo sublime, también de lo mágico, de lo sanador, de lo íntimo y de lo bello, pero no sólo eso. 

 

A la vez que el artista desarrolla estas piezas, empezó a producir unas pequeñas esculturas, unas montañas-casa, donde la naturaleza se fundía con la arquitectura, planteando una conexión de inquietante belleza entre lo natural y lo construido, entre el medio y quienes lo habitan, entre los protectores y los protegidos. Es cierto que las ideas de Adrián García no tienen nada que ver con ese proselitismo ecológico que lleva tiempo de moda, en realidad, las búsquedas del artista tienen más relación con el silencio, con esa escucha activa que genera un movimiento constante desde dentro y hacia fuera, que con un ecologismo superficial y mal entendido. Unos paisajes interiores, de introspección, que convierten la obra de García, no en un mero alegato medioambiental, sino en una extraña sucesión de autorretratos muy poco convencionales.

 

Para quien examine de forma epidérmica estas Escenas domésticas, puede resultarle extraño que hablemos de autorretrato. Sin embargo, un análisis atento y sensible de la producción de García, nos hace darnos cuenta que, seguramente, gran parte de sus derivas han estado ubicadas en esas zonas que giran alrededor de este género clásico que el artista, sin ser del todo consciente, lleva años revisando. Es evidente que en sus piezas, salvo alguna curiosa excepción, no hay una vinculación formal con las auto-representaciones al uso, pero sí que se establece una profunda relación intelectual que el creador percibió no hace demasiado tiempo: “cuando hablo de autorretratos no me refiero a que cada obra tenga una parte del artista en ella, sino que son piezas cuyo cometido específico es retratarme”. Atendiendo a este nuevo criterio, García, cuestiona todos sus proyectos anteriores, llegando a la conclusión de que lleva toda la vida autorretratándose: “Escenas domésticas es un proyecto de autorretratos, como lo es, desde 1993, casi toda mi creación. Mientras uno tiene un guion mental de por donde va su obra, ella tiene una vida paralela que consiste en repetirte el mismo mensaje. Esto produce un vértigo conmovedor”.

 

Autorretrato alado es la pieza que sirve de imagen a la presente exposición. Al margen de lo explícito de su título, esta escultura esconde otras claves importantes que nos pueden servir para establecer las coordenadas desde las que se desarrolla la obra de Adrián García. No sólo en ella, sino en todo el proyecto, hay una voluntad de recuperar la mirada para enfocarla sobre aquello que realmente somos: la única manera de vernos, de reconocernos, de superarnos y de crecer, es desde la calma, desde el tiempo, desde la auto-escucha y desde un silencio que nos ayude a vencer esa jaula mental que nos encierra con barrotes de precariedad y de miedo. Dentro de nosotros, de nuestro cuerpo, existe una esencia, nuestro verdadero ser, que es capaz de solucionar los problemas cuando consigue superar esas emociones tan densas que nos angustian y que nos acomplejan. Esta es la heroicidad y la autoconciencia humana que nos permite seguir viviendo.

 

Siempre hay una causa sutil, espiritual, metafísica, que precede al acontecimiento físico, seguramente aquí también la hay. Quizás sea la lectura estimulante del Tao Te Ching una de las cuestiones que inspiran los actos creativos de Adrián García y que sitúan al artista en medio de la naturaleza como una forma de aproximarse a ese necesario silencio íntimo, quizás sea su inclinación por sintetizar el pasado y el futuro, o su dificultad por decantarse por un tipo de tendencia, de línea de investigación, o ese interés que manifiesta por cualquier cosa: la Beat Generation, las ruinas romanas, los yacimientos arqueológicos, los proyectos aeroespaciales, la robótica, los videojuegos, la ciencia-ficción, el cine, el progreso, el minimalismo o, por supuesto, el cómic como una mitología contemporánea que encarna los valores eternos y los vicios más longevos. Quizás sea todo eso o quizás sean otras cosas, aunque muchas de ellas no tengan un correlato claro con su obra.   

 

Uno de esos temas recurrentes en su creación es el doble filo de la tecnología. Adrián García se fija más en sus peligros que en sus beneficios, mientras deja en evidencia que la única manera de que el ser humano pueda sobrevivir a la desmesura y a la estabulación globalizada es desarrollar su propio espíritu. Una situación compleja que nos sume en la distopía que estamos viviendo, un momento histórico cuya propia dificultad lo convierte en apasionante, un contexto enigmático, subyugante, que encuentra su representación en estas Escenas domésticas donde el ambiente de película sofisticada y los anuncios publicitarios inquietantes de films como Blade Runner, se mezclan con los paisajes del Far West americano y la representación inconmensurable de las montañas en la pintura tradicional japonesa. Una maravillosa historia, llena de imágenes siniestras y bellas, que se convierten en el escenario perfecto para que surja el héroe que todos llevamos dentro.  


*Texto para el catálogo de la exposición de Adrián García, "Estado de sitio", S'Escorxador de Marratxí, abril de 2021.






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