Art emergent a les Illes Balears (IV)
-Texto para el catálogo de la exposición colectiva itinerante "Art emergent IV a les Illes Balears", Projecte Llevant, Manacor, septiembre 2010-
Diez años (diez) de
emergencia en Baleares (2001-2010).
Les connotacions semàntiques del terme emergent, a
més d’evocar el concepte de novetat, posen alló recent en contacte amb una
tradició, més o manco propera: una base des de la qual s’emergeix, establint
amb ella una relació de continuïtat o ruptura.[1]
El ser humano es binario
en esencia, no hay duda, pero justo después del si y del no, del uno y del
cero, tendemos a lo decimal, a juntarlo todo en grupos de diez, a numerar
cualquier cosa mientras empleamos con soltura muchos de sus infinitos múltiplos
y algunos de sus inabarcables divisores. Somos buscadores insaciables de
decálogos, decaloguistas natos
que vamos transitando, viajando, entre los diez mandamientos, los diez mejores
destinos para unas vacaciones de ensueño, el sistema de puntuación con el que
nos evalúan desde niños o algunos de aquellos decatlones atléticos que nunca
conseguiremos culminar. Somos proclives a la decena, a la década, y lo somos
porque nos resulta familiar, porque nos completa, porque nos ordena, porque nos
equilibra y porque nos sosiega en medio de este caos contemporáneo que, para
nuestra desgracia, casi siempre consigue desbordarnos.
En
el seno de esta vorágine los historiadores buscamos cierto orden, y el orden, a
veces, tiende al número diez. Por eso, llegados a un año tan paradigmático como
éste en el que nos encontramos, no nos debe resultar extraño que tratemos de
organizar nuestro presente –y un pasado tan reciente que aun lo recordamos con
precisión- en base a los diez años de arte emergente que acabamos de vivir.
Diez años que han venido acompañados, casi desde el principio, por estas
propuestas de “Art emergent”
auspiciadas por el Projecte Llevant
y que nos sirven, ahora, de hilo conductor para tratar de contar lo que ha sido
esta década prodigiosa de emergencia artística balear. Unos creadores, lugares
y años que, en continua evolución, han sentado las bases del desarrollo
plástico, del arte más actual, que se ha realizado en nuestras queridas islas.
Y
es precisamente por ese ánimo escrutador, clasificador –de historiador- por el
que simplificamos, quizás facilitamos, una evolución de diez años dividida en
diez epígrafes que, sin ánimo de ser absolutamente exhaustivos, se plantean con
la voluntad de que su contenido se constituya en una ajustada muestra de lo que
ha sido el arte nuevo de esta comunidad. Diez notas sencillas que dan expresión
de multitud de proyectos, de nombres que entran y que salen, que vienen y que
van, de ilusiones, intenciones, talentos, ambiciones y deseos, pero que juntos
han ido creando el contenido, más o menos afortunado, acertado, trasgresor o
relevante, del arte emergente de las Islas Baleares en esta primera década del
siglo XXI.
1.
“…en projecte” 1992-2007.
Un precursor singular, un colaborador necesario.
Quizás
lo que más llama la atención, a priori, de este ciclo de exposiciones titulado
“…en projecte” y desarrollado por
Joan Carles Gomis para la Torre de ses Puntes de Manacor, sea el nacimiento tan
temprano de la propuesta. Efectivamente, la primera convocatoria data de 1992 y
en el texto que acompaña al desplegable que le da difusión ya se señalaban de
manera clara y concisa los valores que inspirarían su planteamiento inicial,
unos parámetros que han seguido alimentando este proyecto durante sus más de
quince años de actividad:
Pensam que un dels objectius d'un espai de les
característiques del nostre, al marge d'oferir al públic l'obra d'artistes de
vàlua reconeguda, ha de ser el d'estimular el treball dels joves creadors i fer
possible, d'una manera proporcional al seu esforç, que la seva obra pugui ser
coneguda. Estam convençuts que la interacció que resulti del contacte de llur
obra amb el públic –experiència inèdita per a alguns d'ells– incidirà
positivament sobre el desenvolupament posterior del seu treball[2]
Centrándonos en el período
de tiempo que hemos delimitado y en los alrededores cronológicos de los que
trae causa, la segunda cuestión que sorprende es la premonitora nómina de
artistas que han frecuentado las diferentes convocatorias de este ciclo de
exposiciones. Especialmente significativa y precursora fue “… en projecte
(III)” (1996) donde artistas como
Joan Miquel Arrom “Sasai” (Palma, 1970) que anticipaba con esta participación
su posterior selección en “Art emergent (II)” (2003), el escultor Jeroni Bosch (Manacor, 1975) o
la que ha resultado ser una de las trayectorias más consolidadas del arte
contemporáneo balear, Ricard Chiang (Barcelona, 1966), se dieron cita junto a
Tomeu Estelrich (S’Alqueria Blanca, 1968), Adolf Gil (Muro, 1970) y Catalina
Julve (Manacor, 1972), para configurar una propuesta que demostraba el buen
criterio del equipo encargado de la selección de los participantes.
No fue hasta pasados tres
años cuando se reanudó la convocatoria de “…en projecte”, siguiendo su actividad anualmente y sin
interrupciones hasta la última edición celebrada en 2007. En las sucesivas
exposiciones se congregó un completo grupo de creadores entre los que cabe
mencionar a Ramon Company (Alcudia, 1973) en “…en projecte (IV)” (1999); participantes
en sucesivas ediciones de “Art emergent” como Jaume Canet (Felanitx, 1966), Marian F. Moratinos (Palma, 1973),
Rafel Perelló (Manacor, 1963), Joan Serra (Manacor, 1973) o Joan Servera “Peix”
(Artà, 1971) en “…en projecte (V)”
(2000); los también seleccionados
para “Art emergent” Paco Espinosa (Palma, 1969) y Joan
Vallespir (Inca, 1969) en “…en projecte (VI)” (2001), Astrid Colomar (Palma, 1970) en “…en
projecte (VII)” (2002), Jaume
Fullana (Palma, 1963) y Amparo Sard (Son Servera, 1973) en “…en projecte
(VIII)” (2003), o Maria Antonia Mir
(Sa Pobla, 1977) y Ginés Quiñonero (Palma, 1971) en “…en projecte (IX)” (2004). Una coincidencia entre ambos eventos, “Art
emergent” y “… en projecte”, que, obviamente, no es casual.
Es precisamente en este “…en projecte
(IX)” de 2004 cuando aparece la
primera artista que forma parte de la selección de la exposición que da origen
al presente catálogo: “Art emergent a les Illes Balears (IV)”. Se trata de la creadora de origen colombiano María
Isabel Uribe (Neiva, Huila, Colombia, 1969), mientras que, junto a ella, van
compareciendo también Yolanda Adrover (Felanitx, 1977), Paz Alcoverro
(Barcelona, 1969) y Julia García (Albacete, 1968) en “… en projecte (XI)” (2006), o Joan Cabrer (Palma, 1983) y Miquel
Mesquida (Manacor, 1954) en “… en projecte (XII)” , una última cita de este longevo ciclo que culminó
en el año 2007. Unos caminos paralelos, los de estas peculiares propuestas, llenos
de retroalimentaciones y de puntos en común que consolidan a “… en projecte”
no sólo como un singular antecedente sino también como un
colaborador necesario de unos itinerarios que terminarán confirmándose en las
sucesivas convocatorias de “Art emergent” .
2.
Recogiendo la emergencia antes de “Art emergent”.
Antes
de que el proyecto “Art emergent”
viniera a ocupar de una forma estable, programada y coordinada el espacio de
selección y difusión de las propuestas emergentes de las Baleares, se habían
sucedido una serie de exposiciones que consiguieron dar cabida a las creaciones
de ese conjunto de artistas que por edad, maneras y contenidos, podríamos
encuadrar en la ambigua, amplia y heterogénea categoría de lo emergente.
Hablamos, por ejemplo, de algunas muestras colectivas organizadas por el Govern
Balear e inauguradas durante el año 1999, como son “Pittura Giovane Balear” presentada en la Galleria Contemporanea A. Sangallo
de Loreto, Italia. En esta muestra, entre los representantes de menor edad,
hallamos a los ya mencionados: Joan Miquel Arrom “Sasai”, Ramon Company, Marian
Moratinos, Adolf Gil o Joan Vallespir, así como, entre otros, a algunos de los
participantes en diferentes convocatorias de “… en projecte” o de “Art emergent”: Xavier Andreu (Inca, 1973), Martí Antoni Monjo
(Maria de la Salut, 1972) o Bartomeu Pons (Campanet, 1973). También en 1999 se
celebró “29 artistes a Menorca”
con la inclusión de los “emergentes” Paca Florit (Ciutadella, 1974) y Carles
Moll (Maó, 1969); mientras que esta visión parcial del archipiélago terminó de
conformarse, unos años después, gracias a la muestra producida por el Museu
d’Art Contemporani d’Eivissa titulada “Hic et nunc. Actuals a les Pitiüses” (2002) que congregó, entre sus ocho participantes,
una interesante representación de artistas nacidos en la década de los sesenta
y vinculados, de una manera u otra, a las Pitiusas, estos eran: María Catalán
(Castellón, 1961), Enric Riera (Formentera, 1963), Rom Ero (Granada, 1960),
Paco Romero (Eivissa, 1966) y el participante en “Art emergent (III)” Mario de Ayguavives (Zaragoza, 1968).
En
el año 2000, organizada por Edicions 6a y Sa Nostra, se realizó la edición
gráfica y posterior exposición titulada “7i7”, una muestra que se encargó de recoger cierta
representación de la emergencia de nuestra comunidad mediante unas litografías
de artistas jóvenes que se mezclaban con los versos de algunos poetas jóvenes
también. Aquí compareció la obra de los citados Paco Espinosa, Paca Florit,
Marian Moratinos y Joan Vallespir, a los que se les unieron la mallorquina
actualmente afincada en Galicia Aina Noguera, el ibicenco Pep Tur y el
integrante del posterior “… en projecte (VII)” (2002) Santiago
Picatoste (Palma, 1971). Pero posiblemente la propuesta que más se acercó a algunas
de las premisas que luego rigieron “Art emergent” fue la serie de dos exposiciones organizadas por el
Ajuntament de Palma en los años 2000 y 2001 y que serían presentadas en el
céntrico espacio del Casal Balaguer. “Exit 1” y “Exit 2”, nombre que recibieron cada una de las convocatorias, recogieron,
mediante una adecuada selección por parte de la comisaria Neus Cortés, gran
parte de los nombres que ya protagonizaban el arte balear más joven y moderno y
que, en muchos casos, todavía hoy siguen protagonizándolo: Cati Aguiló (Palma,
1970), “Sasai”, Xisco Bonnín (Palma, 1967), Biel Bover (Palma, 1962), Paco
Espinosa, Mercedes Estarellas (Palma, 1972), José Fabré (Palma, 1961), Jaume
Fullana, Carles Gispert (Palma, 1969), Iván de Lucas (Madrid, 1962), Rosa Mascaró
(Manacor, 1961), Marga Nicolau (Palma, 1964), Kiko Palmer (Palma, 1968),
Gabriel Pereiro (Palma, 1975), Santiago Picatoste, Néstor Romero (Granada,
1970), Tatiana Sarasa (Barcelona, 1966), Joan Vallespir, Gori Vicens (Palma,
1968) y el participante en esta cuarta convocatoria de “Art emergent”, Marcos Vidal (Vitoria, 1967), terminaron de completar
una visión previa y suficientemente amplia del panorama emergente balear para
este inicio de siglo.
3. “Art emergent (I), (II) y (III)”. Una primera y acertada trilogía.
Es
en el año 2002 cuando llega la primera convocatoria de “Art emergent”, una propuesta a la que siguieron, sin solución de
continuidad, año tras año, otras dos exposiciones más, constituyendo una
afortunada trilogía donde fueron todos los que están, aunque lógicamente no
estuvieron todos los que eran –siempre hay alguna ausencia que este “Art
emergent (IV)” y las próximas citas
“emergentes” tratarán de subsanar-. Si se mira con cierta perspectiva, ya casi
histórica, los itinerarios por los que se han desenvuelto cada uno de los
artistas que han participado en estas tres primeras convocatorias, veremos
caminos dispares, algunos de ellos públicos, notorios y plenamente
consolidados, otros de recorrido más difícil, casi todos de cierto interés. El
tiempo ha dado, en la mayoría de los casos, la razón a los comisarios del
proyecto –Joan Carles Gomis en la primera convocatoria y Maria Antònia Artigues
para las dos siguientes- demostrando que la elección de los creadores se hizo
con buen criterio.
Acompañando
las piezas de los treinta y un artistas seleccionados se despliega todo el
desarrollo crítico de los documentados y oportunos textos realizados por Carme
Castells para los catálogos que recogen cada una de estas tres primeras exposiciones.
