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La increíble
historia del doctor Ambrosio Betancor Perdomo
(extractos de
su diario de campo)*
Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y
vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esta trama de
tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran,
abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en
algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos.
“El jardín de senderos que
se bifurcan” - Jorge Luis Borges.
El doctor Ambrosio Betancor
Perdomo (Guatiza, Teguise, Lanzarote, 1884 – 1968) fue un intelectual, un
poeta, un científico, un loco, un humanista, un apasionado, un cuerdo, un
sabio, un amante, un adelantado a su época, una mirada premonitora, un
descubridor de realidades, un creador de falacias bellas, de verdades
arqueológicas, un escritor de la historia, un inventor de certezas, un
constructor de objetos, un hallador de tesoros, un coleccionista de restos. Un
alter ego y un heterónimo. No sabemos tanto de su vida como quisiéramos, pero
aquí está su legado, su colección y algunos textos de su cuaderno de trabajo,
que no es poco. Ambrosio Betancor Perdomo recogió la memoria de un pueblo
prehistórico a partir de sus vestigios y de sus fragmentos, un ejercicio de
hallazgo, de recolección, de imaginación, de construcción y de falsificación,
un trabajo concienzudo para que el mito, la magia y la leyenda sean los que
dicten la historia de una cultura tan real como imaginada, de una sociedad
venidera que vivió en el pasado, en una era (pretérita) en la que el turismo de
masas (presente) transformó la manera (futura) de relacionamos, nosotros con
nosotros mismos, nosotros con los otros, nosotros con la naturaleza, con los
lugares y con los espacios.
Más de quinientos objetos que van
desde la estatuaria a elementos cotidianos, vasijas y herramientas, ídolos
mágicos, fetiches, tótems, abalorios, huesos de animales y restos humanos
aparecen dispuestos gracias a esta propuesta de reconstrucción, conservación y
exposición con la estructura de un gabinete de curiosidades, de un ordenado
todo a cien, de un proto-museo de antropología, de una tienda de chinos, de una
colección de exvotos contextualizada en el mundo actual, global y globalizado,
convirtiendo esta cámara de las maravillas en una máquina del tiempo que
proyecta al visitante hacia un lugar imaginario, lleno de pasados, de presentes
y de futuros, mientras considera al espectador de esta colección delirante como
un viajero culto o como un turista sin el conocimiento adecuado, un patrimonio
visual y material que hace saltar las fricciones que se producen entre realidad
y ficción en un sistema de memoria y de comunicación que empieza a producir
fallos, alteraciones en una narrativa tan histórica como incierta. Es en ese
terreno de quiebra de la explicación científica donde más fértil se hace la
imaginación, por donde se cuela el fraude fascinante, la inventiva genial, las
imprecisiones exquisitas, por donde penetra este proyecto mágico, científico, y
todas y cada una de sus derivas.
8 de junio de 1966
Siempre me atrajeron esos hombres
y mujeres que se mueven en los puntos de inflexión de la historia, en esos
contextos de cambio de paradigma donde comparecen diferentes sensibilidades,
emociones y conocimientos, aquellos seres extraordinarios que infiltran sus
ideas en los intersticios que dejan los pensamientos mayoritarios para
modificarlos sutilmente desde su núcleo, pero también para hacer palanca o para
introducir el material explosivo que puede detonar cualquier doctrina, incluso
las más férreas y castrantes. Por eso hace tiempo que me interesa la figura del
doctor Gregorio Chil y Naranjo (Telde, Gran Canaria, 1831 - Las Palmas, Gran
Canaria, 1901) uno de esos personajes finiseculares en los que confluye la
subjetividad romántica con la intención objetiva del saber científico. Don
Gregorio fue médico y antropólogo, un pionero de la arqueología prehistórica en
Canarias, fundador del Museo Canario y primer director de la institución. Un
adelantado a su época que acudía a convenciones científicas en París y se
carteaba con los estudiosos europeos más prestigiosos. Chil y Naranjo tuvo problemas
con la Iglesia, en concreto con el Obispo de Gran Canaria, porque no se le
ocurrió otra cosa que traducir y comentar “El origen de las especies” de Charles
Darwin, tremendo pecado. Su impresor se vio obligado a dejar de trabajar con él
por las presiones eclesiásticas, pero Don Gregorio, lejos de amedrentarse, decidió
fundar su propia imprenta.
