Marcelo Viquez



Marcelo in the city*
-con motivo de la participación de Marcelo Viquez en los Premis Ciutat de Palma 2011 y como preámbulo de su exposición individual en la Galería Kewenig-
Marcelo Viquez ha vuelto a la ciudad, haciendo ruido, como él sabe, como siempre. Ahora inaugura en la Galería Kewenig, asumiendo riesgos absolutamente necesarios, propinándonos una soberana paliza, porque a falta de pan, buenas son tortas. Viquez lo tiene claro, hay que decir las cosas bien fuerte, sea lo que sea, gritando a pleno pulmón, golpeando violentamente lo que encontremos a nuestro paso, lo de los otros y, si es preciso, también lo nuestro. El tipo que dijo aquella tontería, eso de que no tiene más razón el que más grita, no conocía este mundo: aquí gana el que habla más alto, y sobretodo, el que lo hace desde más arriba, con más fuerza y en mejor posición, aquél que dice las cosas como si fueran una patada en toda la boca, como un puñetazo en el estómago, a voces, a golpes, a dólares, que la letra con sangre entra. En realidad, con sangre entra casi todo, y si no que se lo pregunten a los torturados, a los humillados, a los sometidos, a los derrotados, a los mutilados, a los excluidos, a los desplazados, y a tantos y tantos que quebraron su voluntad por miedo, o por dolor, o por no ver su sangre, o la sangre de los suyos. Que se lo pregunten a aquellos que se rompieron porque no pudieron más, a aquellos que sufrieron un terror insuperable, a aquellos que sintieron pánico, porque el pánico, sin duda, siempre es más fuerte que la voluntad.

Si la pintura no basta, golpeemos el lienzo y las paredes de donde cuelga, escupamos, vomitemos, orinemos y defequemos, hagamos lo que sintamos, hagamos lo que nos dé la gana, y si tampoco basta, pasemos a otro plan, pasemos al plan b, gritémosle desde el arte a los que están acostumbrados a gritarnos, hagamos fotos y vídeos y ruido, pongamos la música a todo volumen, metamos elementos extraños en el museo y a tipos que berrean, que nos oigan, que no hay que pasar inadvertido entre tanto experimento estético, llamemos la atención y, si podemos, toquémosles los huevos. Viquez presentó un vídeo de un grupo de música punk al Premi Ciutat de Palma d’Arts Plàstiques y también presentó al grupo en carne y hueso, en vivo y en directo, para que tocaran su música allí, en la sala de exposiciones. Una pieza que juega con el espectador, con el tiempo de observación que el público dedica a cada obra y con lo que la gente espera encontrar en una muestra de artes plásticas. Una idea que manipula lo convencional y lo frustra, que reivindica el grito para evitar que nos durmamos, porque en estos tiempos de crisis, el que se duerme, la palma.

Pero el jurado eligió la otra pieza que presentó, una obra sobre un abuso que todavía dura y sobre una esperpéntica macroeconomía africana, los jurados son así, les gusta meter el dedo en la llaga, o tal vez no. Es curioso, la cinta adhesiva que lo pega todo se llama americana, no sé por qué, pero así se llama. África se empezó a romper hace mucho tiempo y cuando algunos países se la repartieron, allá en Berlín, ya estaba bien rota. Aquellas fronteras de líneas rectas, trazadas por las potencias coloniales con escuadra y cartabón, pasaban por los salones de las casas de los africanos, perdón, que allí no había salones, perdón, que apenas había casas. Unas fronteras que dividían a las familias mientras las juntaban con algunos vecinos malavenidos, pues eso, una de esas grandes ideas que tenemos en la infalible Europa. Cornudos y apaleados, enanitos negros sodomizados ante el espejo por la misma vara que los mide, aquella vara de medir que deja en evidencia su falta de talla. A esa Blancanieves vestida de barras y estrellas ni está ni se la espera, antes porque estaba demasiado ocupada en gastarse todo el dinero que tenía, ahora porque le crecen los enanos de su propio circo y no tiene ganas de ocuparse de los enanos de ultramar, de esos enanitos negros que cantaba Machín -¿o eran angelitos?- de esos que no serán felices ni comerán perdices, eso seguro. Marcelo, de nuevo, ha vuelto a la ciudad.

*Publicado en la revista Youthing nº455 de 27 de enero de 2011

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