“Hambre para
mañana”*
Quince meses después volvemos a la carga, 450 días con
todas sus horas, minutos y segundos, volvemos con nuestros riesgos totalmente
innecesarios, riesgos que no sirvieron para nada porque todo continúa
exactamente igual, incluso peor, porque ahora estamos más jodidos, porque
cuando llevas tanto tiempo recibiendo hostias, cada vez te duelen más, porque
cuando te pegan sobre una herida que no cura, que no cierra, jode, jode el
doble, jode el triple. Riesgo innecesario segunda parte, y las que nos quedan
si no nos matan antes, segundas partes nunca fueron buenas, ni terceras, ni
cuartas… Ya no hay pan para hoy y el hambre no espera a mañana. Como esto siga
así nos jubilamos en medio de esta mierda, corriendo estos riesgos tan
innecesarios como inútiles ¿pero de qué coño nos vamos a jubilar si no hay
trabajo, ni pensiones, ni nada? Nos jubilaremos de la vida, ahora será cuando
estos mamones legalizarán la eutanasia, la activa y la pasiva, y las castraciones
selectivas, las amputaciones genitales dirigidas por ellos para cortarle los
huevos a cualquier otro, a nosotros, mutilaciones justificadas por el bien
común, por el bien de los que mandan. Una cuestión de pelotas, de cojones, de
testículos, de pasta y de cómo repartírsela, y si no basta empezarán con las
penas capitales, y si nos ponemos tontos con los campos de exterminio.
Marcelo Viquez vuelve a tirarnos su mala leche a la cara,
una lefa biliar ácida y sibilina, corrosiva desde lo sigiloso, sin evidencias
ni estridencias. Viquez vuelve a hablar de ganarse el pan con la sangre de su
frente -que con el sudor ya no basta- y esta vez nos habla de arte, nos habla
de lo suyo, de su curro, con lo que él se gana la vida mientras la va
perdiendo. Arte que habla de arte y se caga en todo lo que le rodea, incluso en
el propio arte y en sus artistas, en sus críticos y en sus comisarios, en las
instituciones y en las galerías. ¿Arte a favor o arte en contra? ¿arte-actitud
o arte-disciplina? Arte de mierda para el resto de nuestra juventud e
instalaciones hechas con basura para toda nuestra vida. El arte político es una
mariconada, el buen arte tiene que ser terrorista y anarquista: una vela
encendida sobre un bidón de gasolina, no hay más cera que la que arde y, cuando
arda, todo explota, un riesgo tan innecesario como el de hacer una exposición,
como el de meter en el Oratorio palmesano de la galería Kewenig un taxi
uruguayo serrado en dos. Viquez sabe lo que vale un peine y también sabe que el
oro es un valor seguro en este mundo de mentira, por eso hace de oro alguna de
sus piezas, una pepita gigante y, justo al lado, el espejismo roto que lo
produjo todo, visiones especulares y oro, oro de verdad que se vende a precio
de oro, el oro nunca falla y Viquez falla poco.
El pedestal eleva el objeto a la categoría de arte y
Viquez eleva los pedestales a objeto artístico, pasa de la pieza y se concentra
en su soporte, en los tiempos que corren no hace falta más, eso es suficiente,
en este juego vale todo porque algunos dijeron que todo valía. Sus podios son
la leche, leche de la buena y si los pones juntos, aún más, como el pueblo,
como nosotros, también somos la base, también somos la leche, y si vamos juntos
parecemos más, gritamos más, pero no les damos más miedo, patalear es como
masturbarse: calma sólo un rato, por eso dejan que nos masturbemos todo lo que
queramos, así nos tienen controlados, escaldados y deslechados. Viquez también
se masturba pero es para dejar en evidencia la oquedad del arte contemporáneo,
Viquez reproduce su propio arte hasta la confusión, hasta el mareo, hasta la
saciedad, hasta la náusea, hace y deshace, copia y se copia, incluye sus obras
dentro de sus propias obras y las multiplica hasta el infinito, hacia lo
insondable, hacia lo que los modernos llaman reinventarse, repensar las formas,
chorradas de esas. Él deja en evidencia este pendoneo elitista y trata de
girarnos el cuello, trata de que miremos fuera, porque todo lo importante
ocurre allí, en la calle, en la vida real, donde la gente, los tipos como
nosotros, se juegan su pan y el pan de sus hijos: hambre para hoy, ya veremos
mañana…
*Con motivo de la exposición de Marcelo Viquez en la Galeria Kewenig, mayo de 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario