Art Emergent IV - Projecte Llevant




Art emergent a les Illes Balears (IV)
-Texto para el catálogo de la exposición colectiva itinerante "Art emergent IV a les Illes Balears", Projecte Llevant, Manacor, septiembre 2010- 



Diez años (diez) de emergencia en Baleares (2001-2010).

Les connotacions semàntiques del terme emergent, a més d’evocar el concepte de novetat, posen alló recent en contacte amb una tradició, més o manco propera: una base des de la qual s’emergeix, establint amb ella una relació de continuïtat o ruptura.[1]

El ser humano es binario en esencia, no hay duda, pero justo después del si y del no, del uno y del cero, tendemos a lo decimal, a juntarlo todo en grupos de diez, a numerar cualquier cosa mientras empleamos con soltura muchos de sus infinitos múltiplos y algunos de sus inabarcables divisores. Somos buscadores insaciables de decálogos, decaloguistas natos que vamos transitando, viajando, entre los diez mandamientos, los diez mejores destinos para unas vacaciones de ensueño, el sistema de puntuación con el que nos evalúan desde niños o algunos de aquellos decatlones atléticos que nunca conseguiremos culminar. Somos proclives a la decena, a la década, y lo somos porque nos resulta familiar, porque nos completa, porque nos ordena, porque nos equilibra y porque nos sosiega en medio de este caos contemporáneo que, para nuestra desgracia, casi siempre consigue desbordarnos.  

En el seno de esta vorágine los historiadores buscamos cierto orden, y el orden, a veces, tiende al número diez. Por eso, llegados a un año tan paradigmático como éste en el que nos encontramos, no nos debe resultar extraño que tratemos de organizar nuestro presente –y un pasado tan reciente que aun lo recordamos con precisión- en base a los diez años de arte emergente que acabamos de vivir. Diez años que han venido acompañados, casi desde el principio, por estas propuestas de “Art emergent” auspiciadas por el Projecte Llevant y que nos sirven, ahora, de hilo conductor para tratar de contar lo que ha sido esta década prodigiosa de emergencia artística balear. Unos creadores, lugares y años que, en continua evolución, han sentado las bases del desarrollo plástico, del arte más actual, que se ha realizado en nuestras queridas islas.

Y es precisamente por ese ánimo escrutador, clasificador –de historiador- por el que simplificamos, quizás facilitamos, una evolución de diez años dividida en diez epígrafes que, sin ánimo de ser absolutamente exhaustivos, se plantean con la voluntad de que su contenido se constituya en una ajustada muestra de lo que ha sido el arte nuevo de esta comunidad. Diez notas sencillas que dan expresión de multitud de proyectos, de nombres que entran y que salen, que vienen y que van, de ilusiones, intenciones, talentos, ambiciones y deseos, pero que juntos han ido creando el contenido, más o menos afortunado, acertado, trasgresor o relevante, del arte emergente de las Islas Baleares en esta primera década del siglo XXI.      


1. “…en projecte” 1992-2007. Un precursor singular, un colaborador necesario.

Quizás lo que más llama la atención, a priori, de este ciclo de exposiciones titulado “…en projecte” y desarrollado por Joan Carles Gomis para la Torre de ses Puntes de Manacor, sea el nacimiento tan temprano de la propuesta. Efectivamente, la primera convocatoria data de 1992 y en el texto que acompaña al desplegable que le da difusión ya se señalaban de manera clara y concisa los valores que inspirarían su planteamiento inicial, unos parámetros que han seguido alimentando este proyecto durante sus más de quince años de actividad:

Pensam que un dels objectius d'un espai de les característiques del nostre, al marge d'oferir al públic l'obra d'artistes de vàlua reconeguda, ha de ser el d'estimular el treball dels joves creadors i fer possible, d'una manera proporcional al seu esforç, que la seva obra pugui ser coneguda. Estam convençuts que la interacció que resulti del contacte de llur obra amb el públic –experiència inèdita per a alguns d'ells– incidirà positivament sobre el desenvolupament posterior del seu treball[2]

Centrándonos en el período de tiempo que hemos delimitado y en los alrededores cronológicos de los que trae causa, la segunda cuestión que sorprende es la premonitora nómina de artistas que han frecuentado las diferentes convocatorias de este ciclo de exposiciones. Especialmente significativa y precursora fue “… en projecte (III)” (1996) donde artistas como Joan Miquel Arrom “Sasai” (Palma, 1970) que anticipaba con esta participación su posterior selección en “Art emergent (II)” (2003), el escultor Jeroni Bosch (Manacor, 1975) o la que ha resultado ser una de las trayectorias más consolidadas del arte contemporáneo balear, Ricard Chiang (Barcelona, 1966), se dieron cita junto a Tomeu Estelrich (S’Alqueria Blanca, 1968), Adolf Gil (Muro, 1970) y Catalina Julve (Manacor, 1972), para configurar una propuesta que demostraba el buen criterio del equipo encargado de la selección de los participantes.

No fue hasta pasados tres años cuando se reanudó la convocatoria de “…en projecte”, siguiendo su actividad anualmente y sin interrupciones hasta la última edición celebrada en 2007. En las sucesivas exposiciones se congregó un completo grupo de creadores entre los que cabe mencionar a Ramon Company (Alcudia, 1973) en “…en projecte (IV)” (1999); participantes en sucesivas ediciones de “Art emergent” como Jaume Canet (Felanitx, 1966), Marian F. Moratinos (Palma, 1973), Rafel Perelló (Manacor, 1963), Joan Serra (Manacor, 1973) o Joan Servera “Peix” (Artà, 1971) en “…en projecte (V)” (2000); los también seleccionados  para “Art emergent”  Paco Espinosa (Palma, 1969) y Joan Vallespir (Inca, 1969) en “…en projecte (VI)” (2001), Astrid Colomar (Palma, 1970) en “…en projecte (VII)” (2002), Jaume Fullana (Palma, 1963) y Amparo Sard (Son Servera, 1973) en “…en projecte (VIII)” (2003), o Maria Antonia Mir (Sa Pobla, 1977) y Ginés Quiñonero (Palma, 1971) en “…en projecte (IX)” (2004). Una coincidencia entre ambos eventos, “Art emergent” y “… en projecte”, que, obviamente, no es casual.  

Es  precisamente en este “…en projecte (IX)” de 2004 cuando aparece la primera artista que forma parte de la selección de la exposición que da origen al presente catálogo: “Art emergent a les Illes Balears (IV)”. Se trata de la creadora de origen colombiano María Isabel Uribe (Neiva, Huila, Colombia, 1969), mientras que, junto a ella, van compareciendo también Yolanda Adrover (Felanitx, 1977), Paz Alcoverro (Barcelona, 1969) y Julia García (Albacete, 1968) en “… en projecte (XI)” (2006), o Joan Cabrer (Palma, 1983) y Miquel Mesquida (Manacor, 1954) en “… en projecte (XII)” , una última cita de este longevo ciclo que culminó en el año 2007. Unos caminos paralelos, los de estas peculiares propuestas, llenos de retroalimentaciones y de puntos en común que consolidan a “… en projecte”  no sólo como un singular antecedente sino también como un colaborador necesario de unos itinerarios que terminarán confirmándose en las sucesivas convocatorias de “Art emergent” .


2. Recogiendo la emergencia antes de “Art emergent”.

Antes de que el proyecto “Art emergent” viniera a ocupar de una forma estable, programada y coordinada el espacio de selección y difusión de las propuestas emergentes de las Baleares, se habían sucedido una serie de exposiciones que consiguieron dar cabida a las creaciones de ese conjunto de artistas que por edad, maneras y contenidos, podríamos encuadrar en la ambigua, amplia y heterogénea categoría de lo emergente. Hablamos, por ejemplo, de algunas muestras colectivas organizadas por el Govern Balear e inauguradas durante el año 1999, como son “Pittura Giovane Balear” presentada en la Galleria Contemporanea A. Sangallo de Loreto, Italia. En esta muestra, entre los representantes de menor edad, hallamos a los ya mencionados: Joan Miquel Arrom “Sasai”, Ramon Company, Marian Moratinos, Adolf Gil o Joan Vallespir, así como, entre otros, a algunos de los participantes en diferentes convocatorias de “… en projecte” o de “Art emergent”: Xavier Andreu (Inca, 1973), Martí Antoni Monjo (Maria de la Salut, 1972) o Bartomeu Pons (Campanet, 1973). También en 1999 se celebró “29 artistes a Menorca” con la inclusión de los “emergentes” Paca Florit (Ciutadella, 1974) y Carles Moll (Maó, 1969); mientras que esta visión parcial del archipiélago terminó de conformarse, unos años después, gracias a la muestra producida por el Museu d’Art Contemporani d’Eivissa titulada “Hic et nunc. Actuals a les Pitiüses” (2002) que congregó, entre sus ocho participantes, una interesante representación de artistas nacidos en la década de los sesenta y vinculados, de una manera u otra, a las Pitiusas, estos eran: María Catalán (Castellón, 1961), Enric Riera (Formentera, 1963), Rom Ero (Granada, 1960), Paco Romero (Eivissa, 1966) y el participante en “Art emergent (III)” Mario de Ayguavives (Zaragoza, 1968).

En el año 2000, organizada por Edicions 6a y Sa Nostra, se realizó la edición gráfica y posterior exposición titulada “7i7”, una muestra que se encargó de recoger cierta representación de la emergencia de nuestra comunidad mediante unas litografías de artistas jóvenes que se mezclaban con los versos de algunos poetas jóvenes también. Aquí compareció la obra de los citados Paco Espinosa, Paca Florit, Marian Moratinos y Joan Vallespir, a los que se les unieron la mallorquina actualmente afincada en Galicia Aina Noguera, el ibicenco Pep Tur y el integrante del posterior “… en projecte (VII)” (2002) Santiago Picatoste (Palma, 1971). Pero posiblemente la propuesta que más se acercó a algunas de las premisas que luego rigieron “Art emergent” fue la serie de dos exposiciones organizadas por el Ajuntament de Palma en los años 2000 y 2001 y que serían presentadas en el céntrico espacio del Casal Balaguer. “Exit 1” y “Exit 2”, nombre que recibieron cada una de las convocatorias, recogieron, mediante una adecuada selección por parte de la comisaria Neus Cortés, gran parte de los nombres que ya protagonizaban el arte balear más joven y moderno y que, en muchos casos, todavía hoy siguen protagonizándolo: Cati Aguiló (Palma, 1970), “Sasai”, Xisco Bonnín (Palma, 1967), Biel Bover (Palma, 1962), Paco Espinosa, Mercedes Estarellas (Palma, 1972), José Fabré (Palma, 1961), Jaume Fullana, Carles Gispert (Palma, 1969), Iván de Lucas (Madrid, 1962), Rosa Mascaró (Manacor, 1961), Marga Nicolau (Palma, 1964), Kiko Palmer (Palma, 1968), Gabriel Pereiro (Palma, 1975), Santiago Picatoste, Néstor Romero (Granada, 1970), Tatiana Sarasa (Barcelona, 1966), Joan Vallespir, Gori Vicens (Palma, 1968) y el participante en esta cuarta convocatoria de “Art emergent”, Marcos Vidal (Vitoria, 1967), terminaron de completar una visión previa y suficientemente amplia del panorama emergente balear para este inicio de siglo.         