Esa es la actitud que, con mis
propias limitaciones y capacidades, he querido mantener en mi investigación y
en mi vida, una mente siempre abierta y predispuesta, innovadora, fuerte, determinada
cuando sea necesario, una resilencia que me permita buscar y encontrar
soluciones ante los problemas que se vayan presentando, alternativas que se
basen en la creatividad, en la experiencia, en el conocimiento, en el estudio y
en el análisis, en la ciencia, en la invención y en la magia, en todo aquello
que se puede explicar y en lo que nos parece absolutamente inexplicable. Cuando
comencé mi colección, decidí construir una pieza inicial que fuera de carácter libre,
múltiple y expansivo, que me acompañara toda mi vida, la titulé “La mesa del
relojero” en alusión evidente a la labor taxonómica que estaba emprendiendo y
al concepto de tiempo(s) simultáneo(s) con el que estaba trabajando. En ella
quería recoger una clasificación que comprendiera todo el acervo icónico que
iba encontrando en mis excavaciones, pero también en mis itinerarios por la
costa de la isla y, sin duda, en mi imaginación, una mesa que fuera creciendo
junto a mi y mi investigación. Pensaba (y pienso) que es necesaria esta
singular enciclopedia visual, este catálogo de objetos e imágenes, para que
quien se acerque a la obra pueda comprender este peculiar tiempo diverso
construido en paralelos, secantes y tangentes, esta cultura por acumulación,
inspiración, transpiración e invención a la que poco a poco he ido dando forma,
una suerte de “otro museo canario” con unas maneras parecidas de presentación y
exposición, pero con contenidos alternativos y completamente desinstitucionalizados.
8 de julio de 1966
Una de mis principales
motivaciones para emprender esta investigación que está durando toda una vida
es estudiar, conocer y difundir el contexto y la cultura que me vio nacer, allí
donde he estado y allí donde he sido. Parto de una perspectiva enraizada en lo
local pero con la mirada puesta en lo global, en esos cambios, en esa incontenible
deriva de la historia en la que todos los seres humanos estamos inmersos. Mi
trabajo tiene su inicio en lo científico, en lo antropológico, en lo
arqueológico y, desde esa posición, he ido incorporando lo creativo y lo mágico
para completar otras narraciones que subyacen pero que no han dejado restos,
que quizás ni siquiera existieron. He querido activar el imaginario colectivo
canario mientras mantenía la puerta abierta a cualquiera que quisiera acercarse
a ese conocimiento.
Por desgracia no ha llegado hasta nosotros ninguno de esos romances que
nos habría dado idea de su origen, de sus costumbres y de su pasado: la falta
es ésta, que si como historiador no puedo perdonar, tampoco me es posible
remediar, cuando hoy sólo contamos con noticias vagas, contradicciones
incompletas o desfiguradas, con despojos raros que dentro de unos años habrán
desaparecido, quedando borrada para siempre la huella de un pueblo que pasó por
este suelo y moró en él por muchos siglos.
“Los guanches” - Gregorio
Chil y Naranjo.
Mi lucha tiene que ver con
conservar, reconstruir, reforzar, ampliar, inventar, crear y difundir nuestro
saber y todos sus relatos. Trato de señalar un territorio y una cultura desde
mi alcance personal, desde mi perímetro vital y desde mi propia experiencia,
marcando unos hitos físicos, pero también conceptuales y emocionales. El
espacio no es uno cualquiera, el ámbito es la isla, un contexto finito de
contenido infinito, un lugar donde la magia y el conocimiento adquieren
dimensiones humanas y proporciones sobrehumanas que nos desbordan y que nos sobrecogen
tanto como nos estimulan y nos emocionan. La idea de definir un territorio complejo
a partir de los lugares, de los restos y de los objetos, tiene como finalidad
contener los caminos que voy recorriendo con la voluntad que posee el
descubridor pionero, el aventurero incansable y el científico premonitorio, transitando
nuevas rutas de experiencia para compartirlas luego. En realidad, nada vuelve a
ser igual que como lo fue hace apenas un momento, todo muta a cada instante,
aunque nosotros nos empeñemos en fijar nuestros recuerdos.
En los mismos ríos entramos y no entramos, [pues] somos y no somos [los mismos].
“Sobre la naturaleza” –
Heráclito.
Parto de esa base cuando
desarrollo la serie que he titulado “Fósil”, algo que por propia definición
queda petrificado, más o menos inamovible desde que se produce este proceso de
consolidación y endurecimiento. Sin embargo mis fósiles no son tan estables, en
realidad son cambiantes, dinámicos, vivos, variables por accesión,
superposición y conexión. Quizás estén más cerca del sedimento mutante por
acumulación de elementos, culturas, emociones y sentimientos, que del estatismo
paleontológico y arqueológico. Unas piezas que, en sí mismas, resumen
diferentes civilizaciones, diferentes tiempos sucesivos, convergentes o
paralelos.
22 de diciembre de 1966
Me interesa situar esta colección de objetos que voy encontrando
y construyendo en el contexto general de este mundo cada vez más globalizado, mi
intención es activar, desde el presente, tanto aquel pretérito que pasó, como
el futuro de este pueblo que es el mío. Estamos viviendo un nuevo cambio de
paradigma, algo que tiene que ver con la democratización y el crecimiento
exponencial de muchos aspectos de la vida, uno de ellos es lo que se ha dado en
llamar turismo, una actividad a la que cada vez accede más gente y que, en esta
década de los 60, empieza a alcanzar unas proporciones descomunales gracias a
cierta estabilidad social que permite el desarrollo del ocio en el mundo
occidental. Ahora no es la burguesía sino la recuperación de la clase media en
los países que han salido de un periodo de guerras la que muestra interés por
viajar, los ciudadanos con una mayor calidad de vida y con las necesidades
básicas mejor cubiertas, pueden pensar en disfrutar de unos días apartados de
la rutina y del ambiente habitual. Con vacaciones pagadas, la reducción de la
jornada laboral y la ampliación de las coberturas sociales ¿qué mejor actividad
que ésta para completar una vida llena de experiencias? Viajar debería servir
para conocer otras culturas, para formarse en tolerancia y en respeto en el
seno de un mundo más libre. Sin embargo, España, sólo está preparada para
recibir turistas, no para exportarlos, la Dictadura que sufrimos acoge de buen
grado a los extranjeros que deciden gastarse aquí su dinero, pero lo más lejos
que la mayoría de nosotros conseguimos viajar es cuando vamos de veraneo a las
playas del Mediterráneo.
Soy prisionero de
una alternativa: o antiguo viajero, enfrentado a un prodigioso espectáculo del
que nada o casi nada aprehendería, o que, peor aún, me inspiraría quizá burla o
repugnancia; o viajero moderno que corre tras los vestigios de una realidad
desaparecida. Ninguna de las dos situaciones me satisface, pues yo, que me
lamento frente a sombras, ¿no soy impermeable al verdadero espectáculo que toma
cuerpo en este instante, para cuya observación mi formación humana carece aún
de la madurez requerida? De aquí a unos cientos de años, en este mismo lugar,
otro viajero tan desesperado como yo llorará la desaparición de lo que he
podido ver y no he visto. Víctima de una doble invalidez, todo lo que percibo
me hiere, y me reprocho sin cesar por no haber sabido mirar lo suficiente.
“Tristes trópicos” – Claude
Lévi-Strauss.
Creo que este abundante turismo empieza a relacionarse con el
pasado en un proceso de progresiva espectacularización, de vaciamiento, de
perversión que lo aleja de los verdaderos contenidos de todo aquello en lo que,
en inicio, había fijado su atención, un proceso que describe muy bien Guy
Debord en un ensayo que acaba de publicar este noviembre aunque enmarcado en
unos parámetros más generales. Ese vaciamiento nos convierte en consumidores de
imágenes sin contenido, de objetos, arquitecturas y paisajes de los que sólo
percibimos sus elementos formales, su apariencia externa.
El
espectáculo es el capital,
en un grado tal de acumulación que se transforma en imagen.
“La
sociedad del espectáculo” – Guy Debord.
Por eso mi investigación, mi colección de objetos, en concreto
una serie que he titulado “Turismoceno”, que tiene que ver con la vanitas y con
el residuo, trata de ser un nuevo camino que ahonda en la relación entre esta
sociedad occidental capitalista y el turismo, a la vez que profundiza en
conceptos como el de memoria y el de museo como contenedor de esa memoria, que
reflexiona sobre el pasado lejano y sobre la idea de exótico, sobre lo útil, lo
apreciado, lo descartado y el despojo, examinando desde qué perspectiva algo lo
es, desde qué cultura, desde qué conocimiento y experiencia, analizando también
la historia y quién y por qué la escribe, acercándome a ciencias sociales como
la antropología, la etnografía y la arqueología, mientras empleo sus planteamientos
y estrategias para desarrollar mis ideas, aquellas que se refieren al pasado
aborigen de Canarias y a su lectura desde una perspectiva actual que pasa por
el filtro de la exotización forzada del lugar, de los objetos y de los seres
como estrategia de seducción. Para poner un ejemplo basta mencionar la teoría
que circuló durante mucho tiempo sobre la gran estatura de los nativos canarios,
comparándolos con gigantes; o pensemos en tantos y tantos mitos que alimentan
el imaginario colectivo de las islas, desde la Atlántida a San Borondón,
pasando por aquellos monstruos marinos que guardaban el fin del mundo. A partir
de los esqueletos y de las ruinas de todos esos seres y lugares, trato de
construir esta mitología particular pero transferible.