Unos textos que apoyan y completan
el proyecto de una manera tan generosa que nos servirán para entender, a la
perfección, el concepto y el desarrollo de unas propuestas de las que aquí,
simplemente, enumeraremos a todos sus participantes. Así, en “Art emergent a
les Illes Balears (I)” (2002), nos
encontramos con Astrid Colomar, Rafel Adrover (Palma, 1969), Amparo Sard, Paco
Espinosa, Joan Serra, Marian Femenías Moratinos, Joan Servera “Peix”, Pedro
Oliver (Palma, 1968), Yolanda Montesa (Eivissa, 1973) y Paca Florit; en “Art
emergent a les Illes Balears (II)”
(2003) comparecen Jaume Canet, Carles Moll, Martí Antoni Monjo en colaboración
con Ana Camuñas (Villafranca de los Caballeros, Toledo, 1975), Rafel Perelló,
Aina Perelló (Pollença, 1976), Blanca Pérez-Portabella (Barcelona, 1973),
Eliana Perinat (París, 1965), Joan Miquel Arrom “Sasai”, Fabián Schalekamp
(Palma, 1964) y Joan Vallespir; mientras que en “Art emergent a les Illes
Balears (III)” (2004) hallamos las
contribuciones del residente en Ibiza Mario de Ayguavives, Rafel Bestard
(Palma, 1967), Mercedes Estarellas, Jaume Fullana, Carles Gispert, Núria
Marquès (Ciutadella, 1975), Maria Antònia Mir Sastre, Ginés Quiñonero, Pedro
Vidal (Palma, 1968) y Guillem Santandreu (Manacor, 1965) que, curiosamente, ya
estuvo presente en la segunda convocatoria de “… en projecte”, allá por 1994.
4.
Projecte Llevant, Projecte
Torre y Projecte Triangle.
Pero
obviamente el Projecte Llevant no
se reduce tan sólo a estas convocatorias de “Art emergent”. Projecte Llevant es una idea de colaboración que aúna y coordina los
esfuerzos de muchas instituciones isleñas que, en función de la propuesta
concreta, van variando y entre las que se encuentran los ayuntamientos de
Andratx, Artà, Binissalem, Capdepera, Calvià, Felanitx, Inca, Manacor,
Marratxí, Palma, Porreres, Santanyí, Sant Llorenç des Cardassar o Sa Pobla, el
Govern de les Illes Balears, el Consell de Mallorca, Sa Nostra, el Espai
Mallorca, el Museu d’art contemporani d’Eivissa o el Museu de Menorca. Una dilatada
trayectoria de proyectos que se inició en 1999 con “Itineraris damunt paper.
El dibuix a la plàstica contemporània a Mallorca”, a la que sucedieron “Fotografía contemporània a
Mallorca” (2000), “Actituds
tangencials” (2000), “Erotisme a
la plàstica contemporània a les Illes Balears” (2001) –donde volvemos a encontrar a Ricard Chiang-,
los tres mencionados ciclos de “Art emergent” (2002, 2003 y 2004), “Escultura
contemporània a les Illes Balears”
(2005) en la que comparecen,
refiriéndonos a los emergentes, Jeroni Bosch, Jaume Canet, Jaume Fullana o
Carles Gispert, “Historietes. El còmic a les Illes Balears” (2006), “Ceràmica contemporània a les Illes
Balears” (2007) y “Cadàver
exquisit” (2008) con, entre otros,
Astrid Colomar, Marian F. Moratinos, Paca Florit, Maria Antònia Mir, Rafel
Perelló, Amparo Sard y Pep Guerrero (Port de Sóller, 1966), así como un curioso
y apropiado texto del joven crítico y comisario Pau Waelder (Palma, 1974). Una
serie de propuestas que ahora se completan con este “Art emergent (IV)” del que el presente catálogo trae causa.
Projecte Torre es, en realidad, el nombre que se da a todas las
exposiciones producidas desde la Torre de ses Puntes, normalmente encaminadas a
realizar revisiones individuales y concretas de artistas emergentes –aunque no
siempre- a partir del momento en que éstas empiezan a itinerar por otros
municipios distintos a Manacor, lugar donde radica el mencionado centro
expositivo. La primera muestra de este ciclo fue la realizada por Ricard Chiang
en 1997. Unas exposiciones que se organizaban, producían y financiaban desde
Manacor, con la ayuda del propio Ayuntamiento, del Consell de Mallorca y de Sa
Nostra, y que se cedían gratuitamente a otros espacios destinados a la
exhibición de arte contemporáneo, siendo recogidos en unos catálogos de diseño
homogéneo que funcionan a la manera de colección. A los efectos que nos ocupan
destacan, entre la gran cantidad de propuestas realizadas al amparo de este
proyecto, las exposiciones de Marian F. Moratinos (2001), Rafel Perelló (2001),
Guillem Santandreu (2002), Fabián Schalekamp (2003), Astrid Colomar (2003),
Maria Antònia Mir (2004), Pedro Oliver (2005), Pedro Vidal (2005), Rafel
Bestard (2006) o Jaume Fullana (2008), año en el que también tiene lugar,
dentro de la programación de Projecte Torre, la muestra retrospectiva “Déjà vu 1998-2008” de la artista Paz Alcoverro, seleccionada para este “Art
emergent (IV)” .
El
Projecte Triangle, a su vez, es
una derivación reciente del Projecte Torre. Son producciones realizadas a tres bandas entre los ayuntamientos de
Manacor, Felanitx y Capdepera, de las que se han realizado dos ciclos
completos, donde cada municipio se encarga de proponer a un artista. La primera
convocatoria organizó exposiciones individuales a Mateu Estarellas (Cala
Rajada, 1970), Jaume Fullana y Yolanda Adrover, mientras que la segunda reunió
a Pere Bennàssar (Felanitx, 1963), Marcos Vidal y Antonia del Río (Capdepera,
1983). Unas propuestas, todas ellas, que intentan mantener el concepto general y
el formato de catálogo de las muestras que se realizaron bajo la coordinación
del Projecte Torre.
5.
Los premios Art Jove,
dando visibilidad a la cantera, y una breve mención de los proyectos “RetroActiva” y “Praxis”.
Los
Premios Art Jove, promovidos por
el Govern de les Illes Balears, nacieron en 1994 con la clara vocación de
incentivar y difundir las propuestas de los creadores más jóvenes de nuestra
comunidad. Un certamen que lo fue de artes plásticas hasta el año 2002 –pintura
y escultura dando cabida también a las instalaciones- pasando a la denominación
más amplia de artes visuales a partir de 2003. En la nómina de ganadores
volvemos a encontrar muchos de los nombres que han dado forma al arte emergente
balear durante esta década que estamos tratando, artistas citados repetidamente
en este texto como, entre otros muchos, Ramon Company (ganador del Art Jove de
pintura en 1995 y de la modalidad de escultura en 1998), Pep Guerrero (vencedor
del certamen de escultura en 1996), Joan Vallespir (de la convocatoria de
pintura en 1997), Carles Gispert (primer premio de escultura en 1997 y tercer premio en 1999), Marian F.
Moratinos (segundo premio de pintura en 1998), Cati Aguiló (segundo premio de
escultura en 1999), Joan Servera “Peix” (ganador del certamen de pintura en
2001), Blanca Pérez-Portabella (vencedora de la modalidad de escultura en
2001), Cecilia Segura (mención de honor en escultura 2001), Jaume Simó Sabater
(tercer premio en 1996 y primer premio en 2002 en la categoría de escultura),
Yolanda Adrover (primer premio de escultura en 2002), Mitos Colom (primer
premio de fotografía y mención de honor de pintura en 2002), Aina Perelló
(ganadora del certamen de 2003 ya bajo el epígrafe genérico de artes visuales),
la menorquina Núria Marquès (vencedora en 2004), el ibicenco Santiago Vich
(triunfador en 2005), el valenciano Robert Ferrer (galardonado en 2008), así
como la nueva savia de nacidos en los años ochenta: Onofre Caldentey, Neus
Marroig y Enric Socias (primer premio y menciones especiales de 2006), el
ganador del certamen de 2007, Albert Pinya, la segunda clasificada, la ibicenca
Sara Tur, y, por último, Lara Fluxà y Joan Cabrer, segundo y tercer premio
respectivamente de la convocatoria de 2008.
En
un intento de aprovechar esta selección de artistas, normalmente oportuna, que
los propios premios iba deparando, surgió “RetroActiva”, una propuesta que se configuró a la manera de una
singular retrospectiva de Art Jove realizada
desde un punto de vista algo diferente. Una iniciativa nacida en 2008 que
impulsa, desde el campo institucional, intervenciones del arte más actual por
las calles de Palma. Cinco instalaciones en cada ciclo, con sede en un contexto
urbano, que tienen como objetivo incitar y excitar el diálogo espontáneo entre
la creación contemporánea y los ciudadanos. Los primeros artistas
seleccionados, entre todos los ganadores y menciones especiales de los premios,
fueron Yolanda Adrover, Carles Gispert, Núria Marquès, Jaume Simó Sabater y
Enric Socías (Palma, 1981). La segunda convocatoria se ha celebrado
recientemente, en septiembre de 2010, y los elegidos para producir una
instalación en una calle de Palma escogida por ellos mismos son: Mitos Colom
(Palma, 1977), Pep Guerrero, Neus Marroig (Sóller, 1982), Marian F. Moratinos y
Aina Perelló. “RetroActiva”
cuenta con la peculiaridad, además, de ser una propuesta que se añade al
programa de la prestigiosa Nit de l'Art palmesana, un evento promovido por las asociaciones de galerías de
Mallorca que cuenta con el apoyo de las instituciones de las Islas Baleares y
en el que la participación del espectador cobra especial relevancia, un marco
idóneo para los planteamientos que caracterizan a “RetroActiva”.
Cabe
citar, aunque de manera algo sucinta, la propuesta auspiciada también por el
Govern Balear que recibe el nombre de “Praxis”, una convocatoria que surge con la idea de fomentar
la creación entre los artistas más jóvenes de las islas, recién licenciados en
Bellas Artes en alguna facultad española, y que, justo en este momento,
comienzan su carrera profesional dentro del mundo de la plástica. La primera
exposición, celebrada en 2009, se tituló “Praxis MMIX” y reunió alguno de los nombres que empiezan a sonar
en el competitivo campo del arte contemporáneo balear: Joan Cabrer, Lara Fluxà
(Palma, 1985) o Bartomeu Sastre (Palma, 1986); mientras que para “Praxis
MMX”, la segunda muestra de este
ciclo que tuvo lugar en septiembre de 2010, se seleccionó, entre otros, a Joana
Esteve (Muro, 1987), Alelí Mirelman (Palma, 1987) y Jaume Orejuela (Pollença,
1981).
6.
Otros certámenes de artes plásticas, no específicamente jóvenes, que premian y
consolidan planteamientos emergentes.
Sin
duda el certamen más importante de artes plásticas de Baleares, tanto en
prestigio como en dotación, es el premio Ciutat de Palma “Antoni Gelabert”
d’Arts Plàstiques, una convocatoria
que ha marcado la pauta de calidad de los concursos de arte contemporáneo en
nuestra comunidad y, como no podía ser de otro modo, se ha convertido en uno de
los legitimadores más contrastados para las propuestas de carácter emergente.
Su nómina de galardonados y seleccionados es amplia, aunque acercándonos a la
década y al tema que nos ocupa, parece necesario mencionar, por lo menos, a
algunos de los emergentes más reconocidos que han obtenido alguna distinción en
el certamen. Así cabe recordar que Martí Antoni Monjo ganó en 1997, que Amparo
Sard lo hizo en 1999, que Rafel Perelló se alzó con el triunfo en 2002, que
Joan Morey (Sant Llorenç des Cardassar, 1972) se adjudicó la convocatoria de 2003,
que Núria Marquès y Rafel Bestard fueron mención de honor en 2004 y 2007
respectivamente, o que Cecilia Segura recibió un accésit en la cita de 2008;
todos ellos acompañan en el palmarés a dos representantes de este “Art
emergent (IV)”: Paz Alcoverro, ganadora
en 2008, y José Ángel Sintes (Alaior, 1978) primer premio de 2009.
Otro
concurso de dilatada y consolidada trayectoria es el Ciutat de Manacor
d’Arts Plàstiques que, desde 1994,
viene dando una expresión del arte más actual a partir de su selección de
finalistas. Por limitar el enunciado a los certámenes del 2000 en adelante,
diremos que Rafel Perelló lo ganó en ese mismo año, Rafel Adrover lo hizo en
2002, Pep Guerrero en 2003, Maria Antònia Mir en 2005, Aina Perelló en 2006,
Rafel Bestard en 2007, y Yolanda Adrover y Joan Cabrer, participantes en el
presente “Art emergent (IV)”, lo
lograron en 2009 y 2010 respectivamente. También es importante remarcar la
calidad y longevidad del afamado Certamen Internacional d’Arts Plàstiques de
Pollença que, en el presente año, ha
cumplido su edición número XLVII y que ha contado entre los seleccionados en
sus diferentes convocatorias con obras de Aina Perelló, Núria Marquès o Gabriel
Pericàs (Palma, 1988). Otros premios dignos de mención son el Certamen
Interncional d’Arts Plàstiques Vila de Binissalem, ganado por Maria Antònia Mir en 2006, por María
Isabel Uribe en 2007 y en el que Joan Servera “Peix” obtuvo el tercer puesto en
2008; el Certamen d’Arts Plàstiques Rei en Jaume de Calvià, obtenido por Mitos Colom en 2007, Isabel de Castro
Jung (Palma, 1976) en 2008, Robert Ferrer en 2009 y Neus Marroig en este 2010;
o el Certamen de Pintura de Sant Marçal en Marratxí, ganado en 2009 por Mónica Fuster (Palma, 1967) y en 2010
por Joan Vallespir.