3. Art emergent (I), (II) y (III)”. Una primera y acertada trilogía.

Es en el año 2002 cuando llega la primera convocatoria de “Art emergent”, una propuesta a la que siguieron, sin solución de continuidad, año tras año, otras dos exposiciones más, constituyendo una afortunada trilogía donde fueron todos los que están, aunque lógicamente no estuvieron todos los que eran –siempre hay alguna ausencia que este “Art emergent (IV)” y las próximas citas “emergentes” tratarán de subsanar-. Si se mira con cierta perspectiva, ya casi histórica, los itinerarios por los que se han desenvuelto cada uno de los artistas que han participado en estas tres primeras convocatorias, veremos caminos dispares, algunos de ellos públicos, notorios y plenamente consolidados, otros de recorrido más difícil, casi todos de cierto interés. El tiempo ha dado, en la mayoría de los casos, la razón a los comisarios del proyecto –Joan Carles Gomis en la primera convocatoria y Maria Antònia Artigues para las dos siguientes- demostrando que la elección de los creadores se hizo con buen criterio.

Acompañando las piezas de los treinta y un artistas seleccionados se despliega todo el desarrollo crítico de los documentados y oportunos textos realizados por Carme Castells para los catálogos que recogen cada una de estas tres primeras exposiciones. Unos textos que apoyan y completan el proyecto de una manera tan generosa que nos servirán para entender, a la perfección, el concepto y el desarrollo de unas propuestas de las que aquí, simplemente, enumeraremos a todos sus participantes. Así, en “Art emergent a les Illes Balears (I)” (2002), nos encontramos con Astrid Colomar, Rafel Adrover (Palma, 1969), Amparo Sard, Paco Espinosa, Joan Serra, Marian Femenías Moratinos, Joan Servera “Peix”, Pedro Oliver (Palma, 1968), Yolanda Montesa (Eivissa, 1973) y Paca Florit; en “Art emergent a les Illes Balears (II)” (2003) comparecen Jaume Canet, Carles Moll, Martí Antoni Monjo en colaboración con Ana Camuñas (Villafranca de los Caballeros, Toledo, 1975), Rafel Perelló, Aina Perelló (Pollença, 1976), Blanca Pérez-Portabella (Barcelona, 1973), Eliana Perinat (París, 1965), Joan Miquel Arrom “Sasai”, Fabián Schalekamp (Palma, 1964) y Joan Vallespir; mientras que en “Art emergent a les Illes Balears (III)” (2004) hallamos las contribuciones del residente en Ibiza Mario de Ayguavives, Rafel Bestard (Palma, 1967), Mercedes Estarellas, Jaume Fullana, Carles Gispert, Núria Marquès (Ciutadella, 1975), Maria Antònia Mir Sastre, Ginés Quiñonero, Pedro Vidal (Palma, 1968) y Guillem Santandreu (Manacor, 1965) que, curiosamente, ya estuvo presente en la segunda convocatoria de “… en projecte”, allá por 1994.
  

4. Projecte Llevant, Projecte Torre y Projecte Triangle.

Pero obviamente el Projecte Llevant no se reduce tan sólo a estas convocatorias de “Art emergent”. Projecte Llevant es una idea de colaboración que aúna y coordina los esfuerzos de muchas instituciones isleñas que, en función de la propuesta concreta, van variando y entre las que se encuentran los ayuntamientos de Andratx, Artà, Binissalem, Capdepera, Calvià, Felanitx, Inca, Manacor, Marratxí, Palma, Porreres, Santanyí, Sant Llorenç des Cardassar o Sa Pobla, el Govern de les Illes Balears, el Consell de Mallorca, Sa Nostra, el Espai Mallorca, el Museu d’art contemporani d’Eivissa o el Museu de Menorca. Una dilatada trayectoria de proyectos que se inició en 1999 con “Itineraris damunt paper. El dibuix a la plàstica contemporània a Mallorca”, a la que sucedieron “Fotografía contemporània a Mallorca” (2000), “Actituds tangencials” (2000), “Erotisme a la plàstica contemporània a les Illes Balears” (2001) –donde volvemos a encontrar a Ricard Chiang-, los tres mencionados ciclos de “Art emergent” (2002, 2003 y 2004), “Escultura contemporània  a les Illes Balears” (2005) en la que comparecen, refiriéndonos a los emergentes, Jeroni Bosch, Jaume Canet, Jaume Fullana o Carles Gispert, “Historietes. El còmic a les Illes Balears” (2006), “Ceràmica contemporània a les Illes Balears” (2007) y “Cadàver exquisit” (2008) con, entre otros, Astrid Colomar, Marian F. Moratinos, Paca Florit, Maria Antònia Mir, Rafel Perelló, Amparo Sard y Pep Guerrero (Port de Sóller, 1966), así como un curioso y apropiado texto del joven crítico y comisario Pau Waelder (Palma, 1974). Una serie de propuestas que ahora se completan con este “Art emergent (IV)” del que el presente catálogo trae causa.     

Projecte Torre es, en realidad, el nombre que se da a todas las exposiciones producidas desde la Torre de ses Puntes, normalmente encaminadas a realizar revisiones individuales y concretas de artistas emergentes –aunque no siempre- a partir del momento en que éstas empiezan a itinerar por otros municipios distintos a Manacor, lugar donde radica el mencionado centro expositivo. La primera muestra de este ciclo fue la realizada por Ricard Chiang en 1997. Unas exposiciones que se organizaban, producían y financiaban desde Manacor, con la ayuda del propio Ayuntamiento, del Consell de Mallorca y de Sa Nostra, y que se cedían gratuitamente a otros espacios destinados a la exhibición de arte contemporáneo, siendo recogidos en unos catálogos de diseño homogéneo que funcionan a la manera de colección. A los efectos que nos ocupan destacan, entre la gran cantidad de propuestas realizadas al amparo de este proyecto, las exposiciones de Marian F. Moratinos (2001), Rafel Perelló (2001), Guillem Santandreu (2002), Fabián Schalekamp (2003), Astrid Colomar (2003), Maria Antònia Mir (2004), Pedro Oliver (2005), Pedro Vidal (2005), Rafel Bestard (2006) o Jaume Fullana (2008), año en el que también tiene lugar, dentro de la programación de Projecte Torre, la muestra retrospectiva “Déjà vu 1998-2008” de la artista Paz Alcoverro, seleccionada para este “Art emergent (IV)” .  

El Projecte Triangle, a su vez, es una derivación reciente del Projecte Torre. Son producciones realizadas a tres bandas entre los ayuntamientos de Manacor, Felanitx y Capdepera, de las que se han realizado dos ciclos completos, donde cada municipio se encarga de proponer a un artista. La primera convocatoria organizó exposiciones individuales a Mateu Estarellas (Cala Rajada, 1970), Jaume Fullana y Yolanda Adrover, mientras que la segunda reunió a Pere Bennàssar (Felanitx, 1963), Marcos Vidal y Antonia del Río (Capdepera, 1983). Unas propuestas, todas ellas, que intentan mantener el concepto general y el formato de catálogo de las muestras que se realizaron bajo la coordinación del Projecte Torre.


5. Los premios Art Jove, dando visibilidad a la cantera, y una breve mención de los proyectos “RetroActiva” y “Praxis”.

Los Premios Art Jove, promovidos por el Govern de les Illes Balears, nacieron en 1994 con la clara vocación de incentivar y difundir las propuestas de los creadores más jóvenes de nuestra comunidad. Un certamen que lo fue de artes plásticas hasta el año 2002 –pintura y escultura dando cabida también a las instalaciones- pasando a la denominación más amplia de artes visuales a partir de 2003. En la nómina de ganadores volvemos a encontrar muchos de los nombres que han dado forma al arte emergente balear durante esta década que estamos tratando, artistas citados repetidamente en este texto como, entre otros muchos, Ramon Company (ganador del Art Jove de pintura en 1995 y de la modalidad de escultura en 1998), Pep Guerrero (vencedor del certamen de escultura en 1996), Joan Vallespir (de la convocatoria de pintura en 1997), Carles Gispert (primer premio de escultura en 1997 y  tercer premio en 1999), Marian F. Moratinos (segundo premio de pintura en 1998), Cati Aguiló (segundo premio de escultura en 1999), Joan Servera “Peix” (ganador del certamen de pintura en 2001), Blanca Pérez-Portabella (vencedora de la modalidad de escultura en 2001), Cecilia Segura (mención de honor en escultura 2001), Jaume Simó Sabater (tercer premio en 1996 y primer premio en 2002 en la categoría de escultura), Yolanda Adrover (primer premio de escultura en 2002), Mitos Colom (primer premio de fotografía y mención de honor de pintura en 2002), Aina Perelló (ganadora del certamen de 2003 ya bajo el epígrafe genérico de artes visuales), la menorquina Núria Marquès (vencedora en 2004), el ibicenco Santiago Vich (triunfador en 2005), el valenciano Robert Ferrer (galardonado en 2008), así como la nueva savia de nacidos en los años ochenta: Onofre Caldentey, Neus Marroig y Enric Socias (primer premio y menciones especiales de 2006), el ganador del certamen de 2007, Albert Pinya, la segunda clasificada, la ibicenca Sara Tur, y, por último, Lara Fluxà y Joan Cabrer, segundo y tercer premio respectivamente de la convocatoria de 2008. 

En un intento de aprovechar esta selección de artistas, normalmente oportuna, que los propios premios iba deparando, surgió “RetroActiva”, una propuesta que se configuró a la manera de una singular retrospectiva de Art Jove realizada desde un punto de vista algo diferente. Una iniciativa nacida en 2008 que impulsa, desde el campo institucional, intervenciones del arte más actual por las calles de Palma. Cinco instalaciones en cada ciclo, con sede en un contexto urbano, que tienen como objetivo incitar y excitar el diálogo espontáneo entre la creación contemporánea y los ciudadanos. Los primeros artistas seleccionados, entre todos los ganadores y menciones especiales de los premios, fueron Yolanda Adrover, Carles Gispert, Núria Marquès, Jaume Simó Sabater y Enric Socías (Palma, 1981). La segunda convocatoria se ha celebrado recientemente, en septiembre de 2010, y los elegidos para producir una instalación en una calle de Palma escogida por ellos mismos son: Mitos Colom (Palma, 1977), Pep Guerrero, Neus Marroig (Sóller, 1982), Marian F. Moratinos y Aina Perelló. “RetroActiva” cuenta con la peculiaridad, además, de ser una propuesta que se añade al programa de la prestigiosa Nit de l'Art palmesana, un evento promovido por las asociaciones de galerías de Mallorca que cuenta con el apoyo de las instituciones de las Islas Baleares y en el que la participación del espectador cobra especial relevancia, un marco idóneo para los planteamientos que caracterizan a “RetroActiva”.

Cabe citar, aunque de manera algo sucinta, la propuesta auspiciada también por el Govern Balear que recibe el nombre de “Praxis”, una convocatoria que surge con la idea de fomentar la creación entre los artistas más jóvenes de las islas, recién licenciados en Bellas Artes en alguna facultad española, y que, justo en este momento, comienzan su carrera profesional dentro del mundo de la plástica. La primera exposición, celebrada en 2009, se tituló “Praxis MMIX” y reunió alguno de los nombres que empiezan a sonar en el competitivo campo del arte contemporáneo balear: Joan Cabrer, Lara Fluxà (Palma, 1985) o Bartomeu Sastre (Palma, 1986); mientras que para “Praxis MMX”, la segunda muestra de este ciclo que tuvo lugar en septiembre de 2010, se seleccionó, entre otros, a Joana Esteve (Muro, 1987), Alelí Mirelman (Palma, 1987) y Jaume Orejuela (Pollença, 1981).


