(Post)renacentistas



(Post)renacentistas.
-Sobre la obra de Carlos Jover y alguna reflexión más-*

“Muestra de arte total” titulaba Carlos Jover su excelente crítica sobre la poliédrica crea(c)ción de Albert Pinya y sus 13 Belenes para Can Marquès. Quizás algo esté cambiando, seguro que algo está cambiando. La fractura parece evidente. Como diría Dalí: “el viejo arte contemporáneo” no se aguanta ni a él mismo, está roto y hace tiempo que no sirve. Quizás muchos de nosotros no seamos del todo conscientes pero estamos en un momento apasionante, nos encontramos ubicados en lo que hay justo después del final, radicamos en la más completa incertidumbre, y eso, sin duda, es lo más emocionante. El nuevo arte está frente a nosotros pero todavía no somos capaces de percibirlo con meridiana claridad, llevamos demasiado tiempo cegados por el putrefacto esplendor del antiguo santuario al que todos adorábamos.

Desde ese santuario que daba cobijo al viejo arte contemporáneo puede ser que trasciendan algunas de sus características más resistentes, las más afines a este nuevo arte post-renacentista que recién empieza a germinar; quizás sobreviva la desmaterialización del objeto artístico y ese Internet omnipotente y masivo que libera tanto como atrapa, quizás sobrevivamos unos cuantos de nosotros y quizás algunos vivamos para contarlo. Sumidos como estamos en esta vorágine contemporánea, si nos paramos y observamos con atención, podemos comenzar a percibir ciertas pistas sobre la estructura que ahora se comienza a construir: asistimos en primera fila a la defunción del concepto actual de galería, incluso al de espacio expositivo en general, vemos como se difumina su física, se volatilizan sus muros y se multiplican sus lugares, vemos como los más hábiles galeristas se renuevan para no morir y vemos como se transmutan en procuradores polimorfos, en hacedores de todo en cualquier sitio. Vemos como la separación entre los roles creativos desaparece, vemos como artistas, comisarios, críticos, escritores, mecenas, investigadores y documentalistas, a fin de cuentas, creadores, se funden en un uno cada vez más físico y también más metafísico.

Algo de todo ello tenía la propuesta de deconstrucción belenística de Albert Pinya, algo de ello hay en las reflexiones teóricas y plásticas de Pedro Vidal y algo de ello tiene la producción de este crítico, comisario, poeta y novelista apellidado Jover, otro de los que agarra el estandarte de estas nuevas maneras de expresión, de estos hombres (y mujeres) post-renacentistas que, luz en mano, van explorando los nuevos caminos del arte que va más allá de lo contemporáneo. Desde su tribuna de crítico, desde el giro conceptual de aquel comisariado desamable, desde aquel espíritu de cristal experimental y vanguardista, hasta la sangre a versos, autobiográficos y exorcistas, de imágenes poderosas, sexo iniciático y sarcasmo implícito que, en una nueva vuelta de tuerca a la redefinición de los roles creativos y expositivos, se presenta en una galería de arte contemporáneo (la Xavier Fiol) en unidad de acción con la obra plástica de la artista Esperança Lliteres y con el apoyo editorial de Sloper, otro proyecto, seguro, de un hombre post-renacentista, Carlos Jover predica con el ejemplo.

Y es que todos los efectos de las crisis no tienen porque ser negativos, las crisis también depuran, corrigen y eliminan, las crisis también empujan, fomentan y multiplican. Esta crisis, sin ir más lejos, quizás nos deje una nueva manera de crear, unos nuevos conceptos con los que, posiblemente, podamos dejar de masturbarnos y podamos dejar de hacer elefantes que, en un equilibrio inaudito y rocambolesco, se aguantan sólo por la trompa.

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