7.
Galerías sensibles al arte emergente. El proyecto Noves Presències y Art Palma Project.
Una
de las características más sorprendentes de la ciudad de Palma y, por
extensión, de la isla de Mallorca, es su extraordinaria densidad de espacios
expositivos consagrados al arte contemporáneo, seguramente al mismo nivel que
algunas de las grandes capitales europeas. Un abanico de posibilidades tan
extenso que facilita que los creadores –los que aquí residen y los que vienen
atraídos por el efecto llamada que genera esta singular “tierra de
oportunidades”- dispongan de multitud de opciones para que sus propuestas vayan
viendo la luz, incluso, y dependiendo del artista, con cierta regularidad; una
abundancia que desgraciadamente no ha tenido el mismo ratio de cobertura para
el resto de nuestras islas, quedando Menorca e Ibiza atendidas de una manera
bastante desigual. Centrándonos ya en el ámbito de las galerías comerciales –en
el sector privado- se puede decir
que hay un potente grupo de espacios plenamente consolidados, de dilatada y
solvente trayectoria, que encaminan su itinerario por la senda del arte actual,
sin apenas fisuras, aunque, por supuesto, ponderado por el gusto de aquellos
que dirigen sus designios. Muchas de estas galerías, de calidad más que
contrastada, han realizado una apuesta decidida por el arte emergente de
nuestra comunidad, una labor necesaria para terminar de afianzar los caminos de
unos creadores, cada vez más consolidados, mientras van poniendo a prueba sus
obras ante ese juez despiadado que es el mercado.
Dentro
de este primer y selecto grupo de galerías cabe destacar la tarea continua y
estimulante de la Ferran Cano –tanto en su sala de Ciutat, en pleno casco
antiguo, como en su celebrado espacio de Barcelona- una línea expositiva que
siempre va en beneficio de las propuestas más emergentes y, sobre todo,
arriesgadas. Limitándonos a la galería de Palma y a esta década que nos ocupa,
la relación de exposiciones es amplia, Pep Guerrero en 2001, 2005, 2008 y 2009,
Pedro Oliver en 2003 y 2008, Amparo Sard en 2003[3]
y 2007, Yolanda Adrover en 2005 y, entre otros, Julia García en 2006[4].
Pelaires, con más de 40 años de galerismo a sus espaldas, no descarta las
propuestas emergentes y ha dado su apoyo, últimamente, a artistas como Natxo
Frisuelos (Palma, 1976), Guillermo Rubí (Palma, 1971) y Blanca
Pérez-Portabella; ésta última también expuso[5]
en la Galería Horrach Moyà donde, precisamente, comparecen Susy Gómez
(Pollença, 1965), Joan Morey o Jaume Simó Sabater. En los dos espacios de la
Maior –Palma y Pollença- han mostrado su obra Cati Aguiló[6],
Joan Cortés (Pollença, 1964), Mónica Fuster, Núria Marquès o Aina Perelló[7];
mientras que la Galería Xavier Fiol ha dedicado alguna de sus exposiciones a
Marta Blasco (Manises, Valencia, 1974), Xisco Bonnín[8],
Ricard Chiang, Mercedes Estarellas[9],
Santiago Picatoste o Concha Vidal (Palma, 1975).
El segundo conjunto de
galerías insertas en el seno de la generosa oferta mallorquina de salas
comerciales, podría ser definido como un grupo de espacios que, en sí mismos,
pueden ser considerados emergentes, una serie de proyectos, prácticamente todos
de nacimiento reciente, que tienen una sensibilidad casi exclusiva para
programar propuestas de arte joven y actual. Entre ellos hay que mencionar la
interesante trayectoria de ABA Art Contemporani con muestras tan significativas
para la emergencia balear como son las de Toni Amengual (Palma, 1980), Isabel
Ferrer Tapia (Palma, 1973), Harold Jiménez (Cali, Colombia, 1972)[10]
o María Isabel Uribe; también La Caja Blanca con Kira Ball (Palma, 1976)[11],
Mitos Colom[12], Bárbara
Juan (Palma, 1965) o Marian F. Moratinos; así como SkyistheLimit donde destacan
Diana Coca (Palma, 1977)[13],
Magdalena Ferragut (Palma, 1979)[14],
Susana Muñiz (Madrid, 1967), Nano Valdés (Palma, 1969) y Marcos Vidal. También
es importante citar la labor de otro tipo de espacios, con algunas
peculiaridades distintivas, como son Addaya centre d’art contemporani, que
maneja una interesante y profusa nómina de artistas extraordinariamente jóvenes
–Joan Ávila (Palma, 1980), Arantxa Boyero (Palma, 1982), Jaume Orejuela o Julià
Panades (Palma, 1981)[15]-
junto a otros con una trayectoria algo más dilatada –Yolanda Adrover, Paz
Alcoverro, Robert Ferrer, Tomeu Simonet “Gorriomoixa” (Alarò, 1973) o Joan
Vallespir-. En el caso del Centre d’Art la Real la lista incluye a Javier
Cadavieco (Palma, 1978)[16]
y Bárbara Vidal (Palma, 1979), mientras que las propuestas sugerentemente
alternativas de Intersecció Art han sido frecuentadas por creadores como Onofre
Caldentey (Palma, 1980), Neus Marroig, Víctor Moragues (Palma, 1978), Maria
Simón Masip (Palma, 1983), Enric Socias o Evarist Torres (Eivissa, 1970).
Quizás una de las
propuestas que ha servido de más ayuda en las carreras de los artistas
implicados y cuya repercusión mediática ha sido mayor, es el mencionado
programa Noves Presències, una
colaboración entre las galerías mallorquinas y el Consell Insular de Mallorca
que incluye una serie de ayudas económicas y adquisición de obra a favor de
creadores a los que se les organiza una primera exposición individual en un
espacio comercial. El proyecto, nacido en 2002, contó en principio con la
colaboración de todas las galerías asociadas de la isla, pero a partir de la
convocatoria de 2005 el colectivo Art Palma –que había nacido de una escisión,
un año antes, de la Associació Independent de Galeries d’Art de Balears, AIGAB-
se desmarcó de la convocatoria, dejando a los miembros de esta última
agrupación como únicos integrantes de la cita. Un ciclo de exposiciones anual
que, desde hace un tiempo y al margen de la muestra individual que cada espacio
organiza para cada uno de sus artistas noveles, culmina con una colectiva en el
Centre Cultural de la Misericòrdia de Palma en el seno de los actos de la, cada
vez más multitudinaria, Nit de l’Art. A parte de las exposiciones que ya se han
señalado en los dos párrafos que preceden a éste, creemos de utilidad citar las
siguientes: en el 2002, la de Marian F. Moratinos en la Bennàssar de Pollença,
Catalina Julve en la Quàsars de Manacor y la de Marcelo Viquez (Montevideo,
Uruguay, 1971) en la desaparecida Galería Mediterrània; en 2003, Pedro Vidal en
la Joan Guaita Art, Isabel Ferrer Tapia para la Galería Camba, Astrid Colomar
en Altair o Joan Àvila, también para la Mediterrània; en 2004, Mateu Estarellas
en la Bennàssar, José Hevia (Palma, 1976) en ABA Art o Tomeu Simonet
“Gorriomoixa” en la desaparecida Lebasi; en 2005 José Juan Gonzálvez (Palma,
1973) en el Centre Cultural Asbaek d’Andratx; en 2007 –tras la suspensión del
programa durante todo el 2006- Joan Cabrer en la Galería Joan Oliver “Maneu”,
Robert Ferrer en la Mediterrània e Isabel Serra (Inca, 1981) en Can Janer; y en
las convocatorias de 2008 y 2009 respectivamente: Sylvia Wolterman
(Stadskanaal, Holanda, 1978) y Camila Puls (Palma, 1980) ambas para el Centre Cultural Asbaek
d’Andratx.
Fue
en 2005 –año en que la asociación de galeristas Art Palma dejó de participar en
el proyecto Noves Presencies-
cuando se constituyó el llamado Art Palma Project, una propuesta de la Associació d’Artistes Visuals de
les Illes Balears –AAVIB- y de la mencionada agrupación de espacios privados,
que contaba con el apoyo del Govern, del Ajuntament de Palma y del Consell de
Mallorca. Un premio que consistía en la organización de una exposición
individual al año en una de las galerías pertenecientes a Art Palma de uno de
los artistas emergentes afiliados al citado colectivo, elegido, lógicamente,
por un jurado designado a tal efecto. El proyecto se inauguró con la
interesante propuesta de José Antonio Troya (Logroño, 1967) que tuvo como
ilustre sede la Galería Pelaires. El año siguiente la triunfadora fue Julia
García y su “El hombre pulmón”,
una exposición en la Galería Ferran Cano que se convirtió en una exquisita y
ajustada muestra de algunos de los argumentos y de las delicadas formas que
frecuenta esta artista.
8. Desde la escena alternativa: La casa del cactus, La fàbrica de licors, La resistencia de l’art, Visionaris y las publicaciones independientes.
Cualquier
ecosistema de creación contemporánea que se precie siempre debe tener su cuota
de alternatividad, un escenario de sana independencia que dé cabida a aquellas
propuestas que, por concepto o por riesgo, todavía se encuentran al margen de
las instituciones y del mercado, unos estamentos que habitualmente prefieren el
control a la incertidumbre. Este canal alternativo se convierte en una vía para
albergar y difundir los proyectos menos comerciales, más osados, críticos,
experimentales –¿quizás más emergentes?- con la libertad algo matizada que
suelen mantener la mayoría de estos colectivos. Propuestas que orbitando
alrededor de los caminos establecidos, a mayor o menor distancia, intentan
expandir iniciativas que tienen una salida más compleja en el difícil circuito
del arte. Estas organizaciones cubren un espectro muy necesario para la
promoción de las plásticas, encargándose de dar cobijo a contenidos de un tenor
más singular en el seno de unos espacios algo diferentes, unos colectivos de
virtudes claras pero con una serie de problemas recurrentes que suelen generar
una existencia compleja y, casi siempre, limitada en el tiempo; una suerte de
patologías comunes que acaban afectando a un canal de emisión creado por amor
al arte pero que termina modificado, casi siempre perjudicado, por cuestiones
completamente terrenales.
Y
es que estas iniciativas suelen proceder del empuje de un grupo concreto de
personas en confluencia momentánea de voluntades e intereses, aficionados,
profesionales de sectores afines –o no tanto- que a la misma velocidad que
agotan su ilusión, fuerzas o dinero, van perdiendo el fuelle necesario para
mantener el empuje del proyecto. Estos colectivos viven del ánimo de sus socios
y, por este preciso motivo, suelen caminar a una velocidad inconstante,
desapareciendo y rebrotando, mientras van variando su composición humana y, con
ello, las sensibilidades en la selección, producción y difusión de sus
propuestas, configurando un panorama difuso donde los criterios que asumen
pueden parecer algo irregulares. Pero el problema fundamental, como casi todo
en esta vida, es de financiación. Infraestructuras y proyectos requieren
inexcusablemente unos fondos que pueden poner en peligro el carácter más
esencial de estas iniciativas: su independencia. Efectivamente, no resulta raro
que estos colectivos puedan verse atrapados en una espiral donde la propia
búsqueda del dinero, como medio, les haga recurrir al mercado o al compromiso
institucional modificando sus parámetros de selección en pos de propuestas más
comerciales o apelando a patrocinadores, normalmente públicos, que a la vez que
les suministran el dinero necesario pueden hacerles perder su genuina e
intransferible esencia, fiscalizando sus contenidos, moderando sus criterios o
entrometiéndose en sus planteamientos.
Estas
propuestas, algunas de ellas apoyadas sobre interesantes ideas, han ido
apareciendo, sumergiéndose, renaciendo y extinguiéndose, según la potencia de
su propia fórmula y de cómo este poderío ha ido aguantando los sucesivos
problemas -humanos o económicos- que con el devenir del tiempo y el desarrollo
del proyecto van surgiendo. La realidad es que por estas islas han comparecido
conceptos ligados a las plásticas tan interesantes como la plataforma de arte y
difusión La casa del cactus cuyos
artífices fundamentales fueron los artistas Cati Aguiló y Carles Gispert,
siempre en colaboración con otros creadores que iban fluctuando según la
convocatoria concreta. Un planteamiento que inició su recorrido allá por 1996
en una antigua casa del pueblo mallorquín de Ses Salines, un lugar que quedaba,
cada verano, a disposición de una singular colonización artística. Tras irse
del espacio físico que le da nombre, el proyecto comenzó a desarrollarse en
nuevas y variadas ubicaciones, de ello dan buena prueba “Ultramarinos” (2001) un completo programa que incluía
exposiciones, performances e intervenciones multimedia que se desarrollaron en
diferentes contextos de Barcelona; también en 2001 concurrió “Archipiélago-cactus” imbricado dentro de la oferta del festival
mallorquín de música Isladencanta.