6. Otros certámenes de artes plásticas, no específicamente jóvenes, que premian y consolidan planteamientos emergentes.

Sin duda el certamen más importante de artes plásticas de Baleares, tanto en prestigio como en dotación, es el premio Ciutat de Palma “Antoni Gelabert” d’Arts Plàstiques, una convocatoria que ha marcado la pauta de calidad de los concursos de arte contemporáneo en nuestra comunidad y, como no podía ser de otro modo, se ha convertido en uno de los legitimadores más contrastados para las propuestas de carácter emergente. Su nómina de galardonados y seleccionados es amplia, aunque acercándonos a la década y al tema que nos ocupa, parece necesario mencionar, por lo menos, a algunos de los emergentes más reconocidos que han obtenido alguna distinción en el certamen. Así cabe recordar que Martí Antoni Monjo ganó en 1997, que Amparo Sard lo hizo en 1999, que Rafel Perelló se alzó con el triunfo en 2002, que Joan Morey (Sant Llorenç des Cardassar, 1972) se adjudicó la convocatoria de 2003, que Núria Marquès y Rafel Bestard fueron mención de honor en 2004 y 2007 respectivamente, o que Cecilia Segura recibió un accésit en la cita de 2008; todos ellos acompañan en el palmarés a dos representantes de este “Art emergent (IV)”: Paz Alcoverro, ganadora en 2008, y José Ángel Sintes (Alaior, 1978) primer premio de 2009.

Otro concurso de dilatada y consolidada trayectoria es el Ciutat de Manacor d’Arts Plàstiques que, desde 1994, viene dando una expresión del arte más actual a partir de su selección de finalistas. Por limitar el enunciado a los certámenes del 2000 en adelante, diremos que Rafel Perelló lo ganó en ese mismo año, Rafel Adrover lo hizo en 2002, Pep Guerrero en 2003, Maria Antònia Mir en 2005, Aina Perelló en 2006, Rafel Bestard en 2007, y Yolanda Adrover y Joan Cabrer, participantes en el presente “Art emergent (IV)”, lo lograron en 2009 y 2010 respectivamente. También es importante remarcar la calidad y longevidad del afamado Certamen Internacional d’Arts Plàstiques de Pollença que, en el presente año, ha cumplido su edición número XLVII y que ha contado entre los seleccionados en sus diferentes convocatorias con obras de Aina Perelló, Núria Marquès o Gabriel Pericàs (Palma, 1988). Otros premios dignos de mención son el Certamen Interncional d’Arts Plàstiques Vila de Binissalem, ganado por Maria Antònia Mir en 2006, por María Isabel Uribe en 2007 y en el que Joan Servera “Peix” obtuvo el tercer puesto en 2008; el Certamen d’Arts Plàstiques Rei en Jaume de Calvià, obtenido por Mitos Colom en 2007, Isabel de Castro Jung (Palma, 1976) en 2008, Robert Ferrer en 2009 y Neus Marroig en este 2010; o el Certamen de Pintura de Sant Marçal en Marratxí, ganado en 2009 por Mónica Fuster (Palma, 1967) y en 2010 por Joan Vallespir.


7. Galerías sensibles al arte emergente. El proyecto Noves Presències y Art Palma Project.

Una de las características más sorprendentes de la ciudad de Palma y, por extensión, de la isla de Mallorca, es su extraordinaria densidad de espacios expositivos consagrados al arte contemporáneo, seguramente al mismo nivel que algunas de las grandes capitales europeas. Un abanico de posibilidades tan extenso que facilita que los creadores –los que aquí residen y los que vienen atraídos por el efecto llamada que genera esta singular “tierra de oportunidades”- dispongan de multitud de opciones para que sus propuestas vayan viendo la luz, incluso, y dependiendo del artista, con cierta regularidad; una abundancia que desgraciadamente no ha tenido el mismo ratio de cobertura para el resto de nuestras islas, quedando Menorca e Ibiza atendidas de una manera bastante desigual. Centrándonos ya en el ámbito de las galerías comerciales –en el sector privado-  se puede decir que hay un potente grupo de espacios plenamente consolidados, de dilatada y solvente trayectoria, que encaminan su itinerario por la senda del arte actual, sin apenas fisuras, aunque, por supuesto, ponderado por el gusto de aquellos que dirigen sus designios. Muchas de estas galerías, de calidad más que contrastada, han realizado una apuesta decidida por el arte emergente de nuestra comunidad, una labor necesaria para terminar de afianzar los caminos de unos creadores, cada vez más consolidados, mientras van poniendo a prueba sus obras ante ese juez despiadado que es el mercado.

Dentro de este primer y selecto grupo de galerías cabe destacar la tarea continua y estimulante de la Ferran Cano –tanto en su sala de Ciutat, en pleno casco antiguo, como en su celebrado espacio de Barcelona- una línea expositiva que siempre va en beneficio de las propuestas más emergentes y, sobre todo, arriesgadas. Limitándonos a la galería de Palma y a esta década que nos ocupa, la relación de exposiciones es amplia, Pep Guerrero en 2001, 2005, 2008 y 2009, Pedro Oliver en 2003 y 2008, Amparo Sard en 2003[3] y 2007, Yolanda Adrover en 2005 y, entre otros, Julia García en 2006[4]. Pelaires, con más de 40 años de galerismo a sus espaldas, no descarta las propuestas emergentes y ha dado su apoyo, últimamente, a artistas como Natxo Frisuelos (Palma, 1976), Guillermo Rubí (Palma, 1971) y Blanca Pérez-Portabella; ésta última también expuso[5] en la Galería Horrach Moyà donde, precisamente, comparecen Susy Gómez (Pollença, 1965), Joan Morey o Jaume Simó Sabater. En los dos espacios de la Maior –Palma y Pollença- han mostrado su obra Cati Aguiló[6], Joan Cortés (Pollença, 1964), Mónica Fuster, Núria Marquès o Aina Perelló[7]; mientras que la Galería Xavier Fiol ha dedicado alguna de sus exposiciones a Marta Blasco (Manises, Valencia, 1974), Xisco Bonnín[8], Ricard Chiang, Mercedes Estarellas[9], Santiago Picatoste o Concha Vidal (Palma, 1975).      

El segundo conjunto de galerías insertas en el seno de la generosa oferta mallorquina de salas comerciales, podría ser definido como un grupo de espacios que, en sí mismos, pueden ser considerados emergentes, una serie de proyectos, prácticamente todos de nacimiento reciente, que tienen una sensibilidad casi exclusiva para programar propuestas de arte joven y actual. Entre ellos hay que mencionar la interesante trayectoria de ABA Art Contemporani con muestras tan significativas para la emergencia balear como son las de Toni Amengual (Palma, 1980), Isabel Ferrer Tapia (Palma, 1973), Harold Jiménez (Cali, Colombia, 1972)[10] o María Isabel Uribe; también La Caja Blanca con Kira Ball (Palma, 1976)[11], Mitos Colom[12], Bárbara Juan (Palma, 1965) o Marian F. Moratinos; así como SkyistheLimit donde destacan Diana Coca (Palma, 1977)[13], Magdalena Ferragut (Palma, 1979)[14], Susana Muñiz (Madrid, 1967), Nano Valdés (Palma, 1969) y Marcos Vidal. También es importante citar la labor de otro tipo de espacios, con algunas peculiaridades distintivas, como son Addaya centre d’art contemporani, que maneja una interesante y profusa nómina de artistas extraordinariamente jóvenes –Joan Ávila (Palma, 1980), Arantxa Boyero (Palma, 1982), Jaume Orejuela o Julià Panades (Palma, 1981)[15]- junto a otros con una trayectoria algo más dilatada –Yolanda Adrover, Paz Alcoverro, Robert Ferrer, Tomeu Simonet “Gorriomoixa” (Alarò, 1973) o Joan Vallespir-. En el caso del Centre d’Art la Real la lista incluye a Javier Cadavieco (Palma, 1978)[16] y Bárbara Vidal (Palma, 1979), mientras que las propuestas sugerentemente alternativas de Intersecció Art han sido frecuentadas por creadores como Onofre Caldentey (Palma, 1980), Neus Marroig, Víctor Moragues (Palma, 1978), Maria Simón Masip (Palma, 1983), Enric Socias o Evarist Torres (Eivissa, 1970).  

Quizás una de las propuestas que ha servido de más ayuda en las carreras de los artistas implicados y cuya repercusión mediática ha sido mayor, es el mencionado programa Noves Presències, una colaboración entre las galerías mallorquinas y el Consell Insular de Mallorca que incluye una serie de ayudas económicas y adquisición de obra a favor de creadores a los que se les organiza una primera exposición individual en un espacio comercial. El proyecto, nacido en 2002, contó en principio con la colaboración de todas las galerías asociadas de la isla, pero a partir de la convocatoria de 2005 el colectivo Art Palma –que había nacido de una escisión, un año antes, de la Associació Independent de Galeries d’Art de Balears, AIGAB- se desmarcó de la convocatoria, dejando a los miembros de esta última agrupación como únicos integrantes de la cita. Un ciclo de exposiciones anual que, desde hace un tiempo y al margen de la muestra individual que cada espacio organiza para cada uno de sus artistas noveles, culmina con una colectiva en el Centre Cultural de la Misericòrdia de Palma en el seno de los actos de la, cada vez más multitudinaria, Nit de l’Art. A parte de las exposiciones que ya se han señalado en los dos párrafos que preceden a éste, creemos de utilidad citar las siguientes: en el 2002, la de Marian F. Moratinos en la Bennàssar de Pollença, Catalina Julve en la Quàsars de Manacor y la de Marcelo Viquez (Montevideo, Uruguay, 1971) en la desaparecida Galería Mediterrània; en 2003, Pedro Vidal en la Joan Guaita Art, Isabel Ferrer Tapia para la Galería Camba, Astrid Colomar en Altair o Joan Àvila, también para la Mediterrània; en 2004, Mateu Estarellas en la Bennàssar, José Hevia (Palma, 1976) en ABA Art o Tomeu Simonet “Gorriomoixa” en la desaparecida Lebasi; en 2005 José Juan Gonzálvez (Palma, 1973) en el Centre Cultural Asbaek d’Andratx; en 2007 –tras la suspensión del programa durante todo el 2006- Joan Cabrer en la Galería Joan Oliver “Maneu”, Robert Ferrer en la Mediterrània e Isabel Serra (Inca, 1981) en Can Janer; y en las convocatorias de 2008 y 2009 respectivamente: Sylvia Wolterman (Stadskanaal, Holanda, 1978) y Camila Puls (Palma, 1980) ambas  para el Centre Cultural Asbaek d’Andratx.

Fue en 2005 –año en que la asociación de galeristas Art Palma dejó de participar en el proyecto Noves Presencies- cuando se constituyó el llamado Art Palma Project, una propuesta de la Associació d’Artistes Visuals de les Illes Balears –AAVIB- y de la mencionada agrupación de espacios privados, que contaba con el apoyo del Govern, del Ajuntament de Palma y del Consell de Mallorca. Un premio que consistía en la organización de una exposición individual al año en una de las galerías pertenecientes a Art Palma de uno de los artistas emergentes afiliados al citado colectivo, elegido, lógicamente, por un jurado designado a tal efecto. El proyecto se inauguró con la interesante propuesta de José Antonio Troya (Logroño, 1967) que tuvo como ilustre sede la Galería Pelaires. El año siguiente la triunfadora fue Julia García y su “El hombre pulmón”, una exposición en la Galería Ferran Cano que se convirtió en una exquisita y ajustada muestra de algunos de los argumentos y de las delicadas formas que frecuenta esta artista.   


8. Desde la escena alternativa: La casa del cactus, La fàbrica de licors, La resistencia de l’art, Visionaris y las publicaciones independientes.

Cualquier ecosistema de creación contemporánea que se precie siempre debe tener su cuota de alternatividad, un escenario de sana independencia que dé cabida a aquellas propuestas que, por concepto o por riesgo, todavía se encuentran al margen de las instituciones y del mercado, unos estamentos que habitualmente prefieren el control a la incertidumbre. Este canal alternativo se convierte en una vía para albergar y difundir los proyectos menos comerciales, más osados, críticos, experimentales –¿quizás más emergentes?- con la libertad algo matizada que suelen mantener la mayoría de estos colectivos. Propuestas que orbitando alrededor de los caminos establecidos, a mayor o menor distancia, intentan expandir iniciativas que tienen una salida más compleja en el difícil circuito del arte. Estas organizaciones cubren un espectro muy necesario para la promoción de las plásticas, encargándose de dar cobijo a contenidos de un tenor más singular en el seno de unos espacios algo diferentes, unos colectivos de virtudes claras pero con una serie de problemas recurrentes que suelen generar una existencia compleja y, casi siempre, limitada en el tiempo; una suerte de patologías comunes que acaban afectando a un canal de emisión creado por amor al arte pero que termina modificado, casi siempre perjudicado, por cuestiones completamente terrenales.

