Emili Sánchez-Rubio - Tedi(o)



Tedi(o).*

-Una reflexión plástica sobre un poemario de Emili Sánchez-Rubio-

Abro el libro. Apenas he comenzado a leer y los puntos en común entre los poemas de Emili y los dibujos que los ilustran, realizados por Albert Pinya, son evidentes. Conexiones que transcienden este poemario para, en realidad, repercutir sobre la obra de ambos. Una lógica simbiosis generacional de dos tipos muy jóvenes, hijos de una misma isla, de un mismo sistema educativo y social, de parecidas coyunturas y, sobre todo, hijos de muchas influencias en común, de todas las que les rodean y de aquellas que comparten.

Unas influencias en las que resulta curioso como comparecen elementos de aquello que se ha dado en llamar “baja cultura” –aunque a mi, personalmente, la distinción no me entusiasme- una cultura de masas completamente omnívora que se alimenta de la televisión –de Grandes Hermanos y de documentales de La 2- de la música, del pop, del rock, del cine, de Internet, de las redes sociales, de la publicidad, de los spam, de los Obamas , de los Osamas –que en paz descanse- de los supermercados y de sus infinitos productos, de los palitos congelados de cangrejo, del puré de patatas instantáneo Maggi, del paquete de Marlboro, de las olimpiadas, del Barça y de Mourinho –que también descanse en paz-.

Un auténtico caos que es absorbido por inmersión por los nuevos creadores como Emili, como Albert, y que se traslada, sin snobismos, a sus respectivas obras, en términos completamente anticlásicos, antiacadémicos, convirtiéndose en el nuevo léxico de la llamada “alta cultura” –como soy vago sigo empleando esta división, cómoda, pero que no me gusta- seleccionando entre lo cotidiano para construir sus propias realidades. Un trasvase continuo de información, una retroalimentación bidireccional que, también, ha cambiado nuestra forma de expresarnos, una comunicación que ahora se mueve a ritmo de blog, de sms, de fast foods con ensaladas, de síncope y de facebook.

Y es mediante estos elementos cotidianos con los que ambos tratan de plasmar una verosímil cotidianidad y, en un curioso contrasentido, un surrealismo inverosímil, un pop crítico, donde se asoman Marx Ernst, Tanguy, Basquiat e incluso Bob Dylan. Una cotidianeidad de caldos de pollo, de tazas enormes de café, de siestas de verano, de facturas de la luz y de etapas llanas del Tour de Francia aliñadas por los sabios comentarios de Perico Delgado. Una rutina diaria que es frecuentada, en muchas ocasiones, por los antihéroes que comparecen en sus creaciones, por Tedio, por Supermierda, una suerte de seres crepusculares –quizás como sus autores- perdedores, descreídos, indolentes, humanos, con los mismos vicios, virtudes y miserias que nosotros mismos.

Unos seres que defecan, orinan, escupen, sudan y follan, que son golpeados y a veces golpean, como deben seguir haciendo Emili y Albert, que, desde su surrealista y realista cotidianeidad, deben seguir golpeando, musitando, gritando, vomitando y follando, que hacer el amor está muy bien, pero follar, ¡follar es la leche!

*Publicado en la revista Youthing nº438 de 27 de mayo de 2011

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