-Texto con motivo de la expo de Albert Pinya en la Galería Alegría de Madrid en junio de 2013-
I. El origen.
El
principio empezó con un final, con un gran estallido, con una gran explosión,
¡booom! Un big-bang que fue el inicio de todo, pero también una conclusión
apoteósica, demoledora, catártica. El nuevo Apocalipsis y, acto seguido, la
necesidad de volver a nacer, de volver a hacer, de pasar a la acción, de crear
de nuevo, desde cero, y un ansia por contar cómo había ocurrido, cómo habíamos
llegado hasta este preciso instante, hasta el lugar del cambio, de la ruptura,
hasta el punto crítico, hasta nuestro nuevo campo de batalla, hasta el
escenario de esta historia que ahora tenemos justo delante. Una necesidad de
vivir y de vivir para contarlo, de hacer y de recoger lo que hemos hecho, de
hacerlo visible, de equivocarse y de aprender, de encontrar soluciones, caminos
y alegrías, de actuar, de no quedarse de brazos cruzados, de buscar un futuro,
los futuros, nuestro futuro. Un plano secuencia de tintes tragicómicos,
berlanguianos, un travelling que comienza con un hombre con bombín cansado de
esperar a un Godot que nunca llega, y un árbol, y una isla, y una mujer, y ese
hombre.
II. El hombre.
Sombrero
negro y zapatillas Converse de colores, un tipo que también es tragicómico,
como casi todos nosotros, como la vida misma, y sensible como pocos, como casi
nadie. Un creador implicado que entiende que el arte es más que estética, que
el arte es compromiso, compromiso con los que nos rodean, un acto de creación
revulsiva, heroica y generosa. Un hombre que comparece como cronista, como
médium, que transmite el arte como verdad, con y como pasión, como resistencia,
como lucha, con amor, retratando los hechos que conforman nuestra historia, que
construirán la historia: hay que hacer historia. La pintura, el dibujo, la
música, el teatro del absurdo, el cine, el bien y el mal, héroes contra
villanos, señores con traje y corbata que son el demonio contra los nuevos
héroes contemporáneos que, en ocasiones, comparecen en la cola del paro. Otra
visión apocalíptica: todos nosotros controlados por esos diablos, títeres y
titiriteros, el muñeco y el ventrílocuo que le mete la mano por el recto, que
le mueve la boca, que lo vuelve del revés, que lo manipula y lo destroza.
III. El héroe.
La
náusea como reacción, el vómito como efecto. Los nuevos héroes contemporáneos
buscan la verdad y sobreviven a la opresión, a lo tendencioso, a lo efímero, a
lo que es producto de las modas. Unos héroes que no son tan nuevos, son
superhéroes ancestrales tan viejos como el porc negre, como un siurell vengador
armado con pebres de cirereta, como cantantes folk que sólo tocan en los
pueblos y para el pueblo, como Señor Chinarro y su arenga a los sindicatos
futuristas, que mezclan el odio y las vanguardias, la ética y la estética, la V
de vendetta y su careta, la manifestación y un cóctel-molotov hecho con
destilados de cereales, enebro y quinina, mezclado, removido, no agitado. Hay
que estar más unidos que nunca, es la hora de bailar en un espacio minúsculo y,
en sitios tan pequeños, sólo se puede bailar juntos, juntos y firmes sobre la
pista, juntos y firmes dentro de la galería, de la galería de arte, de la
Galería Alegría: una galería de guerrilla, de resistencia, de alegrías.
IV. La táctica.
“Vuestro dios es un cerdo” dicen los
infieles desde su cátedra, desde el púlpito, desde el atril del mitin rodeados
de putas y zorros, y sí, nuestro dios es un cerdo, un cerdo negro y mallorquín
que se sacrifica por nosotros en cada matanza, así es, así sea. Agropower, slow
food, slow painting, beatus ille y locus amoenus. Ahora transgredir en el arte
es volver al paisaje, recuperar las naturalezas muertas, el arte intimista
frente a la basura de los falsos provocadores, del impostor y de sus
secuaces, los sombreros de paja frente al
pasamontañas. Pinya encontró ese cerdo cuando él era un niño, su cerdo, su
héroe, y lo subió a un monopatín; también percibió que el siurell es la
identidad del guerrero mallorquín, como los de Xiang, con pies de barro
hundidos en la tierra y a tamaño natural. A día de hoy la verdadera
transgresión está en la bondad, en la transparencia, en la sinceridad y
en el sentido del humor, porque la comedia
es la forma más subversiva de expresión, porque ha
llegado la hora, porque ha llegado el momento, empieza la era de los nuevos
héroes, fin de juego, volvemos a comenzar.
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