Y es que estas iniciativas suelen proceder del empuje de un grupo concreto de personas en confluencia momentánea de voluntades e intereses, aficionados, profesionales de sectores afines –o no tanto- que a la misma velocidad que agotan su ilusión, fuerzas o dinero, van perdiendo el fuelle necesario para mantener el empuje del proyecto. Estos colectivos viven del ánimo de sus socios y, por este preciso motivo, suelen caminar a una velocidad inconstante, desapareciendo y rebrotando, mientras van variando su composición humana y, con ello, las sensibilidades en la selección, producción y difusión de sus propuestas, configurando un panorama difuso donde los criterios que asumen pueden parecer algo irregulares. Pero el problema fundamental, como casi todo en esta vida, es de financiación. Infraestructuras y proyectos requieren inexcusablemente unos fondos que pueden poner en peligro el carácter más esencial de estas iniciativas: su independencia. Efectivamente, no resulta raro que estos colectivos puedan verse atrapados en una espiral donde la propia búsqueda del dinero, como medio, les haga recurrir al mercado o al compromiso institucional modificando sus parámetros de selección en pos de propuestas más comerciales o apelando a patrocinadores, normalmente públicos, que a la vez que les suministran el dinero necesario pueden hacerles perder su genuina e intransferible esencia, fiscalizando sus contenidos, moderando sus criterios o entrometiéndose en sus planteamientos.

Estas propuestas, algunas de ellas apoyadas sobre interesantes ideas, han ido apareciendo, sumergiéndose, renaciendo y extinguiéndose, según la potencia de su propia fórmula y de cómo este poderío ha ido aguantando los sucesivos problemas -humanos o económicos- que con el devenir del tiempo y el desarrollo del proyecto van surgiendo. La realidad es que por estas islas han comparecido conceptos ligados a las plásticas tan interesantes como la plataforma de arte y difusión La casa del cactus cuyos artífices fundamentales fueron los artistas Cati Aguiló y Carles Gispert, siempre en colaboración con otros creadores que iban fluctuando según la convocatoria concreta. Un planteamiento que inició su recorrido allá por 1996 en una antigua casa del pueblo mallorquín de Ses Salines, un lugar que quedaba, cada verano, a disposición de una singular colonización artística. Tras irse del espacio físico que le da nombre, el proyecto comenzó a desarrollarse en nuevas y variadas ubicaciones, de ello dan buena prueba “Ultramarinos” (2001) un completo programa que incluía exposiciones, performances e intervenciones multimedia que se desarrollaron en diferentes contextos de Barcelona; también en 2001 concurrió “Archipiélago-cactus” imbricado dentro de la oferta del festival mallorquín de música Isladencanta. Ambas citas contaron con artistas como Yolanda Adrover, Joan Cortés, Mónica Fuster, Fabián Schalekamp y Marcos Vidal, al margen, por supuesto, de los comentados Cati Aguiló y Carles Gispert.

A estos proyectos le siguió en 2002 “Panem et circenses” organizada junto a la empresa de gestión cultural más activa de esta década en Baleares, Tres serveis culturals, una idea que convocó a artistas, estudiosos y colectivos con el objeto de convivir y desarrollar durante ocho días todo un programa de talleres, mesas redondas, performances y exposiciones; un lugar de reflexión, pero también una cita con cierto componente lúdico, una combinación que este tipo de asociaciones siempre ha sabido manejar muy bien. En este evento intervinieron, entre otros, Mariano Mayol (Palma, 1965), Jaume Simó Sabater, Joan Sastre (Selva, 1961) o Marcos Vidal. No fue hasta 2007 cuando esta asociación volvió a participar en una propuesta plástica en Mallorca, en este caso tuvo lugar en el Monasteri de La Real y se tituló “Cimentiments o no m’asfaltis el respecte” donde, con una evidente carga crítica e irónica, muchos artistas trataban de hacernos reflexionar sobre temas tan controvertidos como la corrupción, la especulación inmobiliaria o la contaminación, aquí nos encontramos a Pedro Oliver, Carles Gispert, Susana Muñiz, Pepi Hervás (Palma, 1978), Juan Gavilán (Palma, 1977), Magdalena Ferragut, Amparo Sard, Bárbara Juan, Joan Sastre, Joan Cortés, Mónica Fuster, Jaume Simó Sabater, Fabián Schalekamp o Pedro Vidal. Por último cabe mencionar también un proyecto coordinado por este colectivo en 2009 y que se llamó “Atelier CRISI”, un contenedor de ideas donde se invitó a gente muy diversa a exponer su sensibilidad, su acción o su lucha entorno a esta complicada situación global que, todavía hoy, andamos sufriendo; una crisis que se vio bajo el prisma de las propuestas de Rafael Adrover, Susana Muñiz, Pedro Oliver o Jaume Simó Sabater, entre otros.

La fàbrica de licors junto con La resistència de l’art fueron, durante los años que mantuvieron su proyecto, los únicos espacios expositivos independientes sin ánimo de lucro que consolidaron una programación continuada en las Baleares. La fàbrica de Licors, concretamente, era un grupo heterogéneo y joven de personas vinculadas a la fotografía, el diseño y el arte, que defendían unos conceptos de la cosa plástica muy diversos y que planteaban sus propuestas como una especial y curiosa simbiosis en las mismísimas entrañas del casco antiguo de Palma. Xisco Bonnín, Magdalena Ferragut, Juan Gavilán, Pepi Hervás y el que firma estas líneas, Fernando Gómez de la Cuesta, emprendimos una actividad completamente alternativa que se extendió desde 2002 hasta 2006 y en la que se englobaban talleres, ciclos de proyecciones, música, sesiones de dj, performances, instalaciones y, por supuesto, exposiciones. Por sus salas pasaron algunos de los proyectos menos convencionales de la isla y muchos de los representantes emergentes de la fotografía y las artes visuales en las Baleares: Javier Izquierdo (Palma, 1976), Javier Cadavieco, Dani Cardona (Palma, 1971), Julia García, Susana Muñiz, Marta Blasco, Paz Alcoverro, Marcos Vidal, José Juan Gonzálvez, Marcelo Viquez, Diego Dintino (Montevideo, Uruguay, 1970), Carles Gispert, Tatiana Sarasa o Pedro Oliver, integraron algunas de las propuestas individuales, las colectivas, participaron en su project room o impartieron talleres, siempre vinculados, todos ellos, a contribuir a la difusión de una nueva manera de hacer, transmitir y consumir arte contemporáneo.

La resistència de l’art también planteaba una oferta multidisciplinar que nos aproximaba a la creación plástica de una manera lúdica, reivindicando la figura del artista dentro de la cadena de producción del arte y defendiendo un concepto de profesionalización de los servicios artísticos que permitiera mantener económicamente los proyectos que se iban gestando. Marga Nicolau y Mercedes Estarellas fueron las encargadas de consolidar el desarrollo de esta idea durante los más de tres años que tuvieron de actividad (2003-2006) en los que incluyeron propuestas de Juan Gavilán, Pepi Hervás, Susana Muñiz, Marcos Vidal o Marcelo Viquez. Con la desaparición de La fàbrica y de La resistència el panorama alternativo de espacios no comerciales de las Baleares quedó sin apenas contenido, siendo quizás, el ciclo de proyecciones “Visionaris”, la única propuesta que recoge algo de aquel espíritu desinhibido y mestizo que trataba de acompañar el arte con talleres, música, participación y diversión; una convocatoria que cada inicio de verano tiene lugar en la Fundació Pilar i Joan Miró de Palma, promovida, desde 2008, por el colectivo Samakineta, compuesto por Xisco Bonnín, Pepe Cañabate, Javier Izquierdo y Rif Spahni. Una asociación que se ha marcado como objetivo mostrarnos la obra fotográfica de creadores de todo el mundo, incorporando, a la vez, algunos baleares emergentes como son: Toni Amengual, Dani Cardona, Victor Moragues, Bartomeu Sastre, Evaristo Torres, Bárbara Vidal, José Juan Gonzálvez o Isabel Santandreu (Valldemossa, 1976). Para concluir este epígrafe también parece necesario mencionar la labor de tres publicaciones independientes que con sus contenidos han difundido, no sólo las propuestas de arte emergente de nuestra comunidad si no también aquellos desarrollos artísticos que difícilmente hubiesen encontrado eco en la prensa escrita de nuestras islas, hablamos de las revistas Youthing –dirigida por los hermanos Quetglas- DP progressive urban culture –que tiene por editor a Gori Vicens- y Casatomada –cuyo artífice fundamental fue Horacio Alba-.   


9. Algunas exposiciones colectivas a modo de ejemplo.

Intermediando esta primera década del siglo XXI y sin la posibilidad, ni el ánimo, de ser exhaustivos, hemos seleccionado tres exposiciones colectivas que, por diferentes motivos, pueden colaborar a redondear esta perspectiva del arte emergente balear. Por eso nos hemos centrado en una curiosa terna de propuestas realizadas casi a mitad de década –entre 2004 y 2005- para que nos ayuden a configurar una perspectiva más global de lo que ha sido el arte contemporáneo en nuestra comunidad. Dentro de las jornadas “Palma ciutat del món” organizadas por el Ajuntament de Palma en octubre de 2004, se presentó una muestra colectiva titulada “Mestizos” comisariada por el que esto suscribe y que tenía la intención de mostrar las visiones de diferentes artistas sobre la evidente metamorfosis que está experimentando la moderna noción de ciudad, haciendo especial hincapié en las nuevas relaciones que se suscitan entre sus habitantes, los ciudadanos, donde los importantes flujos migratorios a nivel mundial, el cada vez más frecuente contacto entre las diversas culturas y el efecto globalizador de los nuevos medios de comunicación y difusión, van provocando una redefinición, veloz y continua, de todo este entramado de (des)conexiones humanas. Los artistas seleccionados fueron Antonio Camba (San Sebastián, 1961), Cecilia Segura, Marcelo Viquez, Marcos Vidal, Marta Juan (Palma, 1980) y Ferran El Otro (Barcelona, 1980), Mitos Colom, Diego Dintino, Oswaldo Fernández (Bogotá, Colombia, 1962), Pastora Muncunill (Barcelona, 1975), Pedro Vidal, Pepi Hervás, Ramón Company, Sonia Ibáñez (Moncofa, Castellón, 1974), Susana Muñiz y Xim Izquierdo (Palma, 1975), unos creadores que, valiéndose de técnicas que iban desde la videocreación a la pintura, pasando por la fotografía, la instalación o la escultura, conformaron un conjunto de piezas donde primaba, por encima de cualquier otra cosa, el mensaje.

Poco después, en diciembre del mismo año, tuvo lugar en el Centre Cultural Asbaek d’Andratx la completa exposición “Somnis i malsons” comisariada por Pilar Ribal. Una muestra que nos permitió paladear el macabro y refinado esteticismo de Ricard Chiang, el “brico-arte” kitsch e irónico de Marcos Vidal, el sarcástico surrealismo de Viquez, las ensoñaciones cinéfilas de Marta Blasco, la excitante sensualidad deportiva de Pedro Vidal, la simbiosis entre lo onírico y lo cotidiano de Carles Gispert, las sugestivas metamorfosis de Julia García, el juego evocadoramente pop de Tatiana Sarasa, o las inquietantes y sutiles creaciones de Amparo Sard; un mundo de sueños, deseos y alguna pesadilla que terminaba de completarse con las piezas de Yolanda Adrover, Xisco Bonnin, Antonio Camba, Jesús Cánovas, Ramon Company, Paco Espinosa, Mercedes Estarellas, Pep Guerrero, Bàrbara Juan, Marian F. Moratinos, Susana Muñiz, Marga Nicolau, Blanca Pérez-Portabella, Fabián Schalekamp, José Tobal y María Isabel Uribe.

