La vida como
(último) espacio de resistencia*
La imparable transformación social de los últimos
cincuenta años ha ido provocando que gran parte del debate político se centre
en lo individual, en lo personal, incluso en lo íntimo. Un proceso que quizás
sea una nueva trampa perversa de las clases dirigentes para desahuciarnos de lo
poco que nos queda, para expropiarnos de nosotros mismos, pero que en sentido
contrario también ha fijado nuestras vidas como uno de los pocos lugares
posibles para la resistencia, para la acción y para el contraataque. En un
mundo invadido, desmesurado y desnaturalizado, completamente ocupado por infinitas
ideologías secuestradas al servicio de intereses partidistas, egoístas,
personalistas y avariciosos, las ansias de poder y de riqueza de unos cuantos,
seguramente demasiados, van alienando al resto de esos individuos que terminan recluidos
en su propio ser como última salvaguarda. A veces, ni siquiera eso. Lo cierto
es que no puede existir mayor acto de resistencia que las acciones, decisiones
y posicionamientos que van dando forma a nuestra vida, unos hechos que van
construyendo nuestro itinerario y que son la constancia más precisa de aquello
que tratamos de ser, ponderados por nuestras cualidades y defectos, por nuestro
pensamiento, por nuestra coherencia e incoherencias, por nuestros miedos,
afectos y deseos. No somos libres, nadie lo es, pero algunos, al menos,
tratamos de serlo.
Hechos, no palabras. Jorge García (Toledo, 1977) se
sitúa en medio de este proceso de vaciamiento y descreimiento para hacer de su
vida un espacio de resistencia, construyendo un contexto que tiene que ver con
su biografía, con su hogar, con su herencia, con su futuro, con aquello y
aquellos que le rodean. Un refugio precario traspasado por la contemporaneidad
que él convierte en un lugar para la (auto)defensa, para la reivindicación, para
la lucha y, por supuesto, para la creación. “La cuerda tensa” es el proyecto
que reúne las últimas obras de un artista que se inserta en el seno de la
distopía y en el cambio de paradigma que estamos viviendo, para cuestionar una
singular colección de mitos públicos que él ha convertido en privados mediante
una convulsa apropiación de imágenes de Internet que contrasta y contrapone, física
y conceptualmente, con escritos que considera claves para la postmodernidad,
pero también con anuncios publicitarios y periódicos de la época en la que
nació, unos dispositivos que nos ubican y que relacionan, de una manera
efectiva, lo particular con lo general. Desde su imaginario más íntimo, de
carácter punk y nihilista, nos lanza a un acervo visual que parte del icono
global para ir desentrañando el símbolo personal, mientras deriva hacia ese
post-optimismo que utiliza con frecuencia en sus obras y que remite a la idea esencial
de la pérdida de la fe.
Su madre como (única) patria cose la bandera que
es la suma de todos aquellos sitios donde es y donde fue, una bandera clavada
en la pared con el cuchillo que el artista suele llevar entre los dientes. La
cuerda floja que su abuelo y su padre dejaron colgando del techo de la nave
donde trabajaban, espera ser tensada por Sísifo para subir las cargas más
pesadas o servir de asidera para evitar la caída de quien pierde el equilibrio,
pero también para robar el último aliento del suicida desesperado, de alguno de
aquellos seres que Jorge García, junto a su colaboradora Amanda Lago, llevan
tiempo grabando con su móvil mientras van elaborando un diario del agotamiento,
de la frustración y de la alienación a la que nos ha sometido este mundo
depravado y obsceno. Como el arcano colgado de la soga, como un moderno
Prometeo condenado a que las alimañas devoren sus vísceras, el artista padece
una herida mortal que sólo es sanada, en parte, por este acto heroico de lucha y
de resistencia que culmina cada vez que produce y comparte alguna de sus piezas,
aquellas que lo curan, pero que también preparan sus entrañas para el festín
nocturno de las aves carroñeras.
*Texto para la hoja de sala de la exposición "La cuerda tensa" de Jorge García en CEART Fuenlabrada, mayo de 2019.
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