Ambas citas contaron con artistas como Yolanda Adrover, Joan Cortés, Mónica
Fuster, Fabián Schalekamp y Marcos Vidal, al margen, por supuesto, de los
comentados Cati Aguiló y Carles Gispert.
A
estos proyectos le siguió en 2002 “Panem et circenses” organizada junto a la empresa de gestión cultural
más activa de esta década en Baleares, Tres serveis culturals, una idea que
convocó a artistas, estudiosos y colectivos con el objeto de convivir y
desarrollar durante ocho días todo un programa de talleres, mesas redondas,
performances y exposiciones; un lugar de reflexión, pero también una cita con
cierto componente lúdico, una combinación que este tipo de asociaciones siempre
ha sabido manejar muy bien. En este evento intervinieron, entre otros, Mariano
Mayol (Palma, 1965), Jaume Simó Sabater, Joan Sastre (Selva, 1961) o Marcos
Vidal. No fue hasta 2007 cuando esta asociación volvió a participar en una
propuesta plástica en Mallorca, en este caso tuvo lugar en el Monasteri de La
Real y se tituló “Cimentiments o no m’asfaltis el respecte” donde, con una evidente carga crítica e irónica,
muchos artistas trataban de hacernos reflexionar sobre temas tan controvertidos
como la corrupción, la especulación inmobiliaria o la contaminación, aquí nos
encontramos a Pedro Oliver, Carles Gispert, Susana Muñiz, Pepi Hervás (Palma,
1978), Juan Gavilán (Palma, 1977), Magdalena Ferragut, Amparo Sard, Bárbara
Juan, Joan Sastre, Joan Cortés, Mónica Fuster, Jaume Simó Sabater, Fabián
Schalekamp o Pedro Vidal. Por último cabe mencionar también un proyecto
coordinado por este colectivo en 2009 y que se llamó “Atelier CRISI”, un contenedor de ideas donde se invitó a gente muy
diversa a exponer su sensibilidad, su acción o su lucha entorno a esta
complicada situación global que, todavía hoy, andamos sufriendo; una crisis que
se vio bajo el prisma de las propuestas de Rafael Adrover, Susana Muñiz, Pedro
Oliver o Jaume Simó Sabater, entre otros.
La
fàbrica de licors junto con La
resistència de l’art fueron, durante
los años que mantuvieron su proyecto, los únicos espacios expositivos
independientes sin ánimo de lucro que consolidaron una programación continuada
en las Baleares. La fàbrica de Licors, concretamente, era un grupo heterogéneo y joven de personas vinculadas
a la fotografía, el diseño y el arte, que defendían unos conceptos de la cosa
plástica muy diversos y que planteaban sus propuestas como una especial y
curiosa simbiosis en las mismísimas entrañas del casco antiguo de Palma. Xisco
Bonnín, Magdalena Ferragut, Juan Gavilán, Pepi Hervás y el que firma estas
líneas, Fernando Gómez de la Cuesta, emprendimos una actividad completamente
alternativa que se extendió desde 2002 hasta 2006 y en la que se englobaban
talleres, ciclos de proyecciones, música, sesiones de dj, performances, instalaciones
y, por supuesto, exposiciones. Por sus salas pasaron algunos de los proyectos
menos convencionales de la isla y muchos de los representantes emergentes de la
fotografía y las artes visuales en las Baleares: Javier Izquierdo (Palma,
1976), Javier Cadavieco, Dani Cardona (Palma, 1971), Julia García, Susana
Muñiz, Marta Blasco, Paz Alcoverro, Marcos Vidal, José Juan Gonzálvez, Marcelo
Viquez, Diego Dintino (Montevideo, Uruguay, 1970), Carles Gispert, Tatiana
Sarasa o Pedro Oliver, integraron algunas de las propuestas individuales, las
colectivas, participaron en su project room o impartieron talleres, siempre vinculados, todos
ellos, a contribuir a la difusión de una nueva manera de hacer, transmitir y
consumir arte contemporáneo.
La resistència de l’art también planteaba una oferta multidisciplinar que
nos aproximaba a la creación plástica de una manera lúdica, reivindicando la
figura del artista dentro de la cadena de producción del arte y defendiendo un
concepto de profesionalización de los servicios artísticos que permitiera
mantener económicamente los proyectos que se iban gestando. Marga Nicolau y
Mercedes Estarellas fueron las encargadas de consolidar el desarrollo de esta
idea durante los más de tres años que tuvieron de actividad (2003-2006) en los
que incluyeron propuestas de Juan Gavilán, Pepi Hervás, Susana Muñiz, Marcos
Vidal o Marcelo Viquez. Con la desaparición de La fàbrica y de La resistència el panorama alternativo de espacios no comerciales de
las Baleares quedó sin apenas contenido, siendo quizás, el ciclo de
proyecciones “Visionaris”, la
única propuesta que recoge algo de aquel espíritu desinhibido y mestizo que
trataba de acompañar el arte con talleres, música, participación y diversión;
una convocatoria que cada inicio de verano tiene lugar en la Fundació Pilar i
Joan Miró de Palma, promovida, desde 2008, por el colectivo Samakineta, compuesto por Xisco Bonnín, Pepe Cañabate, Javier
Izquierdo y Rif Spahni. Una asociación que se ha marcado como objetivo
mostrarnos la obra fotográfica de creadores de todo el mundo, incorporando, a
la vez, algunos baleares emergentes como son: Toni Amengual, Dani Cardona,
Victor Moragues, Bartomeu Sastre, Evaristo Torres, Bárbara Vidal, José Juan
Gonzálvez o Isabel Santandreu (Valldemossa, 1976). Para concluir este epígrafe
también parece necesario mencionar la labor de tres publicaciones
independientes que con sus contenidos han difundido, no sólo las propuestas de
arte emergente de nuestra comunidad si no también aquellos desarrollos
artísticos que difícilmente hubiesen encontrado eco en la prensa escrita de
nuestras islas, hablamos de las revistas Youthing –dirigida por los hermanos Quetglas- DP
progressive urban culture –que tiene
por editor a Gori Vicens- y Casatomada –cuyo artífice fundamental fue Horacio Alba-.
9.
Algunas exposiciones colectivas a modo de ejemplo.
Intermediando
esta primera década del siglo XXI y sin la posibilidad, ni el ánimo, de ser
exhaustivos, hemos seleccionado tres exposiciones colectivas que, por
diferentes motivos, pueden colaborar a redondear esta perspectiva del arte
emergente balear. Por eso nos hemos centrado en una curiosa terna de propuestas
realizadas casi a mitad de década –entre 2004 y 2005- para que nos ayuden a
configurar una perspectiva más global de lo que ha sido el arte contemporáneo
en nuestra comunidad. Dentro de las jornadas “Palma ciutat del món” organizadas por el Ajuntament de Palma en octubre de
2004, se presentó una muestra colectiva titulada “Mestizos” comisariada por el que esto suscribe y que tenía la
intención de mostrar las visiones de diferentes artistas sobre la evidente
metamorfosis que está experimentando la moderna noción de ciudad, haciendo
especial hincapié en las nuevas relaciones que se suscitan entre sus
habitantes, los ciudadanos, donde los importantes flujos migratorios a nivel
mundial, el cada vez más frecuente contacto entre las diversas culturas y el
efecto globalizador de los nuevos medios de comunicación y difusión, van
provocando una redefinición, veloz y continua, de todo este entramado de
(des)conexiones humanas. Los artistas seleccionados fueron Antonio Camba (San
Sebastián, 1961), Cecilia Segura, Marcelo Viquez, Marcos Vidal, Marta Juan
(Palma, 1980) y Ferran El Otro (Barcelona, 1980), Mitos Colom, Diego Dintino,
Oswaldo Fernández (Bogotá, Colombia, 1962), Pastora Muncunill (Barcelona,
1975), Pedro Vidal, Pepi Hervás, Ramón Company, Sonia Ibáñez (Moncofa,
Castellón, 1974), Susana Muñiz y Xim Izquierdo (Palma, 1975), unos creadores
que, valiéndose de técnicas que iban desde la videocreación a la pintura,
pasando por la fotografía, la instalación o la escultura, conformaron un
conjunto de piezas donde primaba, por encima de cualquier otra cosa, el
mensaje.
Poco
después, en diciembre del mismo año, tuvo lugar en el Centre Cultural Asbaek
d’Andratx la completa exposición “Somnis i malsons” comisariada por Pilar Ribal. Una muestra que nos
permitió paladear el macabro y refinado esteticismo de Ricard Chiang, el
“brico-arte” kitsch e irónico de Marcos Vidal, el sarcástico surrealismo de
Viquez, las ensoñaciones cinéfilas de Marta Blasco, la excitante sensualidad
deportiva de Pedro Vidal, la simbiosis entre lo onírico y lo cotidiano de
Carles Gispert, las sugestivas metamorfosis de Julia García, el juego
evocadoramente pop de Tatiana Sarasa, o las inquietantes y sutiles creaciones
de Amparo Sard; un mundo de sueños, deseos y alguna pesadilla que terminaba de
completarse con las piezas de Yolanda Adrover, Xisco Bonnin, Antonio Camba,
Jesús Cánovas, Ramon Company, Paco Espinosa, Mercedes Estarellas, Pep Guerrero,
Bàrbara Juan, Marian F. Moratinos, Susana Muñiz, Marga Nicolau, Blanca
Pérez-Portabella, Fabián Schalekamp, José Tobal y María Isabel Uribe.
Ya
en 2005 se celebró la colectiva titulada “Bombeo de amor”, una exposición que, aparte de la característica
evidente de aglutinar de nuevo a algunos de los principales representantes de
la emergencia balear, se le unía el interés de ser un proyecto que trascendió
las fronteras y se exhibió en Ámsterdam, concretamente en el W.G. Kunst Expozaal.
Una muestra que tenía su origen en 2003 y que, después de un par de escalas
isleñas, completó su desarrollo en la capital holandesa, una ciudad ideal para
compartir un proyecto de artes plásticas donde el amor, sus flujos y sus
derivados, esenciales o desnaturalizados, eran los protagonistas. Los amantes
amados, artistas implicados, eran un grupo de calidad, heterogéneo y potente:
Marcos Vidal y su máquina de pasar tarjetas de crédito que, literalmente, hace
el amor con una Barbie; los metafóricos cinco tipos de abrazos de Susana Muñiz,
porque el amor no es sólo uno; las pasiones, locuras y desmesuras del amor,
vistos por un esteta llamado Juan Gavilán que continuamente corre en busca de
la belleza; la esencia del amor, endodérmico y abstracto, que aflora del
corazón de Julia García; la no tan poderosa Afrodita de Mercedes Estarellas,
que lucha, duda, goza y se consume bajo la llama del amor; Xisco Bonnin y sus
paisajes fotográficos postmodernos, reflejo del oficio más viejo del mundo y,
por último, las pinturas de exquisita técnica de Marta Blasco y sus amores de
película. Todo obras bien planteadas, formal y conceptualmente, que asumen la
idea germinal y la desarrollan de una manera más que correcta, mientras dan una
oportuna expresión del arte más joven y moderno que, por aquellos entonces, se
estaba realizando en Baleares.
10.
…Y por fin “Art emergent (IV)”.
Con
este bagaje cada vez más extenso llegamos a 2010 y a esta cuarta cita de “Art
emergent” en la que, por supuesto,
no es una casualidad que casi todos los elegidos hayan comparecido en muchas de
las propuestas que hemos ido desgranando en los epígrafes anteriores, unas
notas previas que se han hecho con la intención de coger cierta perspectiva
sobre los últimos diez años de arte emergente balear y que sirven de contexto
para la selección de artistas que nos ocupa. Una decisión, escoger estos diez
creadores, que siempre se convierte en algo complejo e incompleto, máxime si
los que tienen posibilidades son tantos como concurren en nuestras islas. Para
atenuar esta sensación de inseguridad lo mejor es no perder de vista la
sencillez con la que se ha planteado el presente proyecto: dejar testimonio de
algunas de las nuevas aportaciones de calidad a la plástica de nuestra
comunidad, diez miradas más –que ya suman cuarenta- dentro de la infinita
multiplicidad que caracteriza la emergencia de la plástica actual. Un conjunto
heterogéneo de artistas que van aportando su contribución personal e
intransferible a este magma insondable que es la creación contemporánea gracias
a una obra solvente y contrastada, donde trayectorias consolidadas y artistas
jóvenes comparecen en el seno de un elenco sugerente y variado, como también lo
es, precisamente, el arte más reciente. Los participantes en esta convocatoria,
Yolanda Adrover, Paz Alcoverro, Joan Cabrer, Julia García, Lourdes Grivé,
Miquel Mesquida, Jaume Simó Sabater, José Ángel Sintes, María Isabel Uribe y
Marcos Vidal, han seguido, como no podía ser de otra manera, unos itinerarios
muy personales, con unas propuestas completamente diferentes y con unos
conceptos absolutamente diversos, pero uniéndoles a todos una acentuada
preocupación por las formas y los contenidos de la plástica actual, una materia
de trabajo, un objeto de consideración y una fuente de análisis, que es el
verdadero motivo de la presente propuesta y, por extensión, del texto que la
acompaña.
Un
decálogo (cualquiera) para un arte emergente (singular)
Para un crítico de arte, a
veces historiador, no hay nada más interesante que tener la oportunidad de
reflexionar sobre cierto contenido después de haber hecho algo de historia. A
modo de decálogo –como no- introduciremos diez cuestiones de entre las
infinitas dialécticas que frecuentan el arte contemporáneo actual,
sosteniéndonos en la estimable investigación que cada uno de los artistas de
este “Art emergent IV” ha
emprendido. Diez cuestiones, diez, que se unen a los innumerables debates que
dan contenido a la plástica de nuestros días y que tan sólo nos van a servir
para proporcionar una visión incompleta, incluso sesgada, de todo lo que está
ocurriendo en el arte de ahora, porque lo inabarcable, obviamente, sólo se
puede explicar de manera parcial. Diez motivos para la reflexión en el seno de
una plástica contemporánea peculiar, insondable, mientras nos vamos basando,
apoyando y creciendo junto a las singulares y sólidas piezas de la decena de
artistas que han sido seleccionados para este “Art emergent (IV)”.
1.
Vírgenes, putas, madres e hijas (para un arte sin género por favor). Yolanda
Adrover.
Endinsant-se en aqueix territori íntim on se
succeeix la batalla del dia a dia i es desenvolupa la vertadera identitat,
Yolanda Adrover incorpora el seu discurs artístic al d’una genealogía de
creadores que han fet de la casa i els rols socials el centre de llur reflexió[17]
Siempre he sido enemigo de
los tópicos pero soy consciente de que el ritmo frenético de los tiempos,
alienante y desesperante, precisa una determinada dosis de generalizaciones
para que nuestra compleja y desquiciada contemporaneidad sea algo más sufrible.
En un mundo donde lo más sencillo puede llegar a complicarse hasta el absurdo,
nos vemos obligados a recurrir, más de lo que desearíamos, a ciertas
convenciones reductoras y empobrecedoras que, por supuesto, consiguen simplificar
nuestras vidas a cambio de ir perdiendo por el camino casi todos los conceptos
que pudieran resultar interesantes. De ahí al vacío absoluto apenas hay un
paso. Luchar contra estas generalizaciones, contra estas convenciones, contra
estos tópicos, y contra los abusos, las desigualdades y las estupideces que
provocan, se suele convertir en una tarea titánica y muchas veces estéril. El
ser humano se sienta sobre ellos cómodamente, depositando todo su peso,
mientras le hacen la vida mucho más relajada, le evitan pensar, interrogarse,
dudar, pero también crecer, moverse y avanzar. Somos más epidérmicos que
profundos y es por ese motivo por el que a menudo nos conformarnos con lo
exterior, con lo simple, mientras vamos confundiendo, para nuestra propia desgracia,
muchas de las formas y gran parte de los contenidos.
No
creo en el arte de género ni en el género en el arte. Creo en las ideas, en sus
desarrollos y en sus maneras. Hablar de género en el mundo del arte puede ser
un error y hablar de arte de género un error completo. En realidad todo se
explica mejor a través de ciertas sensibilidades comunes, de algunas voluntades
concurrentes, de las ideas que se desarrollan, de las formas y de las maneras
que se frecuentan, de las vidas, de las formaciones, de las inquietudes, de los
deseos y de las expectativas que se generan y que, en ocasiones, también se
cubren; todos ellos son argumentos para intentar entender cualquier
planteamiento bastante más fiables que el sexo de la persona que crea la pieza,
aunque lo relacionemos con las formas que practica y los temas concretos que
trata. A menudo, refiriéndose a la obra de Yolanda Adrover, he visto confundir
su género con su arte. En Adrover, el odio y el amor, el dolor y el placer, la
soledad y la convivencia, se suceden en un singular ciclo catártico donde el
arte se constituye en el elemento sanador de los males sociales y personales
que la artista detecta, el contrapeso que cura su alma y sitúa el fiel de la
balanza en una posición equilibrada, encargándose, también, de mostrar los
caminos para que nuestra sociedad se desenvuelva de una manera más correcta,
más ética, más civilizada. Una búsqueda de ese equilibrio que es alcanzado a
base de producir, en un incontenible desahogo y desalojo de miedos, tabúes, errores,
aciertos, deseos y complejos, un arte donde la convivencia puede ser un campo
de batalla, donde la sociedad es un lugar de conflicto y donde el sexo aparece,
a veces, como una lucha caníbal. Unas piezas en las que la figura de la mujer
refleja toda esa infravaloración social que ha padecido y el hombre manifiesta
toda su maravillosa prepotencia, mientras la artista, con la rebeldía
necesaria, denuncia tantos y tantos años de menosprecio gracias a unas obras
que superan, con solvencia, el complicado envite planteado.
Un
menoscabo que en el ámbito de la creación plástica no sólo queda patente por la
evidente falta de mujeres artistas que se han recogido en los libros de
historia del arte, si no también por el monopolio que, hasta hace unos años,
tenía el hombre sobre su representación, sobre la iconografía de las mujeres
que se estandarizaba y trascendía como expresión de los roles que debían
asumir. Haciendo una generalización deliberadamente falsa y maliciosa:
vírgenes, putas, madres e hijas, conformaban los cuatro patrones básicos en los
que la imagen femenina se desenvolvía, heroínas muy pocas, luchadoras algunas y
mejores que los hombres ninguna. Al margen de las pioneras vanguardistas y de
la extraordinaria, polifacética e inconmensurable Louise Bourgeois, quizá fue
la nueva fotografía la primera en habilitar un medio democrático para poner las
cosas en su sitio, Dora Maar, Cindy Shermann o Francesca Woodman, muchas veces
utilizándose a ellas mismas como modelos, empezaron a conseguir que los roles de
las mujeres comenzaran a modificarse, precisamente, a partir de sus propias y
previas representaciones. Primero vino la imagen, la idea, luego llegó el
cambio. Yolanda Adrover, sin embargo, no se limita tan sólo a un medio como la
fotografía si no que emplea sin complejos todos los que tiene a su alcance con
una maestría que, sin duda, diferencia su obra. Sus sacos de boxeo
confeccionados con retales y combinados con unos peculiares guantes de lavar
platos que sirven para golpearlos, esos óvalos bordados que encumbran a los
altares aquella imaginería que representa al hombre y a la mujer, todavía con
un atrezzo desigual, o sus finos dibujos plenos de ironía, dejan al descubierto
una triste realidad –que lo sigue siendo- gracias a un acertado desarrollo conceptual
y una estética exquisita que conecta sus bellas y desasosegantes metáforas con
toda esa elaborada poesía de la vida cotidiana que, de una manera afortunada,
caracteriza gran parte de su obra.
2.
El ordenador es Dios (e Internet su profeta). Paz Alcoverro.
Perduda la seva individualitat i el seu propi suport
físic, la imatge, multiplicada fins a l’infinit, flota en l’èter de la
iconosfera contemporània, el ciberespai que conforma Internet, els disc durs
dels ordinadors, les targetes de memòria i en la nostra pròpia ment modelada
per una cultura eminentment visual.[18]
Posiblemente una de las
cuestiones que más llama la atención del actual ecosistema de las plásticas,
sea esa aplastante mayoría de artistas multimedia que comparecen ensimismados
delante de la pantalla de un ordenador, al que, sin ningún reparo, confían gran
parte de sus ilusiones en un curioso depósito de anhelos que nunca debería
resultar intrascendente. Esta convicción casi religiosa suele servir de ayuda,
y de acto de fe, mientras el imparable huracán tecnológico que colma de
oportunidades la creación plástica se encarga de satisfacer casi todos los
deseos de los artistas, a la vez que los ciega con sus increíbles capacidades.
Un poderío desmesurado que hace que se confunda la parte que pertenece a la
destreza personal del creador con la parte que deriva de la potencia del medio.
Es por este motivo que el arte actual se convierte en algo superfluo cuando el
artista se pone al servicio de la técnica, asumiendo las coordenadas que ésta le
dicta y reduciendo sus formas y sus contenidos a los propios de la tecnología
empleada, unos creadores que van desmantelando sus autorías mientras se dejan
seducir, cómodamente, por el indudable atractivo de estas nuevas posibilidades.
Así, la infraestructura tecnológica de las plásticas se aprovecha de estos
incautos y les vende su producto, asegurándoles que, en esta espiral de
omnipotencia, todo está al alcance de su mano, convenciéndoles con lo
superficial y evitando que conozcan su verdadera esencia. Una explicación de la
creación actual que se extiende a toda una sociedad en la que los seres
humanos, gracias a estas desproporciones y sin apenas darnos cuenta,
comparecemos totalmente desbordados, alienados y en un estado de absoluta
esquizofrenia.
En el seno de este
agotador exceso digital que, como hemos señalado, no es exclusivo de los
artistas, destaca la potencia y la suma facilidad con la que cualquiera, y
desde cualquier sitio, puede acceder a Internet, la inmediatez de sus
transmisiones, la gran capacidad de sus posibilidades y la hiperabundancia de
unos contenidos que, casi siempre, comparecen en forma de millones de imágenes
y a tan sólo un clic de distancia. Una desmesura que satura sin compasión
nuestras retinas y gran parte de nuestro cerebro, consiguiendo, no sólo los
efectos positivos, comunicativos y evidentes que le son propios, sino también
todo un catálogo de lastres, degeneraciones y redundancias, que termina
viciando nuestra sensibilidad y nuestro entendimiento hasta tal punto que nos
impide percibir las cosas con absoluta nitidez, incluso, lo más sencillo. La
red, por supuesto, es un canal de información esencial pero puede resultar
también una anestesia dormidera de conciencias: de todo un poco, de nada mucho
y de mucho mal.
Desde el principio de su
actividad artística, Paz Alcoverro, presintió los enormes riesgos que se iban
creando tras la furia desmedida de la tormenta de imágenes e información que se
estaba generando y que, de manera inminente, se nos venía encima. Como resguardo
decidió interponer su cámara entre ella y la marabunta, no sólo como parapeto
físico –que también- si no como un sofisticado procesador que iba
seleccionándole lo trascendente y acercándole con cautela lo que, en principio, pudiera
resultarle incomprensible o peligroso. El ojo y la intuición de la artista
hacía el resto. Sus fotografías se constituyen desde entonces en una curiosa
mezcla de ideas, de punzante y turbador contenido, que se manifiestan como una
evidente expresión de los tiempos en los que nos ha tocado vivir. Unas
enigmáticas composiciones que, al margen del concepto, no obvian la estética de
la que se nutren: ese insondable banco de imágenes universal que continuamente
está creciendo en nuestro cibernético mundo, un catálogo infinito que los
avances técnicos en forma de captación, reproducción y transmisión de imágenes
está generando, todo un muestrario visual de lo que existe, e incluso, de lo
que no existe.
Efectivamente, Alcoverro
abastece sus obras de imágenes preexistentes, fotos de noticias periodísticas,
escenas robadas de películas, programas de televisión, arquitecturas, gente,
animales, objetos, voluntades, casualidades. La creadora se encarga de
confrontar todas estas visiones en un juego de diferentes y de iguales, para
que la imagen, sometida por la artista al contacto con otras imágenes, vaya
mutando, manteniendo o reforzando sus contenidos, una curiosa metáfora que se
gesta al amparo de esta enorme miscelánea visual y global que nos rodea. Las
piezas seleccionadas para este “Art emergent” pertenecen a dos series bien diferenciadas aunque
con nexos evidentes: la primera, “Stealing news”, anticipa su interés por la apropiación y la
recontextualización de imágenes generando nuevos significados por contacto y
ubicación, en este caso, en el ámbito de la noticia periodística; la segunda, “384
kbps”, se mete de lleno en la
reflexión sobre la inabarcable multiplicidad de Internet, conformando unas
imágenes compuestas, ambiguas, poderosas, que nacen desde la asepsia de un
fondo neutro y que se consolidan como una representación de la realidad, en una
premonición tan sólo al alcance de los visionarios más privilegiados ya que,
nuestro mundo, se parece cada vez más a estas fotos.
3.
La pintura siempre resiste (otra vez). Joan Cabrer.
La seva obra m’inquieta. Veig xarxes, cordes,
embolics, caseres, horitzons, connectors, algues, bombolles, cèl.lules, motlles
i tubs i punxes… Un llenguatge propi, carregat d’ironia, que s’entremescla
dialogant en abstracte.[19]
Mientras
la creación plástica contemporánea recorre los innumerables y necesarios
caminos de la performance, lo interactivo, la instalación, lo digital, el
video, la luz o lo sonoro, siempre hay una vía paralela, tangencial, incluso
convergente, que frecuenta la pintura de una manera plenamente contemporánea.
La pintura muta y se adapta pero, por mucho que se diga, nunca muere. Ahora se
reinventa por enésima vez –y las que le queda- y de esta regeneración
participa, mediante su obra, Joan Cabrer. Así es, en una época en la que hablar
de abstracciones y de figuraciones resulta cada vez más difícil –gracias a que
la imagen, monarca insuperable de cualquier forma de comunicación, ha iniciado
una deriva en la que las referencias objetivas van perdiendo su materialidad-
mejor que de abstracción debemos hablar de nuevas realidades. Una “otredad” que
nos sitúa, sin apenas darnos cuenta, en aquellos ámbitos que el hombre
contemporáneo transita con una normalidad que hace tan sólo unos años sería
completamente impensable: lo endógeno, lo celular, lo cibernético, las entrañas
de la máquina, los circuitos, los chips, los espacios virtuales, el cosmos, la
galaxia, la molécula, han pasado de inspirar, desde la incertidumbre, ficciones
y ciencias, para crear un entorno cierto donde las dimensiones, el tiempo, las
formas, la luz y sus colores, se relacionan de manera bastante distinta a todo
lo que hasta ahora conocíamos. El hombre disfruta de una nueva visión y esta
posibilidad se trasluce en los propios motivos del arte.
Es
verdad que en estos tiempos no es
necesario que la obra artística responda siempre a criterios de excelencia
técnica, pero sí resulta imprescindible conocer y controlar un lenguaje para
poder deconstruirlo. Ningún analfabeto musical se debe permitir el lujo de
tocar tan sólo una tecla de un piano y decir que hace, sin más, música
minimalista, por el mismo motivo ningún artista plástico puede desmontar lo que
nunca supo construir y, menos aun, intentar defenderlo como si de una profunda
investigación se tratara. El camino hacia las nuevas realidades –y ya no
hablamos sólo de pintura- puede confundir sobre determinadas calidades ya que
la capacidad de dar forma, desde esa otra certeza, puede estar en manos del
creador más sensible o ser el último recurso del incapaz más absoluto. El problema
de estas nuevas maneras que inundan la plástica contemporánea desde la realidad
reciente, es que la sencillez de su factura, de sus formas, puede evitar que
sus contenidos se asimilen y se expresen correctamente. No es el caso de Cabrer
que, desde la estética afortunada de sus pinturas a base de una técnica más que
solvente, recoge los conceptos oportunos en un descriptivo y ajustado retrato
de la contemporaneidad, pero también de sus gustos personales y de sus
intereses más íntimos.
Siguiendo
una tradición evidente que conecta con aquellas ideas que frecuentan José
Manuel Broto, Luis Gordillo, Juan Uslé o, incluso, Juan Navarro Baldeweg, las
piezas de Cabrer dotan de nocturnidad, juventud y alevosía un espectro de la
creación que, al contrario de lo que pudiera parecer, de momento no se agota.
El ser humano actual, como decíamos, ha cambiado la visualidad y los medios de
su observación, los telescopios cada vez son más potentes, los microscopios más
nítidos, hacemos tomografías axiales computerizadas, resonancias, radiografías
y ecografías tridimensionales de nuestro interior, la percepción de lo que nos
rodea ha cambiado definitivamente y, donde antes veíamos una mesa de madera,
ahora distinguimos una amalgama molecular. Joan Cabrer coge todas estas nuevas
percepciones que, por su juventud, son las únicas que ha conocido, y les une el
manga japonés, la simbología informática y tantas otras cosas de las que, con
habilidad, extrae sus formas pero también sus contenidos, dando una oportuna
expresión de todos los elementos y de todos los conceptos que van componiendo
su arte, un arte plenamente contemporáneo que, de nuevo, vuelve a ser pintura.
4.
En busca de lo sencillo (de vuelta a casa). Julia García.
I és que Julia García, potser sense que ella –per
la seva modèstia- sigui conscient, es permet un luxe a l’abast de pocs
creadors: incorporar una nova definició d’art al lèxic de les plàstiques, un
art saurí que, recorrent al pròxim, al quotidià i al senzill, transcendeix
l’evident per a narrar-nos el qui hi ha més enllà, el que se amaga sota
l’epidermis, amb la subtil i simple poesia de qui és capaç de veure
l’invisible, comprendre’l, enriquir-lo i explicar-lo.[20]
A veces puede ser un
lápiz, un papel, la pintura o una simple fotografía, la forma más adecuada para
transmitir la pureza y la sencillez de lo verdaderamente importante. Julia
García es totalmente consciente de ello y desde siempre se ha valido de la
simplicidad de los medios que emplea, del dibujo cotidiano, de la línea sin
barroquismos innecesarios, de la pintura sin distancia, del color sin
sofisticaciones, de la fotografía elemental y de la exquisita sencillez y
calidez de sus materiales, para comunicar de la manera más certera posible sus
propias emociones, lo que oye, lo que piensa, lo que lee, lo que siente, lo que
mira, lo que dice. Sus obras hablan sobre cosas extrañamente normales,
cercanas, sobre rutinas tranquilizadoras, inquietantes desde la costumbre,
anodinas hasta el agrado, que encuentra sin apenas esfuerzo en su entorno más inmediato,
en su ámbito familiar. La maternidad, lo propio, los suyos, las heridas de la
convivencia, la trascendencia de lo cotidiano, las creencias, sus sentimientos,
pero también lo orgánico, lo endógeno, lo biológico, lo interior; todos ellos
sujetos de un lenguaje en permanente evolución que se enriquece a medida que
avanza, un abecedario cuya semántica se puede obtener con cada elemento,
uniendo las letras, formando palabras, creando frases, una escritura que se
mueve en esa frontera que frecuentamos a diario –y que termina definiéndonos-
entre lo que nos fascina y lo que nos repele.
Creo
que determinados artistas, y Julia García es una de ellos, han detectado a la
perfección ese proceso de alienación fruto de una globalización que nos lleva a
la desmesura, y su reacción, conveniente y acertada, ha sido en forma de
retorno a lo más íntimo, a nuestra familia, a nuestra casa, a nuestra ciudad, a
nuestras cosas y a nosotros mismos como temas y objetos fundamentales de la
expresión artística, como aquello a lo que solemos volver para buscar la calma,
mientras que con sus creaciones van contrarrestando la labor de esos otros
artistas que, en más ocasiones de las deseables, recurren a rebuscados
amaneramientos, a complejas formas y a exóticos ambientes y contenidos, para
tratar de expresar sus ideas o su estética. Efectivamente, un error muy
habitual en la plástica contemporánea es pretender obtener determinadas
calidades a partir de lo lejano, de lo exótico, de lo complejo o de lo
excesivamente especializado, en un esnobismo sin fin que no se preocupa por
atender ni por recoger los valores verdaderamente importantes, una fórmula que,
en la mayoría de oportunidades, no sólo no consigue su objetivo de remarcar la
pretendida intelectualidad de la obra o la ansiada originalidad de las piezas,
si no que suele provocar un efecto de rechazo, mientras se interponen -a veces
de manera deliberada y otras de forma inconsciente- muros insalvables entre las
creaciones y el espectador.
Por
el contrario, Julia García, siempre ha frecuentado el camino inverso,
recurriendo a lo que nos es próximo, percibiendo la poesía de lo cotidiano y
situando su peculiar prisma sobre todo lo que nos hace sentir cosas
interesantes partiendo de la cercanía; una artista que elabora sus proyectos
con la maestría de una depurada poetisa y con la sencillez del que es capaz de
asimilar lo esencial de las cosas. A partir de conceptos en principio unívocos
la creadora va cosiendo sus ideas, desarrollando sus términos y abriendo nuevas
perspectivas: propuestas como “El hombre pulmón” o “Claros del bosque”, inspirada en la lectura atenta de María Zambrano,
brotan de nociones básicas y son completadas con esa poesía sutil, llena de
metáforas y recovecos, que se encarga de convertirlas en múltiples ideas y,
sobretodo, estimulantes emociones. En sus piezas lo humano -lo individual e
incluso lo endógeno-, lo doméstico –el hogar, la casa, la familia- y lo natural
-como ecosistema revelador e integrador del ser- se dan cita conformando un
peculiar bosque animado, con alma, con almas, en el que se reivindican
singulares simbiosis y se expresan algunos de los pleitos del hombre con él
mismo, con los que le rodean y con el medio en el que se desenvuelve.
5.
Somos lo que mamamos (la tradición y lo nuevo). Lourdes Grivé.
Eivissa és per antonomàsia el país de l’arquitectura sense arquitecte. Les
cases que hi construeixen els pagesos són d’un estil tan pur i d’una expressió
tan harmoniosa, que poden sostenir perfectament la comparació amb les obres
reflexives i calculades de l’arquitectura moderna. Així que fugiu de la ciutat
i us endinseu en l’illa, aneu de sorpresa en sorpresa: per tot la mateixa
perfecció plàstica, per tot la noblesa de formes de les cases.[21]
Somos
lo que mamamos, lo que nos rodeó siendo niños, los seres con quiénes nos
rozamos, con quiénes crecimos, aquellos a los que odiamos y todos los que nos
enamoraron. Somos lo que nos enseñaron y lo que nos inculcaron, lo que vimos,
vivimos, sentimos e intuimos, también, por supuesto, lo que nos imaginamos. Somos
porque fuimos y fuimos en función de dónde y con quién estábamos. Una
interminable cadena de causalidades, casualidades y afectos que van
configurando los valores que regirán el resto de nuestra vida: yo soy yo, mis
circunstancias y mis genes que en cierta medida también son parte de mis
circunstancias. Un mapa humano individual, personal y completamente
intransferible. Este entorno comienza en nuestra infancia más tierna,
condicionante y estimulante, a la vez que se constituye como la primera asimilación,
la que más nos influye y contra la que, en algunas ocasiones, más violentamente
reaccionamos. Ni el tipo más desarraigado del mundo puede desprenderse de la
buena o la mala leche que mamó y, de una manera u otra, este ecosistema que
nutrió sus inicios se constituirá en la base, bien por acción bien por
reacción, de lo que vendrá después. En el arte, como en la vida misma, los
comienzos son fundamentales, lo que absorbes al principio, lo que conoces
primero, suele dejar una huella más honda, un afecto más profundo y, a veces,
un rechazo más visceral.
La
isla de Eivissa siempre ha sido un lugar singular que posee ese halo especial y
único que atrae, de manera irresistible, la sensibilidad de los artistas. Desde
que algunos pioneros de las vanguardias históricas, como Walter Benjamín o
Raoul Hausmann, la descubrieran y describieran como un entorno ideal para su
inspiración, se ha mantenido durante todo el siglo XX como uno de los paraísos
europeos de la creación artística. Will Faber, Eduard Micus, El Grupo Ibiza 59,
con exponentes tan interesantes como Erwin Broner, Bechtold o Hans Laabs, y
artistas pitiusos de cierto reconocimiento internacional e inmensa valía como
Vicent Calbet, Toni Cardona, Portmany o Rafael Tur Costa, configuraron un
panorama creativo de incuestionable atractivo. Esta tradición artística,
caracterizada por una extraordinaria sensibilidad hacia la poesía de lo
abstracto, tiene su continuación en la obra de los propios Tur Costa o Erwin
Bechtold, así como en la de Irriguible, Carles Guasch, Enric Riera, Cis
Lenaerts; Michel Buades o Gilbert Herreyns y, en cierta manera, en ese gusto
por la geometría, por la abstracción, por la línea delicada de trazo sutil, por
el blanco, que recogen las fotografías sobre arquitectura de Lourdes Grivé.
Precisamente
una de las peculiaridades que hizo de Eivissa un destino tan apetecible para
artistas e intelectuales fue su singular arquitectura rural, unas casas basadas
en el ingenio local y que anticipaban, gracias a una premonitoria intuición,
algunas de las premisas más destacadas de las que luego fueron enunciadas por
los más importantes representantes de la arquitectura moderna. Unas viviendas
que se desarrollaban a partir de estructuras modulares que tendían al cubo y
que dotaban a esta construcción de una plasticidad, organicidad y practicidad
que provocó que arquitectos racionalistas como Le Courbusier o Erwin Broner la
fijasen como objeto de su estudio. La casa tradicional ibicenca cuenta con una
serie de características que la singularizan, convirtiéndola en una
construcción extraordinariamente interesante: son casas funcionales, todo en
ellas está pensado conforme al uso que va a tener y con el objetivo de que esta
función se realice de la manera más eficaz posible, son viviendas orgánicas,
vivas, que poseen un desarrollo modular en virtud de las necesidades de sus
habitantes, creciendo con ellos mediante sucesivos volúmenes cúbicos, son un
espacio con cierto carácter defensivo, lo que provoca su escasez de vanos y un
cierto componente introvertido en su arquitectura y, por último, son casas
blancas como la cal, la sal y la luz de Eivissa.
Todo
esto podría haber sido motivo suficiente para que Lourdes Grivé hubiese cogido
la arquitectura ibicenca como objeto de su creación, aunque, de una forma meramente
epidérmica, sólo fuera por la fotogenia de su geometría, de sus colores, de sus
luces y de sus sombras. Pero la obra de la fotógrafa Lourdes Grivé, una artista
cuyas imágenes son expresión de lo que ha vivido y, por supuesto, de lo que
ella misma ha aportado, centra su objeto de análisis, de reflexión, en esta
arquitectura, emprendiendo dos vías de trabajo que, evidentemente, son más
depuradas que una simple aproximación formal. Un par de caminos que, siendo
independientes, traen causa el uno del otro: la primera de estas líneas
frecuenta la ruina como recuerdo de aquellas construcciones rurales
sencillamente esplendorosas que albergó la isla y de las que, para desgracia de
todos, cada vez quedan menos ejemplares intactos, una forma de investigación
que no se reduce tan sólo a lo formal, ni siquiera a lo antropológico o
costumbrista, si no que trasciende la materialidad para imbricarse en lo
espiritual, en el vestigio metafísico. Partiendo de este análisis, pero
iniciando la segunda vía, Grivé, desarrolla otra búsqueda no menos interesante,
esta vez, con la arquitectura contemporánea como sujeto, mientras intenta
ofrecernos, no sólo la oportuna expresión de lo que se está haciendo en la
isla, sino también la evidente huella de esa tradición constructiva y
conceptual tan jugosa que los ibicencos llevan siglos disfrutando. Así, de esta
manera, a la extraordinaria herencia de la arquitectura popular y a la
perceptible huella de famosos arquitectos modernos como Josep Lluís Sert o
Erwin Broner a su paso por Eivissa, se le unen, en un potente desarrollo donde
se funde la tradición con lo nuevo, las piezas de reconocidos y jóvenes
arquitectos actuales como son Francesc Xavier Pallejá, Salvador Roig, Marc Tur,
Oriol Batchellí, Victor Rahola, Martínez Lapeña o Elías Torres, mientras
Lourdes Grivé va dejando, de todo ello, un exquisito testimonio y una profunda
reflexión.
6.
Un antropocentrismo reciente y (por supuesto) lleno de dudas. Miquel Mesquida.
El pintor, atrevit, agosarat, enfollit de desig,
borratxo d’utopia, arrisca el seny i la mateixa vida per tornar al paradís
perdut de l’autenticitat. A cops d’impuls i de matèria prima, salvatge, plasma
la veritat de l’home (tot tatuant-li a la pell el sexe fet serpent i al cap –a
tots els caps!- una taca de sang).[22]
Cada
vez son más los artistas contemporáneos que intentan refugiarse en el objeto y
en el sujeto para tratar de recuperar algunas de las múltiples referencias que
con el devenir del tiempo habían ido perdiendo. Una vuelta a un arte figurativo
y expresivo con el que muchos creadores parecen aferrarse a la realidad más
cárnica y a la más objetual –la más emocional y la más cercana- de entre todas
las múltiples verdades que nos envuelven, evitando así abandonarse a ilusiones
metafísicas, ejercicios meramente estéticos, especulaciones cibernéticas o a
abstracciones completamente vacías de contenido que, en ocasiones, tienden a
desconcertarles. Durante estos largos años en que lo abstracto, lo conceptual y
lo digital han marcado de manera indeleble el ritmo de la historia del arte
reciente –en muchas oportunidades para mejor- también se exprimieron hasta la
nausea las formas y las maneras que aquellos genuinos pioneros –y sus
continuadores más sagaces- habían ido desarrollando; un uso reiterativo y
abusivo que consigue desmantelar casi todos los contenidos de unas propuestas
que han ido degenerando en ciertas malformaciones cadavéricas y sin esencia
que, todavía hoy, continúan intentando convencernos con su falsa bondad.
Siempre
hubo algún elemento reactivo a estas dominaciones de la desobjetivización,
desmaterialización, deshumanización, despersonalización, despinturización del
arte, auténticos resistentes de la mal llamada figuración como Francis Bacon
que, desde su claustrofóbica habitación llena de violencias, miedos, egos y
gritos desgarrados, se mantuvo fiel a una realidad que distorsionaba
diabólicamente con mano maestra. Miquel Barceló, Anselm Kiefer y muchos otros,
han mantenido el estandarte de estas nuevas formas de expresar la figura humana
y el objeto, a la vez que han ido conquistando el espacio que iban cediendo
unas abstracciones que, al margen de algunas aportaciones conocidas e
interesantes, cada vez comparecían más vacías y amaneradas. Estas vías
recuperadas de las vanguardias históricas se centran en la representación de lo
humano y de todo lo que nos rodea, un antropocentrismo pleno de dudas, que
manifiesta formalmente su inclinación por cualquier recurso de fuerza expresiva
–sea materia, gesto, color o línea- y de los que el creador se vale en un
intento decididamente comunicador. Una simiente expresionista y real que ha
germinado en muchos artistas actuales, convertidos, ahora, en los garantes de
que este camino no se desabastezca de contenidos y de que se vayan hallando
nuevos itinerarios que alimenten los desarrollos más recientes.
Como
buen defensor del arte sincero, sin tapujos ni medianías, las de Miquel
Mesquida son unas imágenes vigorosas que se constituyen en la máxima expresión
de lo que quiere contar y de sus propios sentimientos. Unas piezas que recogen
ese imaginario que, poco a poco, ha ido construyendo, un mundo peculiar que
germina atrapando instantes de la rutina diaria o configurando escenas de esos
lugares completamente distintos, absolutamente nuevos, que él imagina, visiona,
prevé, un vocabulario personal del artista, pero también una afortunada
manifestación de nuestra sintaxis colectiva, fascinante por su cotidianeidad y,
en un extraño contrasentido, por su bendita irrealidad. Una singularidad que le
confiere su óptica especial y los medios concretos que emplea, accesibles,
manejables, cercanos. Dibujos de líneas privilegiadas pero insuficientes para
contener sus impetuosos colores, sus texturas, sus goteos, sus gestos y unos
añadidos en forma de collage que refuerzan la sensación de inacabado y que le
confieren ese carácter próximo, a veces apetecible otras no tanto, que
caracteriza gran parte de su producción. Unos seres etéreos y unos objetos
peculiares que se desenvuelven en ambientes extraños o cotidianos, unas pinturas que señalan su mundano
paraíso, unas esculturas que nos acompañan en el descenso a los celestiales
infiernos, un arte irredento, humano y dubitativo, que comparece listo para el
combate y, por supuesto, para la contemplación.
7.
La (des)ubicación del objeto artístico. Jaume Simó Sabater.
Les instal.lacions de Jaume Simó Sabater són fetes
dúna selecció de materials i d’imatges de gran potència evocadora, que
presenten i representen alhora, i que actuen com a artefactes simbòlics.
L’assemblage i l’escenificació lligada al happening són alguns dels seus modus
operandi habituals a partir dels quals crea xarxes de significants relacionats
que conformen unitats de sentit i que llancen les reflexions de l’artista.
També resulta un recurs habitual la figura de la sinècdoque que, entre d’altres
coses, contribueix a l’extremada economia y ecología de mitjans, caracteritzats
pel tractament en cru i sense manipular.[23]
A
la misma y frenética velocidad con la que se van descubriendo y describiendo
remedios y vacunas para los males más insospechados, estos mismos males, en una
hábil mutación, progresan, se desarrollan y se transforman en nuevas y más
resistentes variedades de la enfermedad de la que traen causa. El arte
contemporáneo, atento a la realidad que lo envuelve y con esa extraordinaria
capacidad de absorción que lo define, siempre ha asumido las influencias más
positivas pero también los contagios más crueles, auténticas degeneraciones de
unas simientes que, en muchas ocasiones, eran portadoras de una interesante
idea. Así, el concepto de instalación surgido, entre otros motivos, con la
intención de desacralizar los espacios del arte, incorporando nuevos objetos, y
por la pretensión multimedia de trascender los límites clásicos de la
escultura, se ha ido constituyendo como una técnica cada vez más importante en
el seno de los nuevos parámetros del arte contemporáneo, un potente recurso que
se vale a la perfección de todos los medios que el mundo actual va dejando a
nuestro alcance y que se convierte en una de las formas de expresión más
adecuadas para la cultura visual, conceptual y artística que nuestra época va
tejiendo.
Pero
cuando un lenguaje empieza a alcanzar su madurez[24],
sin solución de continuidad, también comienza a generar sus propias
perversiones: unas vulgares degeneraciones que, en el caso de las
instalaciones, se consolidan en algunas manifestaciones vacías, pretenciosas o
redundantes. La obra de Jaume Simó Sabater, sin embargo, huye de cualquier
vacuidad mientras inserta sus raíces en la tierra, en su propia tierra, y lo
hace apelando a valores que, desde el inicio, son consustanciales a toda su
obra. Partiendo del sustrato que nos es común, de nuestra cultura, la que nos
define y en ocasiones también nos mediatiza, Jaume Simó Sabater la recoge y la
reivindica sin renunciar a las formas y a las maneras del arte más actual. Y es
que la realidad nos dice que, con la misma inercia con la que nos olvidamos de
lo nuestro, en muchas ocasiones, también vamos prescindiendo del sustrato
adecuado donde situarnos, que controlamos, que nos explica, y sobre el cual,
con conocimiento de causa, deberíamos afirmarnos para luego desarrollarnos.
Todos somos poseedores de cierta herencia, de una cultura con la que nos
identificamos y de una sucesión de formaciones y experiencias con la que la
completamos, incluso los más desarraigados construyen sus propios cimientos a
partir de lo que les dieron y de lo que, en el devenir de su propia vida, han
ido tomando. Así, Jaume Simó Sabater, sin renunciar a la tierra que aguanta
nuestros pies y a la cultura que ayuda a definirnos, decide que el sustrato en
el que nos apoyamos debe servir para tomar impulso y, sólo en épocas de
tormenta recia, para fijar el ancla.
Un
impulso que con esta base le lleva por unos interesantes derroteros creativos
que incluyen la instalación pero también la acción, una acción reivindicativa,
estética, política, en la que el artista apela a la materia en bruto para
elaborar unos productos totalmente conexos con la realidad, ya que, si algo nutre la obra de Sabater, es el
conflicto contemporáneo, las dialécticas que se establecen en las zonas de
relación, en las zonas de fricción, en las zonas, precisamente, de conflicto,
unas situaciones que sus piezas se encargan de dejar patente insertándolas en los
lugares del arte contemporáneo, en las galerías, centros y museos, propiciando
el debate, sobreentendiendo la reivindicación, descontextualizando y reubicando
objetos y conceptos. Sensación, situación, acción y reacción. Y es que las
piezas seleccionadas para este “Art emergent (IV)”, la silueta de revolver con luces de navidad, el banco
quizás hogar del sin hogar y otros connotativos y denotativos artefactos,
buscan crear situaciones, posiblemente, en espera de alguna respuesta
sincera.
8. Nuevas formas y nuevas maneras (hacia otra estética).
José Ángel Sintes.
Desde el ocaso de las vanguardias, el arte ha
tenido que reinventarse a sí mismo sin tener que “matar al padre”, porque el
padre ya estaba muerto. No quedaban más academias que derrumbar ni tradiciones
que combatir. El rey estaba desnudo y el posmodernismo no ha hecho otra cosa
que evidenciarlo, porque los intentos de encontrarle nuevas vestimentas
–incluso recosiendo las viejas- sólo han conseguido provocar mucho ruido
mediático y pocas sorpresas.[25]
En
una eterna y compleja espiral, la historia del arte y su crítica, van
alternando y solapando la elección del actor protagonista entre la forma y el
contenido; épocas donde el concepto de belleza -la estética que le es propia y
la apariencia que la manifiesta- priman sobre la idea que contienen, permutan o
se combinan con otras en las que, lo fundamental, es lo que se dice. Y es que
durante siglos, entre estos dos polos, ha ido oscilando el diapasón de la
creación artística, alcanzando, en una suerte de continua e imparable mutación,
gran parte de las infinitas combinaciones que entre ambos pueden darse. En el
arte actual, más conceptual que estético, suele vincularse el arte mayor a
creaciones donde la idea y el contenido predominan sobre las formas que el
artista emplea para transmitirlos; es por ello que las expresiones plásticas
donde se prefiere la belleza por sí misma quedan vinculadas -más de lo que
sería deseable y en más oportunidades de las ciertas- a creaciones de
tendencia, de diseño o a un puro esteticismo, muchas veces usando estos
conceptos con un evidente desdén.
Es
cierto que el objeto artístico no tiene por que ser bello pero parece que, en
la actualidad, a veces se busca lo feo por el mero hecho de no incurrir en la
belleza, se le tiene pavor a lo bello para no caer en la cursilería o en lo
meramente plástico y se prefiere, en un afán mal entendido de epatar, lo
desagradable, lo violento, lo repulsivo, incluso lo hortera o lo simplemente
insulso, huyendo como posesos del concepto tradicional de belleza. En ocasiones
el crítico muerde este anzuelo, confundiendo lo que en realidad es una fealdad
vacía de contenidos, con una novedosa trasgresión quebrantadora de las leyes de
la estética o de lo políticamente correcto. Al margen de esto, lo que si es
cierto, es que una nueva voluntad estética está frecuentando los nuevos
parámetros del arte contemporáneo, fundamentalmente la pintura y la fotografía,
tratando de recoger en su devenir este cambio de criterio. Efectivamente,
parece que la sensibilidad de los artistas lleva tiempo percibiendo que la
belleza es una cosa sencilla, cercana, que se encuentra justo a nuestro lado,
en los objetos, en las personas y en las situaciones que nos resultan más
accesibles y es por ello que esta nueva plástica, esta nueva estética, se
empeña en dar cabida a los nuevos sujetos del arte.