Ya en 2005 se celebró la colectiva titulada “Bombeo de amor”, una exposición que, aparte de la característica evidente de aglutinar de nuevo a algunos de los principales representantes de la emergencia balear, se le unía el interés de ser un proyecto que trascendió las fronteras y se exhibió en Ámsterdam, concretamente en el W.G. Kunst Expozaal. Una muestra que tenía su origen en 2003 y que, después de un par de escalas isleñas, completó su desarrollo en la capital holandesa, una ciudad ideal para compartir un proyecto de artes plásticas donde el amor, sus flujos y sus derivados, esenciales o desnaturalizados, eran los protagonistas. Los amantes amados, artistas implicados, eran un grupo de calidad, heterogéneo y potente: Marcos Vidal y su máquina de pasar tarjetas de crédito que, literalmente, hace el amor con una Barbie; los metafóricos cinco tipos de abrazos de Susana Muñiz, porque el amor no es sólo uno; las pasiones, locuras y desmesuras del amor, vistos por un esteta llamado Juan Gavilán que continuamente corre en busca de la belleza; la esencia del amor, endodérmico y abstracto, que aflora del corazón de Julia García; la no tan poderosa Afrodita de Mercedes Estarellas, que lucha, duda, goza y se consume bajo la llama del amor; Xisco Bonnin y sus paisajes fotográficos postmodernos, reflejo del oficio más viejo del mundo y, por último, las pinturas de exquisita técnica de Marta Blasco y sus amores de película. Todo obras bien planteadas, formal y conceptualmente, que asumen la idea germinal y la desarrollan de una manera más que correcta, mientras dan una oportuna expresión del arte más joven y moderno que, por aquellos entonces, se estaba realizando en Baleares.


10. …Y por fin “Art emergent (IV)”.   

Con este bagaje cada vez más extenso llegamos a 2010 y a esta cuarta cita de “Art emergent” en la que, por supuesto, no es una casualidad que casi todos los elegidos hayan comparecido en muchas de las propuestas que hemos ido desgranando en los epígrafes anteriores, unas notas previas que se han hecho con la intención de coger cierta perspectiva sobre los últimos diez años de arte emergente balear y que sirven de contexto para la selección de artistas que nos ocupa. Una decisión, escoger estos diez creadores, que siempre se convierte en algo complejo e incompleto, máxime si los que tienen posibilidades son tantos como concurren en nuestras islas. Para atenuar esta sensación de inseguridad lo mejor es no perder de vista la sencillez con la que se ha planteado el presente proyecto: dejar testimonio de algunas de las nuevas aportaciones de calidad a la plástica de nuestra comunidad, diez miradas más –que ya suman cuarenta- dentro de la infinita multiplicidad que caracteriza la emergencia de la plástica actual. Un conjunto heterogéneo de artistas que van aportando su contribución personal e intransferible a este magma insondable que es la creación contemporánea gracias a una obra solvente y contrastada, donde trayectorias consolidadas y artistas jóvenes comparecen en el seno de un elenco sugerente y variado, como también lo es, precisamente, el arte más reciente. Los participantes en esta convocatoria, Yolanda Adrover, Paz Alcoverro, Joan Cabrer, Julia García, Lourdes Grivé, Miquel Mesquida, Jaume Simó Sabater, José Ángel Sintes, María Isabel Uribe y Marcos Vidal, han seguido, como no podía ser de otra manera, unos itinerarios muy personales, con unas propuestas completamente diferentes y con unos conceptos absolutamente diversos, pero uniéndoles a todos una acentuada preocupación por las formas y los contenidos de la plástica actual, una materia de trabajo, un objeto de consideración y una fuente de análisis, que es el verdadero motivo de la presente propuesta y, por extensión, del texto que la acompaña.
 

Un decálogo (cualquiera) para un arte emergente (singular)

Para un crítico de arte, a veces historiador, no hay nada más interesante que tener la oportunidad de reflexionar sobre cierto contenido después de haber hecho algo de historia. A modo de decálogo –como no- introduciremos diez cuestiones de entre las infinitas dialécticas que frecuentan el arte contemporáneo actual, sosteniéndonos en la estimable investigación que cada uno de los artistas de este “Art emergent IV” ha emprendido. Diez cuestiones, diez, que se unen a los innumerables debates que dan contenido a la plástica de nuestros días y que tan sólo nos van a servir para proporcionar una visión incompleta, incluso sesgada, de todo lo que está ocurriendo en el arte de ahora, porque lo inabarcable, obviamente, sólo se puede explicar de manera parcial. Diez motivos para la reflexión en el seno de una plástica contemporánea peculiar, insondable, mientras nos vamos basando, apoyando y creciendo junto a las singulares y sólidas piezas de la decena de artistas que han sido seleccionados para este “Art emergent (IV)”.


1. Vírgenes, putas, madres e hijas (para un arte sin género por favor). Yolanda Adrover.

Endinsant-se en aqueix territori íntim on se succeeix la batalla del dia a dia i es desenvolupa la vertadera identitat, Yolanda Adrover incorpora el seu discurs artístic al d’una genealogía de creadores que han fet de la casa i els rols socials el centre de llur reflexió[17]

Siempre he sido enemigo de los tópicos pero soy consciente de que el ritmo frenético de los tiempos, alienante y desesperante, precisa una determinada dosis de generalizaciones para que nuestra compleja y desquiciada contemporaneidad sea algo más sufrible. En un mundo donde lo más sencillo puede llegar a complicarse hasta el absurdo, nos vemos obligados a recurrir, más de lo que desearíamos, a ciertas convenciones reductoras y empobrecedoras que, por supuesto, consiguen simplificar nuestras vidas a cambio de ir perdiendo por el camino casi todos los conceptos que pudieran resultar interesantes. De ahí al vacío absoluto apenas hay un paso. Luchar contra estas generalizaciones, contra estas convenciones, contra estos tópicos, y contra los abusos, las desigualdades y las estupideces que provocan, se suele convertir en una tarea titánica y muchas veces estéril. El ser humano se sienta sobre ellos cómodamente, depositando todo su peso, mientras le hacen la vida mucho más relajada, le evitan pensar, interrogarse, dudar, pero también crecer, moverse y avanzar. Somos más epidérmicos que profundos y es por ese motivo por el que a menudo nos conformarnos con lo exterior, con lo simple, mientras vamos confundiendo, para nuestra propia desgracia, muchas de las formas y gran parte de los contenidos.

No creo en el arte de género ni en el género en el arte. Creo en las ideas, en sus desarrollos y en sus maneras. Hablar de género en el mundo del arte puede ser un error y hablar de arte de género un error completo. En realidad todo se explica mejor a través de ciertas sensibilidades comunes, de algunas voluntades concurrentes, de las ideas que se desarrollan, de las formas y de las maneras que se frecuentan, de las vidas, de las formaciones, de las inquietudes, de los deseos y de las expectativas que se generan y que, en ocasiones, también se cubren; todos ellos son argumentos para intentar entender cualquier planteamiento bastante más fiables que el sexo de la persona que crea la pieza, aunque lo relacionemos con las formas que practica y los temas concretos que trata. A menudo, refiriéndose a la obra de Yolanda Adrover, he visto confundir su género con su arte. En Adrover, el odio y el amor, el dolor y el placer, la soledad y la convivencia, se suceden en un singular ciclo catártico donde el arte se constituye en el elemento sanador de los males sociales y personales que la artista detecta, el contrapeso que cura su alma y sitúa el fiel de la balanza en una posición equilibrada, encargándose, también, de mostrar los caminos para que nuestra sociedad se desenvuelva de una manera más correcta, más ética, más civilizada. Una búsqueda de ese equilibrio que es alcanzado a base de producir, en un incontenible desahogo y desalojo de miedos, tabúes, errores, aciertos, deseos y complejos, un arte donde la convivencia puede ser un campo de batalla, donde la sociedad es un lugar de conflicto y donde el sexo aparece, a veces, como una lucha caníbal. Unas piezas en las que la figura de la mujer refleja toda esa infravaloración social que ha padecido y el hombre manifiesta toda su maravillosa prepotencia, mientras la artista, con la rebeldía necesaria, denuncia tantos y tantos años de menosprecio gracias a unas obras que superan, con solvencia, el complicado envite planteado.

Un menoscabo que en el ámbito de la creación plástica no sólo queda patente por la evidente falta de mujeres artistas que se han recogido en los libros de historia del arte, si no también por el monopolio que, hasta hace unos años, tenía el hombre sobre su representación, sobre la iconografía de las mujeres que se estandarizaba y trascendía como expresión de los roles que debían asumir. Haciendo una generalización deliberadamente falsa y maliciosa: vírgenes, putas, madres e hijas, conformaban los cuatro patrones básicos en los que la imagen femenina se desenvolvía, heroínas muy pocas, luchadoras algunas y mejores que los hombres ninguna. Al margen de las pioneras vanguardistas y de la extraordinaria, polifacética e inconmensurable Louise Bourgeois, quizá fue la nueva fotografía la primera en habilitar un medio democrático para poner las cosas en su sitio, Dora Maar, Cindy Shermann o Francesca Woodman, muchas veces utilizándose a ellas mismas como modelos, empezaron a conseguir que los roles de las mujeres comenzaran a modificarse, precisamente, a partir de sus propias y previas representaciones. Primero vino la imagen, la idea, luego llegó el cambio. Yolanda Adrover, sin embargo, no se limita tan sólo a un medio como la fotografía si no que emplea sin complejos todos los que tiene a su alcance con una maestría que, sin duda, diferencia su obra. Sus sacos de boxeo confeccionados con retales y combinados con unos peculiares guantes de lavar platos que sirven para golpearlos, esos óvalos bordados que encumbran a los altares aquella imaginería que representa al hombre y a la mujer, todavía con un atrezzo desigual, o sus finos dibujos plenos de ironía, dejan al descubierto una triste realidad –que lo sigue siendo- gracias a un acertado desarrollo conceptual y una estética exquisita que conecta sus bellas y desasosegantes metáforas con toda esa elaborada poesía de la vida cotidiana que, de una manera afortunada, caracteriza gran parte de su obra.
 

2. El ordenador es Dios (e Internet su profeta). Paz Alcoverro.

Perduda la seva individualitat i el seu propi suport físic, la imatge, multiplicada fins a l’infinit, flota en l’èter de la iconosfera contemporània, el ciberespai que conforma Internet, els disc durs dels ordinadors, les targetes de memòria i en la nostra pròpia ment modelada per una cultura eminentment visual.[18]

Posiblemente una de las cuestiones que más llama la atención del actual ecosistema de las plásticas, sea esa aplastante mayoría de artistas multimedia que comparecen ensimismados delante de la pantalla de un ordenador, al que, sin ningún reparo, confían gran parte de sus ilusiones en un curioso depósito de anhelos que nunca debería resultar intrascendente. Esta convicción casi religiosa suele servir de ayuda, y de acto de fe, mientras el imparable huracán tecnológico que colma de oportunidades la creación plástica se encarga de satisfacer casi todos los deseos de los artistas, a la vez que los ciega con sus increíbles capacidades. Un poderío desmesurado que hace que se confunda la parte que pertenece a la destreza personal del creador con la parte que deriva de la potencia del medio. Es por este motivo que el arte actual se convierte en algo superfluo cuando el artista se pone al servicio de la técnica, asumiendo las coordenadas que ésta le dicta y reduciendo sus formas y sus contenidos a los propios de la tecnología empleada, unos creadores que van desmantelando sus autorías mientras se dejan seducir, cómodamente, por el indudable atractivo de estas nuevas posibilidades. Así, la infraestructura tecnológica de las plásticas se aprovecha de estos incautos y les vende su producto, asegurándoles que, en esta espiral de omnipotencia, todo está al alcance de su mano, convenciéndoles con lo superficial y evitando que conozcan su verdadera esencia. Una explicación de la creación actual que se extiende a toda una sociedad en la que los seres humanos, gracias a estas desproporciones y sin apenas darnos cuenta, comparecemos totalmente desbordados, alienados y en un estado de absoluta esquizofrenia.

En el seno de este agotador exceso digital que, como hemos señalado, no es exclusivo de los artistas, destaca la potencia y la suma facilidad con la que cualquiera, y desde cualquier sitio, puede acceder a Internet, la inmediatez de sus transmisiones, la gran capacidad de sus posibilidades y la hiperabundancia de unos contenidos que, casi siempre, comparecen en forma de millones de imágenes y a tan sólo un clic de distancia. Una desmesura que satura sin compasión nuestras retinas y gran parte de nuestro cerebro, consiguiendo, no sólo los efectos positivos, comunicativos y evidentes que le son propios, sino también todo un catálogo de lastres, degeneraciones y redundancias, que termina viciando nuestra sensibilidad y nuestro entendimiento hasta tal punto que nos impide percibir las cosas con absoluta nitidez, incluso, lo más sencillo. La red, por supuesto, es un canal de información esencial pero puede resultar también una anestesia dormidera de conciencias: de todo un poco, de nada mucho y de mucho mal.

Desde el principio de su actividad artística, Paz Alcoverro, presintió los enormes riesgos que se iban creando tras la furia desmedida de la tormenta de imágenes e información que se estaba generando y que, de manera inminente, se nos venía encima. Como resguardo decidió interponer su cámara entre ella y la marabunta, no sólo como parapeto físico –que también- si no como un sofisticado procesador que iba seleccionándole lo trascendente y acercándole con cautela  lo que, en principio, pudiera resultarle incomprensible o peligroso. El ojo y la intuición de la artista hacía el resto. Sus fotografías se constituyen desde entonces en una curiosa mezcla de ideas, de punzante y turbador contenido, que se manifiestan como una evidente expresión de los tiempos en los que nos ha tocado vivir. Unas enigmáticas composiciones que, al margen del concepto, no obvian la estética de la que se nutren: ese insondable banco de imágenes universal que continuamente está creciendo en nuestro cibernético mundo, un catálogo infinito que los avances técnicos en forma de captación, reproducción y transmisión de imágenes está generando, todo un muestrario visual de lo que existe, e incluso, de lo que no existe.

Efectivamente, Alcoverro abastece sus obras de imágenes preexistentes, fotos de noticias periodísticas, escenas robadas de películas, programas de televisión, arquitecturas, gente, animales, objetos, voluntades, casualidades. La creadora se encarga de confrontar todas estas visiones en un juego de diferentes y de iguales, para que la imagen, sometida por la artista al contacto con otras imágenes, vaya mutando, manteniendo o reforzando sus contenidos, una curiosa metáfora que se gesta al amparo de esta enorme miscelánea visual y global que nos rodea. Las piezas seleccionadas para este “Art emergent” pertenecen a dos series bien diferenciadas aunque con nexos evidentes: la primera, “Stealing news”, anticipa su interés por la apropiación y la recontextualización de imágenes generando nuevos significados por contacto y ubicación, en este caso, en el ámbito de la noticia periodística; la segunda, “384 kbps”, se mete de lleno en la reflexión sobre la inabarcable multiplicidad de Internet, conformando unas imágenes compuestas, ambiguas, poderosas, que nacen desde la asepsia de un fondo neutro y que se consolidan como una representación de la realidad, en una premonición tan sólo al alcance de los visionarios más privilegiados ya que, nuestro mundo, se parece cada vez más a estas fotos.


3. La pintura siempre resiste (otra vez). Joan Cabrer.

La seva obra m’inquieta. Veig xarxes, cordes, embolics, caseres, horitzons, connectors, algues, bombolles, cèl.lules, motlles i tubs i punxes… Un llenguatge propi, carregat d’ironia, que s’entremescla dialogant en abstracte.[19]

Mientras la creación plástica contemporánea recorre los innumerables y necesarios caminos de la performance, lo interactivo, la instalación, lo digital, el video, la luz o lo sonoro, siempre hay una vía paralela, tangencial, incluso convergente, que frecuenta la pintura de una manera plenamente contemporánea. La pintura muta y se adapta pero, por mucho que se diga, nunca muere. Ahora se reinventa por enésima vez –y las que le queda- y de esta regeneración participa, mediante su obra, Joan Cabrer. Así es, en una época en la que hablar de abstracciones y de figuraciones resulta cada vez más difícil –gracias a que la imagen, monarca insuperable de cualquier forma de comunicación, ha iniciado una deriva en la que las referencias objetivas van perdiendo su materialidad- mejor que de abstracción debemos hablar de nuevas realidades. Una “otredad” que nos sitúa, sin apenas darnos cuenta, en aquellos ámbitos que el hombre contemporáneo transita con una normalidad que hace tan sólo unos años sería completamente impensable: lo endógeno, lo celular, lo cibernético, las entrañas de la máquina, los circuitos, los chips, los espacios virtuales, el cosmos, la galaxia, la molécula, han pasado de inspirar, desde la incertidumbre, ficciones y ciencias, para crear un entorno cierto donde las dimensiones, el tiempo, las formas, la luz y sus colores, se relacionan de manera bastante distinta a todo lo que hasta ahora conocíamos. El hombre disfruta de una nueva visión y esta posibilidad se trasluce en los propios motivos del arte.

Es verdad que en estos tiempos  no es necesario que la obra artística responda siempre a criterios de excelencia técnica, pero sí resulta imprescindible conocer y controlar un lenguaje para poder deconstruirlo. Ningún analfabeto musical se debe permitir el lujo de tocar tan sólo una tecla de un piano y decir que hace, sin más, música minimalista, por el mismo motivo ningún artista plástico puede desmontar lo que nunca supo construir y, menos aun, intentar defenderlo como si de una profunda investigación se tratara. El camino hacia las nuevas realidades –y ya no hablamos sólo de pintura- puede confundir sobre determinadas calidades ya que la capacidad de dar forma, desde esa otra certeza, puede estar en manos del creador más sensible o ser el último recurso del incapaz más absoluto. El problema de estas nuevas maneras que inundan la plástica contemporánea desde la realidad reciente, es que la sencillez de su factura, de sus formas, puede evitar que sus contenidos se asimilen y se expresen correctamente. No es el caso de Cabrer que, desde la estética afortunada de sus pinturas a base de una técnica más que solvente, recoge los conceptos oportunos en un descriptivo y ajustado retrato de la contemporaneidad, pero también de sus gustos personales y de sus intereses más íntimos.

Siguiendo una tradición evidente que conecta con aquellas ideas que frecuentan José Manuel Broto, Luis Gordillo, Juan Uslé o, incluso, Juan Navarro Baldeweg, las piezas de Cabrer dotan de nocturnidad, juventud y alevosía un espectro de la creación que, al contrario de lo que pudiera parecer, de momento no se agota. El ser humano actual, como decíamos, ha cambiado la visualidad y los medios de su observación, los telescopios cada vez son más potentes, los microscopios más nítidos, hacemos tomografías axiales computerizadas, resonancias, radiografías y ecografías tridimensionales de nuestro interior, la percepción de lo que nos rodea ha cambiado definitivamente y, donde antes veíamos una mesa de madera, ahora distinguimos una amalgama molecular. Joan Cabrer coge todas estas nuevas percepciones que, por su juventud, son las únicas que ha conocido, y les une el manga japonés, la simbología informática y tantas otras cosas de las que, con habilidad, extrae sus formas pero también sus contenidos, dando una oportuna expresión de todos los elementos y de todos los conceptos que van componiendo su arte, un arte plenamente contemporáneo que, de nuevo, vuelve a ser pintura.


4. En busca de lo sencillo (de vuelta a casa). Julia García.

I és que Julia García, potser sense que ella –per la seva modèstia- sigui conscient, es permet un luxe a l’abast de pocs creadors: incorporar una nova definició d’art al lèxic de les plàstiques, un art saurí que, recorrent al pròxim, al quotidià i al senzill, transcendeix l’evident per a narrar-nos el qui hi ha més enllà, el que se amaga sota l’epidermis, amb la subtil i simple poesia de qui és capaç de veure l’invisible, comprendre’l, enriquir-lo i explicar-lo.[20]

A veces puede ser un lápiz, un papel, la pintura o una simple fotografía, la forma más adecuada para transmitir la pureza y la sencillez de lo verdaderamente importante. Julia García es totalmente consciente de ello y desde siempre se ha valido de la simplicidad de los medios que emplea, del dibujo cotidiano, de la línea sin barroquismos innecesarios, de la pintura sin distancia, del color sin sofisticaciones, de la fotografía elemental y de la exquisita sencillez y calidez de sus materiales, para comunicar de la manera más certera posible sus propias emociones, lo que oye, lo que piensa, lo que lee, lo que siente, lo que mira, lo que dice. Sus obras hablan sobre cosas extrañamente normales, cercanas, sobre rutinas tranquilizadoras, inquietantes desde la costumbre, anodinas hasta el agrado, que encuentra sin apenas esfuerzo en su entorno más inmediato, en su ámbito familiar. La maternidad, lo propio, los suyos, las heridas de la convivencia, la trascendencia de lo cotidiano, las creencias, sus sentimientos, pero también lo orgánico, lo endógeno, lo biológico, lo interior; todos ellos sujetos de un lenguaje en permanente evolución que se enriquece a medida que avanza, un abecedario cuya semántica se puede obtener con cada elemento, uniendo las letras, formando palabras, creando frases, una escritura que se mueve en esa frontera que frecuentamos a diario –y que termina definiéndonos- entre lo que nos fascina y lo que nos repele.

Creo que determinados artistas, y Julia García es una de ellos, han detectado a la perfección ese proceso de alienación fruto de una globalización que nos lleva a la desmesura, y su reacción, conveniente y acertada, ha sido en forma de retorno a lo más íntimo, a nuestra familia, a nuestra casa, a nuestra ciudad, a nuestras cosas y a nosotros mismos como temas y objetos fundamentales de la expresión artística, como aquello a lo que solemos volver para buscar la calma, mientras que con sus creaciones van contrarrestando la labor de esos otros artistas que, en más ocasiones de las deseables, recurren a rebuscados amaneramientos, a complejas formas y a exóticos ambientes y contenidos, para tratar de expresar sus ideas o su estética. Efectivamente, un error muy habitual en la plástica contemporánea es pretender obtener determinadas calidades a partir de lo lejano, de lo exótico, de lo complejo o de lo excesivamente especializado, en un esnobismo sin fin que no se preocupa por atender ni por recoger los valores verdaderamente importantes, una fórmula que, en la mayoría de oportunidades, no sólo no consigue su objetivo de remarcar la pretendida intelectualidad de la obra o la ansiada originalidad de las piezas, si no que suele provocar un efecto de rechazo, mientras se interponen -a veces de manera deliberada y otras de forma inconsciente- muros insalvables entre las creaciones y el espectador.

Por el contrario, Julia García, siempre ha frecuentado el camino inverso, recurriendo a lo que nos es próximo, percibiendo la poesía de lo cotidiano y situando su peculiar prisma sobre todo lo que nos hace sentir cosas interesantes partiendo de la cercanía; una artista que elabora sus proyectos con la maestría de una depurada poetisa y con la sencillez del que es capaz de asimilar lo esencial de las cosas. A partir de conceptos en principio unívocos la creadora va cosiendo sus ideas, desarrollando sus términos y abriendo nuevas perspectivas: propuestas como “El hombre pulmón” o “Claros del bosque”, inspirada en la lectura atenta de María Zambrano, brotan de nociones básicas y son completadas con esa poesía sutil, llena de metáforas y recovecos, que se encarga de convertirlas en múltiples ideas y, sobretodo, estimulantes emociones. En sus piezas lo humano -lo individual e incluso lo endógeno-, lo doméstico –el hogar, la casa, la familia- y lo natural -como ecosistema revelador e integrador del ser- se dan cita conformando un peculiar bosque animado, con alma, con almas, en el que se reivindican singulares simbiosis y se expresan algunos de los pleitos del hombre con él mismo, con los que le rodean y con el medio en el que se desenvuelve.


5. Somos lo que mamamos (la tradición y lo nuevo). Lourdes Grivé.

Eivissa és per antonomàsia el país de l’arquitectura sense arquitecte. Les cases que hi construeixen els pagesos són d’un estil tan pur i d’una expressió tan harmoniosa, que poden sostenir perfectament la comparació amb les obres reflexives i calculades de l’arquitectura moderna. Així que fugiu de la ciutat i us endinseu en l’illa, aneu de sorpresa en sorpresa: per tot la mateixa perfecció plàstica, per tot la noblesa de formes de les cases.[21]


Somos lo que mamamos, lo que nos rodeó siendo niños, los seres con quiénes nos rozamos, con quiénes crecimos, aquellos a los que odiamos y todos los que nos enamoraron. Somos lo que nos enseñaron y lo que nos inculcaron, lo que vimos, vivimos, sentimos e intuimos, también, por supuesto, lo que nos imaginamos. Somos porque fuimos y fuimos en función de dónde y con quién estábamos. Una interminable cadena de causalidades, casualidades y afectos que van configurando los valores que regirán el resto de nuestra vida: yo soy yo, mis circunstancias y mis genes que en cierta medida también son parte de mis circunstancias. Un mapa humano individual, personal y completamente intransferible. Este entorno comienza en nuestra infancia más tierna, condicionante y estimulante, a la vez que se constituye como la primera asimilación, la que más nos influye y contra la que, en algunas ocasiones, más violentamente reaccionamos. Ni el tipo más desarraigado del mundo puede desprenderse de la buena o la mala leche que mamó y, de una manera u otra, este ecosistema que nutrió sus inicios se constituirá en la base, bien por acción bien por reacción, de lo que vendrá después. En el arte, como en la vida misma, los comienzos son fundamentales, lo que absorbes al principio, lo que conoces primero, suele dejar una huella más honda, un afecto más profundo y, a veces, un rechazo más visceral.

La isla de Eivissa siempre ha sido un lugar singular que posee ese halo especial y único que atrae, de manera irresistible, la sensibilidad de los artistas. Desde que algunos pioneros de las vanguardias históricas, como Walter Benjamín o Raoul Hausmann, la descubrieran y describieran como un entorno ideal para su inspiración, se ha mantenido durante todo el siglo XX como uno de los paraísos europeos de la creación artística. Will Faber, Eduard Micus, El Grupo Ibiza 59, con exponentes tan interesantes como Erwin Broner, Bechtold o Hans Laabs, y artistas pitiusos de cierto reconocimiento internacional e inmensa valía como Vicent Calbet, Toni Cardona, Portmany o Rafael Tur Costa, configuraron un panorama creativo de incuestionable atractivo. Esta tradición artística, caracterizada por una extraordinaria sensibilidad hacia la poesía de lo abstracto, tiene su continuación en la obra de los propios Tur Costa o Erwin Bechtold, así como en la de Irriguible, Carles Guasch, Enric Riera, Cis Lenaerts; Michel Buades o Gilbert Herreyns y, en cierta manera, en ese gusto por la geometría, por la abstracción, por la línea delicada de trazo sutil, por el blanco, que recogen las fotografías sobre arquitectura de Lourdes Grivé.

Precisamente una de las peculiaridades que hizo de Eivissa un destino tan apetecible para artistas e intelectuales fue su singular arquitectura rural, unas casas basadas en el ingenio local y que anticipaban, gracias a una premonitoria intuición, algunas de las premisas más destacadas de las que luego fueron enunciadas por los más importantes representantes de la arquitectura moderna. Unas viviendas que se desarrollaban a partir de estructuras modulares que tendían al cubo y que dotaban a esta construcción de una plasticidad, organicidad y practicidad que provocó que arquitectos racionalistas como Le Courbusier o Erwin Broner la fijasen como objeto de su estudio. La casa tradicional ibicenca cuenta con una serie de características que la singularizan, convirtiéndola en una construcción extraordinariamente interesante: son casas funcionales, todo en ellas está pensado conforme al uso que va a tener y con el objetivo de que esta función se realice de la manera más eficaz posible, son viviendas orgánicas, vivas, que poseen un desarrollo modular en virtud de las necesidades de sus habitantes, creciendo con ellos mediante sucesivos volúmenes cúbicos, son un espacio con cierto carácter defensivo, lo que provoca su escasez de vanos y un cierto componente introvertido en su arquitectura y, por último, son casas blancas como la cal, la sal y la luz de Eivissa.

Todo esto podría haber sido motivo suficiente para que Lourdes Grivé hubiese cogido la arquitectura ibicenca como objeto de su creación, aunque, de una forma meramente epidérmica, sólo fuera por la fotogenia de su geometría, de sus colores, de sus luces y de sus sombras. Pero la obra de la fotógrafa Lourdes Grivé, una artista cuyas imágenes son expresión de lo que ha vivido y, por supuesto, de lo que ella misma ha aportado, centra su objeto de análisis, de reflexión, en esta arquitectura, emprendiendo dos vías de trabajo que, evidentemente, son más depuradas que una simple aproximación formal. Un par de caminos que, siendo independientes, traen causa el uno del otro: la primera de estas líneas frecuenta la ruina como recuerdo de aquellas construcciones rurales sencillamente esplendorosas que albergó la isla y de las que, para desgracia de todos, cada vez quedan menos ejemplares intactos, una forma de investigación que no se reduce tan sólo a lo formal, ni siquiera a lo antropológico o costumbrista, si no que trasciende la materialidad para imbricarse en lo espiritual, en el vestigio metafísico. Partiendo de este análisis, pero iniciando la segunda vía, Grivé, desarrolla otra búsqueda no menos interesante, esta vez, con la arquitectura contemporánea como sujeto, mientras intenta ofrecernos, no sólo la oportuna expresión de lo que se está haciendo en la isla, sino también la evidente huella de esa tradición constructiva y conceptual tan jugosa que los ibicencos llevan siglos disfrutando. Así, de esta manera, a la extraordinaria herencia de la arquitectura popular y a la perceptible huella de famosos arquitectos modernos como Josep Lluís Sert o Erwin Broner a su paso por Eivissa, se le unen, en un potente desarrollo donde se funde la tradición con lo nuevo, las piezas de reconocidos y jóvenes arquitectos actuales como son Francesc Xavier Pallejá, Salvador Roig, Marc Tur, Oriol Batchellí, Victor Rahola, Martínez Lapeña o Elías Torres, mientras Lourdes Grivé va dejando, de todo ello, un exquisito testimonio y una profunda reflexión.


6. Un antropocentrismo reciente y (por supuesto) lleno de dudas. Miquel Mesquida.

El pintor, atrevit, agosarat, enfollit de desig, borratxo d’utopia, arrisca el seny i la mateixa vida per tornar al paradís perdut de l’autenticitat. A cops d’impuls i de matèria prima, salvatge, plasma la veritat de l’home (tot tatuant-li a la pell el sexe fet serpent i al cap –a tots els caps!- una taca de sang).[22]

Cada vez son más los artistas contemporáneos que intentan refugiarse en el objeto y en el sujeto para tratar de recuperar algunas de las múltiples referencias que con el devenir del tiempo habían ido perdiendo. Una vuelta a un arte figurativo y expresivo con el que muchos creadores parecen aferrarse a la realidad más cárnica y a la más objetual –la más emocional y la más cercana- de entre todas las múltiples verdades que nos envuelven, evitando así abandonarse a ilusiones metafísicas, ejercicios meramente estéticos, especulaciones cibernéticas o a abstracciones completamente vacías de contenido que, en ocasiones, tienden a desconcertarles. Durante estos largos años en que lo abstracto, lo conceptual y lo digital han marcado de manera indeleble el ritmo de la historia del arte reciente –en muchas oportunidades para mejor- también se exprimieron hasta la nausea las formas y las maneras que aquellos genuinos pioneros –y sus continuadores más sagaces- habían ido desarrollando; un uso reiterativo y abusivo que consigue desmantelar casi todos los contenidos de unas propuestas que han ido degenerando en ciertas malformaciones cadavéricas y sin esencia que, todavía hoy, continúan intentando convencernos con su falsa bondad.

Siempre hubo algún elemento reactivo a estas dominaciones de la desobjetivización, desmaterialización, deshumanización, despersonalización, despinturización del arte, auténticos resistentes de la mal llamada figuración como Francis Bacon que, desde su claustrofóbica habitación llena de violencias, miedos, egos y gritos desgarrados, se mantuvo fiel a una realidad que distorsionaba diabólicamente con mano maestra. Miquel Barceló, Anselm Kiefer y muchos otros, han mantenido el estandarte de estas nuevas formas de expresar la figura humana y el objeto, a la vez que han ido conquistando el espacio que iban cediendo unas abstracciones que, al margen de algunas aportaciones conocidas e interesantes, cada vez comparecían más vacías y amaneradas. Estas vías recuperadas de las vanguardias históricas se centran en la representación de lo humano y de todo lo que nos rodea, un antropocentrismo pleno de dudas, que manifiesta formalmente su inclinación por cualquier recurso de fuerza expresiva –sea materia, gesto, color o línea- y de los que el creador se vale en un intento decididamente comunicador. Una simiente expresionista y real que ha germinado en muchos artistas actuales, convertidos, ahora, en los garantes de que este camino no se desabastezca de contenidos y de que se vayan hallando nuevos itinerarios que alimenten los desarrollos más recientes.

Como buen defensor del arte sincero, sin tapujos ni medianías, las de Miquel Mesquida son unas imágenes vigorosas que se constituyen en la máxima expresión de lo que quiere contar y de sus propios sentimientos. Unas piezas que recogen ese imaginario que, poco a poco, ha ido construyendo, un mundo peculiar que germina atrapando instantes de la rutina diaria o configurando escenas de esos lugares completamente distintos, absolutamente nuevos, que él imagina, visiona, prevé, un vocabulario personal del artista, pero también una afortunada manifestación de nuestra sintaxis colectiva, fascinante por su cotidianeidad y, en un extraño contrasentido, por su bendita irrealidad. Una singularidad que le confiere su óptica especial y los medios concretos que emplea, accesibles, manejables, cercanos. Dibujos de líneas privilegiadas pero insuficientes para contener sus impetuosos colores, sus texturas, sus goteos, sus gestos y unos añadidos en forma de collage que refuerzan la sensación de inacabado y que le confieren ese carácter próximo, a veces apetecible otras no tanto, que caracteriza gran parte de su producción. Unos seres etéreos y unos objetos peculiares que se desenvuelven en ambientes  extraños o cotidianos, unas pinturas que señalan su mundano paraíso, unas esculturas que nos acompañan en el descenso a los celestiales infiernos, un arte irredento, humano y dubitativo, que comparece listo para el combate y, por supuesto, para la contemplación. 