La etnografía me procura una satisfacción intelectual: en tanto
historia que une por sus extremos la historia del hombre y la mía propia.
“Tristes trópicos” – Claude Lévi-Strauss.
23 de enero de 1967
Cuando dentro de un tiempo
alguien detenga su atención en la vida de cualquiera de nosotros, su visión
sobre nuestros hechos e ideas vendrá ponderada por el contexto que nos ha
tocado vivir y por las personas que han trascendido en ese contexto. Lucio
Fontana nació en 1899 en Rosario (Argentina), es quince años más joven que yo, ambos
hemos vivido las grandes guerras y el cambio de percepción y de sentimientos
que éstas provocaron en el hombre. También hemos sido testigos de los logros de
la técnica y de la ciencia, del avance de la física cuántica, del comienzo de
los experimentos espaciales y de los incipientes descubrimientos en la
tecnología de la comunicación, unos hitos que han sido alcanzados gracias a la
labor de seres excepcionales, de pioneros atrevidos y sabios sin tregua que
siempre sitúan al ser humano muy por delante de las expectativas que muchos se
habían marcado. Fontana es uno de esos arriesgados visionarios que ha trazado
alguno de los itinerarios de mayor recorrido del arte actual, unos caminos que
parecen no tener fin, donde lo perceptivo se mezcla con lo analítico, lo
sensible con lo cognoscitivo, la magia con la ciencia. Por eso no resulta extraño
que Fontana y los firmantes del “Manifiesto blanco”, ya en 1946, pidieran la
colaboración de las mentes preclaras, de los hombres de ciencia del mundo que
saben que el arte es una necesidad vital de la especie, para descubrir esa
sustancia luminosa y maleable que permita el desarrollo del arte más allá de
las dimensiones conocidas. Desde formalizaciones muy distintas yo también he emprendido
una búsqueda que mezcla lo creativo con lo científico, analizando temas que
preocupan tanto a artistas como a investigadores: el espacio, el tiempo, y cómo
son ampliados y trascendidos. Mi empeño es establecer cuáles pueden ser, en la
realidad contemporánea, la razón y la función del arte, fijando como premisa
incuestionable que su nivel de actualidad y eficacia no debe quedar, en ningún
caso, por debajo de la ciencia y de la técnica más avanzadas, una búsqueda
exhaustiva que se convierte en apasionante.
Otra referencia para mi es el
profesor alemán Julius E. Lips (1895 – 1950), un investigador extraordinario
que llevó a cabo una colección de obras de arte de pueblos “primitivos”
colonizados por potencias europeas. Estas piezas, que la prepotencia occidental
califica como artesanía local, tienen la característica de que representan al
hombre blanco europeo desde una perspectiva crítica con grandes dosis de ironía
y sentido del humor, curiosamente se vendían como recuerdos a los propios europeos
que las consideraban como un objeto singular para mostrar en sus países de
origen, pero no son sólo eso, también son obras de arte de incalculable valor y
testimonios de la riqueza cultural de unos pueblos que, en su mayor parte, han
desaparecido o están en vías de hacerlo. Creo que “Tótem” e “Ídolo” son dos de
las piezas más interesantes de mi proyecto y también recurren a esa forma de ironía
que va desde lo sutil al descarnamiento. En ellas parto de una idea que lleva
tiempo obsesionándome: la de la reproducción del objeto religioso, del icono de
culto, del resto arqueológico, del exvoto, tratados como fetiches de esos
viajeros que se aferran a ellos para aprehender ese conocimiento, como recuerdo
de la experiencia, como souvenir, mientras van vaciándolos de contenido
mediante una reproducción contemporánea e indiscriminada que pervierte sus
significados, que los hace declinar de lo místico hacia lo banal. A mi me
gustaría recuperar el aura de esos objetos, su espíritu, la cultura de la que
traen causa, la magia que transmiten, las historias que cuentan, su mito y su
mitología, gracias a una investigación por deriva, por acumulación, por sucesión
y superposición, de enfatización, de recuperación, de (re)creación, de puesta
en valor, de culto, admiración y respeto.
