Texto con motivo de la expo individual de Guillermo Rubí en Pelaires Projects, mayo 2014.
Tras el brutal sonido de un impacto siempre comparece otro ruido estremecedor, el sonido imperceptible de un silencio absoluto que se convierte en inquietud, en dolor, en tristeza o en miedo, un silencio premonitorio de otros muchos impactos que se expanden exponencialmente, que se multiplican hasta lo incontrolable. El impacto como concepto pero también como forma, el impacto físico y el impacto emocional, el impacto como una sucesión de impactos, como causa y como efecto, el impacto como elemento de cambio y de transformación… Todas estas son algunas de las coordenadas que marcan el análisis emprendido por Guillermo Rubí en su proyecto" Sound of impact (you got it all, dad!, we´re gonna hit!)", una propuesta que supera los parámetros de la exposición convencional para situarse en el inicio de una aventura creativa sin límites preestablecidos.
El trabajo de Rubí siempre ha mantenido un vínculo constante con la música, en esta ocasión ha tomado como punto de partida el LP titulado "The sound of impact" de la banda americana Big Black (1982-1987). El disco en sí mismo (portada, contraportada, canciones y libreto interior) se constituye en el germen creativo a partir del cual el proyecto va tejiendo un complejo mapa mental, lleno de nódulos y de ramificaciones, de encuentros y desencuentros, de yuxtaposiciones, convergencias, solapamientos y separaciones, para conformar la red de conceptos sobre los que el artista establece su investigación, tomando como punto de partida su propia experiencia y con el objetivo de que el espectador se implique en las búsquedas simultáneas que la propuesta plantea.
En la era de la indolencia retiniana, y quizás emocional, en una época de insensibilidad absoluta por saturación, necesitamos del impacto, de un gran impacto, para ver y para sentir. El impacto transforma, no hay duda, y sumidos como estamos en la verborrea y el ruido, las cosas sencillas suelen ser las más importantes. Las pinturas de Rubí interponen una elaborada trama de colores neutros, sus piezas escultóricas una voluntaria sobriedad y, ambas formalizaciones, tratan de mantener las distancias, de proponer la calma y el tiempo necesario para su contemplación, para que el concepto llegue desafectado, sin injerencias ni manipulaciones. Una asepsia formal rigurosa que deja en evidencia que el impacto va implícito en los temas, en unos contenidos que marcan la oscilación de intensidad y de emoción de un proyecto donde, el final de todo y el principio de cualquier cosa, es el sonido descarnado del impacto.
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