José
Ángel Sintes es un exponente claro de esta tendencia, un buscador nato de la
belleza en las cosas y en las situaciones que le son próximas, en aquellas en
las que, a pesar de estar ubicadas a nuestro lado, el común de los mortales no
habíamos reparado. Unos peculiares objetos y situaciones que él detecta gracias
a su fino sensor, llamándonos la atención sobre ellos y explicándonos su
belleza, su sencillez, su armonía. Un camino que supera la polución
contemporánea para depurar, purificar y codificar esta nueva estética de lo
corriente, esta auténtica y singular belleza de lo cotidiano. Si genios como
Edward Hopper hubiesen trascendido su captación del ambiente, de los
interiores, de los paisajes, y fijasen su atención exclusiva y superdotada en
los objetos que les rodeaban, en algunas situaciones vividas, y todo ello, en
primerísimo plano, como Sintes, posiblemente hubiesen obtenido, ambos,
resultados con ciertas similitudes conceptuales e incluso formales. José Ángel
Sintes, además, no se conforma con la física evidente de las cosas y también va
en busca de aquella metafísica no tan obvia: sus naturalezas muertas, por
ejemplo, son expresión de los objetos en los que fija su atención y, a pesar de
que suelen ser de una cotidianeidad manifiesta, poseen aquel halo espiritual
que tan generosamente nos legó la obra de Giorgio Morandi y que el artista, con
destreza, también nos facilita.
9.
Desde lo doméstico (con amor). María Isabel Uribe.
Con el desenfado iconoclasta y esas dosis de humor
atrevido que la caracterizan, la artista reflexiona ahora sobre la maternidad,
una experiencia que, por cierto, acaba de conocer. El espacio mental y
emocional de ese entorno doméstico alterado por la llegada de un nuevo ser,
queda, ¡cómo no!, referido en unos objetos que prueban ser especialmente aptos
para las aventuras estéticas de Uribe. [26]
Y
una vez refugiados en nuestra casa, al resguardo de las inclemencias
contemporáneas, el artista cómodo, conformista, poco sincero, sin agallas, se
queja permanentemente de su falta de tiempo, de la carencia de estímulos que
exciten su creación, mientras echa la culpa de su escasa voluntad a la vorágine
contemporánea. Sin embargo para María Isabel Uribe el hogar es fuente de
inspiración, y en ocasiones, incluso espacio de producción. Así es, la artista
ya nos planteaba, en aquella exposición titulada “I am very domestic” que tuvo
lugar en la galería palmesana ABA Art Contemporani en 2006, que la casa, cada
casa, es a la vez diferente y única. Fregonas, cepillos y cubos, la limpieza
después de la celebración familiar y ositos de juguete que contribuyen al sueño
no siempre tranquilo de un bebé, podrían parecer más la expresión de un
agotador lugar de trabajo que un verdadero hogar –y mucho menos un entorno de
inspiración- si no fuese por el extraordinario sentido del humor de la artista,
su optimismo desbordante y un concepto lúdico de la vida que convierte los
objetos y las situaciones más cotidianas en sujetos de su arte, haciendo mutar
lo prosaico hacia una propuesta plena de poesía y color, aunque no exenta de
cierto sarcasmo.
Una
descontextualización de objetos cotidianos, una intervención sobre ellos y una
nueva ubicación, que asume sin problemas los parámetros más actuales del arte
contemporáneo. Porque las cosas ya no son lo que parecen, las cosas son lo que
son, y cada una de ellas, además, es algo distinto. Efectivamente, los objetos
son el medio y el hogar es el lugar, pero lo fundamental, obviamente, es la
capacidad del artista para transmitir. Ya lo decía Leon Tolstoi, El arte es
la forma a través de la cual una persona entrega a otras sentimientos de tal
manera que se infecten de ellos y los experimenten[27], y razón no le faltaba, el arte sincero es un estado
de ánimo, sin duda, y lo es para quien lo evalúa, para quien lo consume y, por
supuesto, también para quien lo produce. El arte puede entenderse, el arte
puede explicarse, pero sobre todo, debe sentirse, y la misma persona puede
hacerlo de mil maneras distintas. Yo soy yo y mis circunstancias, y cuando
estoy deprimido, enfadado o enamorado, muchas canciones -que antes no me
importaban- empiezan a hablar de mí.
En
el arte necesitamos sinceridad, sin duda, pero por encima de todo hace falta
sentimiento, pasión, amor, el genuino motor de los actos humanos más
insondables. El afectado por la pasión, el apasionado, es un tipo evidente al
que se le reconoce fácil, disfruta de casi todo y casi todo lo hace al máximo,
su entrega es total y su convicción suprema, esto le sirve para lograr los más
apoteósicos aciertos, pero también para cometer los más estrepitosos errores.
En el caso de Uribe, gracias a su extraordinaria capacidad, la pasión que
demuestra no le confunde, sino que le agudiza el criterio para acertar casi
siempre, permitiéndole realizar una producción artística de extraordinario
interés, unas piezas que, con el amor de una buena madre, de una gran artista,
tiene la generosidad de ofrecérnoslas desde la calidez e intimidad afectuosa de
su propio hogar. Desde casa con amor.
10.
El infinito catálogo de creaciones (y algunas de sus próximas vidas). Marcos
Vidal.
Marc Vidal no cau en la temptació de voler crear
grans obres, heroiques, definitives; relaciona i utilitza amb intel.ligència la
ironia i la paradoxa, ambdues coses molt serioses, capaces com pocs recursos de
desvetllar les contradiccions i els llocs comuns del nostre temps. Els
materials i els elements dels seus escuts i capelles, per exemple, ens remeten
a un catàleg de significats d’índole social. No hi ha ingenuïtat ni pur
automatisme en aquests acoblaments/collage, sinó intenció i crítica socials[28]
Con algunas formas
heredadas del Pop más ácido -aquel que no se conformó con recoger sino que optó
por flagelar, desde el sarcasmo, gran parte de las convenciones sociales más
embrutecedoras- las piezas de Marcos Vidal hablan de muchos de los triunvirato
magníficos que trufan nuestra sociedad: dinero, sexo y religión, el arte, los
artistas y el resto de la fauna… Un campo abierto para la ironía y el humor que
Vidal transita con seguridad y solvencia. Para ello apela a todo un catálogo de
imágenes y objetos, potentes y reconocibles, en muchas ocasiones preexistentes,
que compone, ensambla y superpone en un inconfundible collage de recuperaciones
y ocurrencias que entronca también con toda una sofisticada e irreverente
imaginería kitsch de iconografía marcadamente popular. Vidal recurre a los
objetos como elementos y como conceptos, juega con ellos y los intercala con
habilidad entre todo ese imaginario colectivo del que se nutre, riéndose de la
definición más petarda de moderno y señalando las evidentes corrupciones que
nuestra sociedad va padeciendo: de nuevo el dinero, la política, el poder.
Pero
en ese uso constante de lo prefabricado, no sólo encuentra Marcos Vidal su
afortunado medio de expresión, sino que la reutilización de lo existente se
convierte en la propia expresión de la idea. Así es, el creador pretende dejar
en evidencia el insondable catálogo de objetos con el que, la masiva y
extenuante producción industrial, casi nos sepulta. Un exceso contemporáneo,
como otros de los que hemos hablado en el presente texto, que queda patente y
examinado en cada uno de los ensamblajes con los que el artista resuelve sus
piezas. Pero este infinito catálogo del que Vidal se nutre, esta cultura de la
superproducción en donde se hace absolutamente de todo y de ese todo se hace
mucha cantidad, es, en sí misma y con todo su repertorio de imágenes y
conceptos, un poderoso y peligroso medio de expresión para el arte, donde se
obtiene, desde hace algún tiempo, una interesante materia prima –pero
excesivamente cómoda- con la que seguir creando.
Un
recurso potente al que hay que tratar con la cautela y la pericia que lo hace
Marcos Vidal, un artista que parte de las numerosas aportaciones icónicas y
objetivas que se han ido sumando con el devenir del tiempo, algunas sin duda
geniales, otras no tanto, que convierten estas posibilidades en algo diabólico
que puede hacer caer al creador en trampas tan evidentes y comunes como el
vulgar apropiacionismo de lo impropio, la simple repetición insustancial de
contenidos o el burdo collage de elementos destemplados en el que el artista se
constituye en un mero seleccionador –en un remixador- seducido por la
espléndida potencia y cantidad de lo ya creado. Lejos de estos vicios, el
virtuoso Vidal, opta por aplicar sus cualidades más acentuadas, su
inteligencia, su ironía hasta el sarcasmo, su sentido del humor, el acierto
estético de sus composiciones, en una suerte de juegos atractivos y sugerentes
que, sin duda, trascienden cualquier contenido meramente epidérmico para ir
directos al corazón de la crítica social.
[1]
Carme Castells, “Art Emergent a les Illes Balears”, texto recogido en el
catálogo Art Emergent a les Illes Balears (I), Projecte Llevant, Manacor, 2002, p. 5.
[2] …en
projecte (I), Torre de ses Puntes,
Ajuntament de Manacor, Manacor, 1992.
[3]
Exposición realizada dentro del programa Noves Presències auspiciado por el Consell Insular de Mallorca.
[4]
Exposición realizada gracias a la beca Art Palma Project promovida por la asociación de galeristas Art Palma
y apoyada por el Govern de les Illes Balears y el Consell Insular de Mallorca.
[5] Dentro del
programa Noves Presencies 2003.
[6]
Dentro del programa Noves Presencies 2002.
[7]
Su primera individual en esta galería fue en el marco del programa Noves
Presencies en 2002.
[8] Dentro del
programa Noves Presencies 2003.
[9]
Dentro del programa Noves Presencies 2002.
[10] Su primera
individual en esta galería fue en el marco del programa Noves Presencies en 2005.
[11] Con una
primera individual en el marco del programa Noves Presències 2009.
[12]
Su primera individual en esta galería fue en el marco del programa Noves
Presències en 2007.
[13]
Aunque su primera exposición individual en galería comercial fue en La caja
blanca dentro del marco del Noves
presències 2006.
[14] Dentro del
programa Noves Presències 2007.
[15] Con una
primera individual en el marco del programa Noves Presències 2009.
[16] Con una
primera individual en el marco del programa Noves Presències 2008.
[17]
Pilar Ribal, “Yolanda Adrover: una secreta rebel.lia”, texto recogido en el
catálogo de la exposición Batecs. Yolanda Adrover, Addaya centre d’art contemporani, Alaró, 2008, p. 3.
[18]
Pau Waelder, “Ineluctable modalitat del visible”, texto recogido en el catálogo
de la exposición Premi Ciuta de Palma “Antoni Gelabert” d’arts visuals 2008, Casal Solleric, Ajuntament de Palma, Palma, 2009,
p. 14.
[19]
Maria Antònia Artigues, “Joan Cabrer” texto recogido en el desplegable de la
exposición …en projecte (XII), Torre de
ses Puntes, Ajuntament de Manacor, Manacor, 2007.
[20]
Gómezdelacuesta, “Art saurí” texto recogido en el catálogo de la exposición Julia
García. El hombre pulmón, Galería Ferran
Cano, Palma, 2006.
[21]
Raoul Hausmann, “Eivissa i l’arquitectura sense arquitecte” artículo de la
revista D’Ací i d’Allà, Nº 148,
Barcelona, 1936.
[22]
Jaume Santandreu, “Miquel Mesquida. Assalt a l’Edén” texto recogido en el
desplegable de la exposición …en projecte (XII), Torre de ses Puntes, Ajuntament de Manacor, Manacor, 2007.
[23]
Jaume Reus, “Situaccions en conflicte” texto recogido en el catálogo de la
exposición Exilis. Jaume Simó Sabater i Garau. Obres 1997-2008, Casal Solleric, Ajuntament de Palma, Palma, 2008,
p. 115.
[24]
Como indica Ranciere refiriéndose a la evolución del concepto de instalación: “Todas
esas instalaciones jugaban entonces sobre lo que treinta años antes había sido
el resorte de un arte crítico: la introducción sistemática de objetos y de
imágenes del mundo profano en el templo del arte. Pero el sentido de esta
mezcla ha cambiado radicalmente. Antes, el encuentro de elementos heterogéneos
buscaba resaltar las contradicciones de un mundo dominado por la explotación y
quería cuestionar el lugar del arte y de sus instituciones en ese mundo
conflictivo. Hoy día la unión de elementos heteróclitos se afirma como la
operación positiva de un arte que archiva y testimonia un mundo común. Esta
unión se inscribe entonces en la perspectiva de un arte marcado por las
categorías del consenso donde se trata de devolver el sentido perdido de un
mundo común o reparar las fallas del lazo social” en Jacques Ranciere, El viraje ético de la estética y la
política, Editorial Palinodia, Santiago de
Chile, 2005, p.37.
[25]
Marie-Claire Uberquoi, ¿El arte a la deriva?, Random House Mondadori, Barcelona, 2004, p.153.
[26]
Pilar Ribal, “Objetos y fetiches: la ubicuidad de la réplica”, texto recogido
en el catálogo de la exposición María Isabel Uribe. I am very domestic, ABA Art contemporani, Palma, 2006, p. 3.
[27]
Leon Nikolayevitch Tolstoi, ¿Qué es el arte?, Editorial Tor, Buenos Aires, Argentina, 1950.
[28]
Pablo J. Rico, “Estratègies d’indiferencia en Marc Vidal”, texto recogido en el
catálogo Marc Vidal. Llinatge sospitós,
Espai Ramon Llull, Govern de les Illes Balears, 2002, p. 9.
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