14 de febrero de 1967
Estaba justo allí, frente a
nosotros, no todos los días se tiene la ocasión de descender a un yacimiento
como ese, habíamos realizado un estudio previo contemplando gran parte de las
posibilidades pero la tarea no parecía fácil, en realidad, casi nada lo es. Las
estrategias pueden ser diversas y las mecánicas infinitas, sin embargo, no
valoramos las diferentes opciones con los criterios habituales, preferimos los
caminos cuya sencillez los transforma en complejos, elegimos la dificultad de
lo simple poniendo en valor la belleza de la actividad mínima que el itinerario
nos exige, ponderando el ritmo del descenso y la estética de la observación, la
posición de los dedos en las irregularidades de la tierra y la de los pies
sobre las piedras. No vale cualquier forma de excavar, hay que trazar un plan,
o varios, y tratar de llevarlos a cabo, aunque sólo sea como punto de partida
para que el azar intervenga y para que luego, la pulsión creativa, nos lleve
por las sendas de la inspiración, de lo incontrolable, de lo inexplicable, para
que al final todo cambie tanto que apenas podamos reconocer aquello que
hallamos, para que apenas intuyamos cuál va a ser el resultado.
Para que sea
posible una obra absurda es preciso que el pensamiento esté mezclado en ella en
su forma más lúcida.
.
“El mito de Sísifo” – Albert Camus.
Sísifo tardó en entenderlo pero
finalmente lo consiguió, esos trabajos pretendidamente estériles quizás no lo
fueran tanto. Yo también debo hacer el esfuerzo de comprenderme y
comprenderlos, porque el científico, el
investigador, pero sobre todo, el creador, realiza la labor más absurda pero
también la más necesaria, aquella que nos permite sentir y aprehender lo
incomprensible, aquella que nos hace humanos y sobrehumanos, aquella que evita
nuestra inhumanidad, aquella que nos muestra y demuestra nuestra verdadera
esencia, lo que nos une y lo que nos diferencia. Mis trabajos tienen mucho de
esa lucha, una vía sutil, subjetiva y metafórica, que apela a ese camino formal
que conecta lo absurdo con lo onírico y con lo inefable. Para el espectador poco
atento pudiera parecer que estas obras no son más que exquisitos y bellos
juegos formales, ideas llenas de ingenio, pero mis trabajos son mucho más que
eso: reivindican la labor del artista de la manera más bella, con estética y
con ética, con poesía y con prosa, se posicionan y hacen que tomemos partido.
En nuestra visión premonitora sabemos que lo que importa es el camino, Itaca
nos regala un hermoso viaje dijo Kavafis, la vida nos obsequia con un bello
itinerario que puede dirigirse, o no, hacia un hermoso final.
La lucha por
llegar a las cumbres basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse
a Sísifo feliz.
“El mito de Sísifo” – Albert Camus.
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Los recorridos son complejos en
experiencia y emociones. El doctor Ambrosio Betancor Perdomo camina por nuevas
vías y luego vuelve sobre sus pasos, va construyendo la senda y la superposición
de caminos va perfilando la trama. La misma trama que nuestro protagonista
genera en su discurrir es la que va plasmando en unas obras que poseen un
carácter performático, en unas piezas que trazan la red de nódulos de
conocimiento que el propio proyecto va tejiendo y uniendo entre sí. Una de las
búsquedas de Betancor Perdomo se centra en la creación de toda una serie de
anti-paisajes y de anti-iconos, unas esculturas que recogen elementos distintivos
y reconocibles que se enfrentan, precisamente, a la exagerada iconicidad con la
que en muchas ocasiones se ha registrado y transmitido la imagen de las
Canarias. Si los viajeros, científicos y artistas de finales del XIX, se dejaban
emocionar de manera especial por determinados objetos, construcciones y puntos
orográficos de las islas, desde aquellos hitos que trataban de reflejar esa
sensibilidad romántica ante lo sublime e inabarcable mientras se estremecían
frente a la inconmensurabilidad de la naturaleza y de la cultura preexistentes;
Betancor Perdomo apela a otro tipo de sobrecogimiento, detecta y anticipa nuestra
creciente insensibilidad visual saturada de imágenes espectaculares y nos
plantea un nuevo lugar para el estremecimiento, desplegando una cantidad de
conocimiento ante nosotros que nos sobrepasa por nuestra propia incapacidad
para asimilarla, generándonos una nueva conmoción que establece una bella y
acertada metáfora sobre nuestra contemporaneidad, donde la magia, la ciencia,
la emoción y el conocimiento, fluyen y confluyen hasta la desmesura.
*Publicado en el catálogo "Nicolás Laíz Placeres. La colección del doctor Ambrosio Betancor Perdomo", TEA Tenerife, mayo, 2019.
*Publicado en el catálogo "Nicolás Laíz Placeres. La colección del doctor Ambrosio Betancor Perdomo", TEA Tenerife, mayo, 2019.
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