7. La (des)ubicación del objeto artístico. Jaume Simó Sabater.

Les instal.lacions de Jaume Simó Sabater són fetes dúna selecció de materials i d’imatges de gran potència evocadora, que presenten i representen alhora, i que actuen com a artefactes simbòlics. L’assemblage i l’escenificació lligada al happening són alguns dels seus modus operandi habituals a partir dels quals crea xarxes de significants relacionats que conformen unitats de sentit i que llancen les reflexions de l’artista. També resulta un recurs habitual la figura de la sinècdoque que, entre d’altres coses, contribueix a l’extremada economia y ecología de mitjans, caracteritzats pel tractament en cru i sense manipular.[23]

A la misma y frenética velocidad con la que se van descubriendo y describiendo remedios y vacunas para los males más insospechados, estos mismos males, en una hábil mutación, progresan, se desarrollan y se transforman en nuevas y más resistentes variedades de la enfermedad de la que traen causa. El arte contemporáneo, atento a la realidad que lo envuelve y con esa extraordinaria capacidad de absorción que lo define, siempre ha asumido las influencias más positivas pero también los contagios más crueles, auténticas degeneraciones de unas simientes que, en muchas ocasiones, eran portadoras de una interesante idea. Así, el concepto de instalación surgido, entre otros motivos, con la intención de desacralizar los espacios del arte, incorporando nuevos objetos, y por la pretensión multimedia de trascender los límites clásicos de la escultura, se ha ido constituyendo como una técnica cada vez más importante en el seno de los nuevos parámetros del arte contemporáneo, un potente recurso que se vale a la perfección de todos los medios que el mundo actual va dejando a nuestro alcance y que se convierte en una de las formas de expresión más adecuadas para la cultura visual, conceptual y artística que nuestra época va tejiendo.

Pero cuando un lenguaje empieza a alcanzar su madurez[24], sin solución de continuidad, también comienza a generar sus propias perversiones: unas vulgares degeneraciones que, en el caso de las instalaciones, se consolidan en algunas manifestaciones vacías, pretenciosas o redundantes. La obra de Jaume Simó Sabater, sin embargo, huye de cualquier vacuidad mientras inserta sus raíces en la tierra, en su propia tierra, y lo hace apelando a valores que, desde el inicio, son consustanciales a toda su obra. Partiendo del sustrato que nos es común, de nuestra cultura, la que nos define y en ocasiones también nos mediatiza, Jaume Simó Sabater la recoge y la reivindica sin renunciar a las formas y a las maneras del arte más actual. Y es que la realidad nos dice que, con la misma inercia con la que nos olvidamos de lo nuestro, en muchas ocasiones, también vamos prescindiendo del sustrato adecuado donde situarnos, que controlamos, que nos explica, y sobre el cual, con conocimiento de causa, deberíamos afirmarnos para luego desarrollarnos. Todos somos poseedores de cierta herencia, de una cultura con la que nos identificamos y de una sucesión de formaciones y experiencias con la que la completamos, incluso los más desarraigados construyen sus propios cimientos a partir de lo que les dieron y de lo que, en el devenir de su propia vida, han ido tomando. Así, Jaume Simó Sabater, sin renunciar a la tierra que aguanta nuestros pies y a la cultura que ayuda a definirnos, decide que el sustrato en el que nos apoyamos debe servir para tomar impulso y, sólo en épocas de tormenta recia, para fijar el ancla.

Un impulso que con esta base le lleva por unos interesantes derroteros creativos que incluyen la instalación pero también la acción, una acción reivindicativa, estética, política, en la que el artista apela a la materia en bruto para elaborar unos productos totalmente conexos con la realidad, ya que, si  algo nutre la obra de Sabater, es el conflicto contemporáneo, las dialécticas que se establecen en las zonas de relación, en las zonas de fricción, en las zonas, precisamente, de conflicto, unas situaciones que sus piezas se encargan de dejar patente insertándolas en los lugares del arte contemporáneo, en las galerías, centros y museos, propiciando el debate, sobreentendiendo la reivindicación, descontextualizando y reubicando objetos y conceptos. Sensación, situación, acción y reacción. Y es que las piezas seleccionadas para este “Art emergent (IV)”, la silueta de revolver con luces de navidad, el banco quizás hogar del sin hogar y otros connotativos y denotativos artefactos, buscan crear situaciones, posiblemente, en espera de alguna respuesta sincera.    


8. Nuevas formas y nuevas maneras (hacia otra estética). José Ángel Sintes.

Desde el ocaso de las vanguardias, el arte ha tenido que reinventarse a sí mismo sin tener que “matar al padre”, porque el padre ya estaba muerto. No quedaban más academias que derrumbar ni tradiciones que combatir. El rey estaba desnudo y el posmodernismo no ha hecho otra cosa que evidenciarlo, porque los intentos de encontrarle nuevas vestimentas –incluso recosiendo las viejas- sólo han conseguido provocar mucho ruido mediático y pocas sorpresas.[25]

En una eterna y compleja espiral, la historia del arte y su crítica, van alternando y solapando la elección del actor protagonista entre la forma y el contenido; épocas donde el concepto de belleza -la estética que le es propia y la apariencia que la manifiesta- priman sobre la idea que contienen, permutan o se combinan con otras en las que, lo fundamental, es lo que se dice. Y es que durante siglos, entre estos dos polos, ha ido oscilando el diapasón de la creación artística, alcanzando, en una suerte de continua e imparable mutación, gran parte de las infinitas combinaciones que entre ambos pueden darse. En el arte actual, más conceptual que estético, suele vincularse el arte mayor a creaciones donde la idea y el contenido predominan sobre las formas que el artista emplea para transmitirlos; es por ello que las expresiones plásticas donde se prefiere la belleza por sí misma quedan vinculadas -más de lo que sería deseable y en más oportunidades de las ciertas- a creaciones de tendencia, de diseño o a un puro esteticismo, muchas veces usando estos conceptos con un evidente desdén.

Es cierto que el objeto artístico no tiene por que ser bello pero parece que, en la actualidad, a veces se busca lo feo por el mero hecho de no incurrir en la belleza, se le tiene pavor a lo bello para no caer en la cursilería o en lo meramente plástico y se prefiere, en un afán mal entendido de epatar, lo desagradable, lo violento, lo repulsivo, incluso lo hortera o lo simplemente insulso, huyendo como posesos del concepto tradicional de belleza. En ocasiones el crítico muerde este anzuelo, confundiendo lo que en realidad es una fealdad vacía de contenidos, con una novedosa trasgresión quebrantadora de las leyes de la estética o de lo políticamente correcto. Al margen de esto, lo que si es cierto, es que una nueva voluntad estética está frecuentando los nuevos parámetros del arte contemporáneo, fundamentalmente la pintura y la fotografía, tratando de recoger en su devenir este cambio de criterio. Efectivamente, parece que la sensibilidad de los artistas lleva tiempo percibiendo que la belleza es una cosa sencilla, cercana, que se encuentra justo a nuestro lado, en los objetos, en las personas y en las situaciones que nos resultan más accesibles y es por ello que esta nueva plástica, esta nueva estética, se empeña en dar cabida a los nuevos sujetos del arte.

José Ángel Sintes es un exponente claro de esta tendencia, un buscador nato de la belleza en las cosas y en las situaciones que le son próximas, en aquellas en las que, a pesar de estar ubicadas a nuestro lado, el común de los mortales no habíamos reparado. Unos peculiares objetos y situaciones que él detecta gracias a su fino sensor, llamándonos la atención sobre ellos y explicándonos su belleza, su sencillez, su armonía. Un camino que supera la polución contemporánea para depurar, purificar y codificar esta nueva estética de lo corriente, esta auténtica y singular belleza de lo cotidiano. Si genios como Edward Hopper hubiesen trascendido su captación del ambiente, de los interiores, de los paisajes, y fijasen su atención exclusiva y superdotada en los objetos que les rodeaban, en algunas situaciones vividas, y todo ello, en primerísimo plano, como Sintes, posiblemente hubiesen obtenido, ambos, resultados con ciertas similitudes conceptuales e incluso formales. José Ángel Sintes, además, no se conforma con la física evidente de las cosas y también va en busca de aquella metafísica no tan obvia: sus naturalezas muertas, por ejemplo, son expresión de los objetos en los que fija su atención y, a pesar de que suelen ser de una cotidianeidad manifiesta, poseen aquel halo espiritual que tan generosamente nos legó la obra de Giorgio Morandi y que el artista, con destreza, también nos facilita.  


9. Desde lo doméstico (con amor). María Isabel Uribe.

Con el desenfado iconoclasta y esas dosis de humor atrevido que la caracterizan, la artista reflexiona ahora sobre la maternidad, una experiencia que, por cierto, acaba de conocer. El espacio mental y emocional de ese entorno doméstico alterado por la llegada de un nuevo ser, queda, ¡cómo no!, referido en unos objetos que prueban ser especialmente aptos para las aventuras estéticas de Uribe. [26]

Y una vez refugiados en nuestra casa, al resguardo de las inclemencias contemporáneas, el artista cómodo, conformista, poco sincero, sin agallas, se queja permanentemente de su falta de tiempo, de la carencia de estímulos que exciten su creación, mientras echa la culpa de su escasa voluntad a la vorágine contemporánea. Sin embargo para María Isabel Uribe el hogar es fuente de inspiración, y en ocasiones, incluso espacio de producción. Así es, la artista ya nos planteaba, en aquella exposición titulada “I am very domestic” que tuvo lugar en la galería palmesana ABA Art Contemporani en 2006, que la casa, cada casa, es a la vez diferente y única. Fregonas, cepillos y cubos, la limpieza después de la celebración familiar y ositos de juguete que contribuyen al sueño no siempre tranquilo de un bebé, podrían parecer más la expresión de un agotador lugar de trabajo que un verdadero hogar –y mucho menos un entorno de inspiración- si no fuese por el extraordinario sentido del humor de la artista, su optimismo desbordante y un concepto lúdico de la vida que convierte los objetos y las situaciones más cotidianas en sujetos de su arte, haciendo mutar lo prosaico hacia una propuesta plena de poesía y color, aunque no exenta de cierto sarcasmo.

Una descontextualización de objetos cotidianos, una intervención sobre ellos y una nueva ubicación, que asume sin problemas los parámetros más actuales del arte contemporáneo. Porque las cosas ya no son lo que parecen, las cosas son lo que son, y cada una de ellas, además, es algo distinto. Efectivamente, los objetos son el medio y el hogar es el lugar, pero lo fundamental, obviamente, es la capacidad del artista para transmitir. Ya lo decía Leon Tolstoi, El arte es la forma a través de la cual una persona entrega a otras sentimientos de tal manera que se infecten de ellos y los experimenten[27], y razón no le faltaba, el arte sincero es un estado de ánimo, sin duda, y lo es para quien lo evalúa, para quien lo consume y, por supuesto, también para quien lo produce. El arte puede entenderse, el arte puede explicarse, pero sobre todo, debe sentirse, y la misma persona puede hacerlo de mil maneras distintas. Yo soy yo y mis circunstancias, y cuando estoy deprimido, enfadado o enamorado, muchas canciones -que antes no me importaban- empiezan a hablar de mí.

En el arte necesitamos sinceridad, sin duda, pero por encima de todo hace falta sentimiento, pasión, amor, el genuino motor de los actos humanos más insondables. El afectado por la pasión, el apasionado, es un tipo evidente al que se le reconoce fácil, disfruta de casi todo y casi todo lo hace al máximo, su entrega es total y su convicción suprema, esto le sirve para lograr los más apoteósicos aciertos, pero también para cometer los más estrepitosos errores. En el caso de Uribe, gracias a su extraordinaria capacidad, la pasión que demuestra no le confunde, sino que le agudiza el criterio para acertar casi siempre, permitiéndole realizar una producción artística de extraordinario interés, unas piezas que, con el amor de una buena madre, de una gran artista, tiene la generosidad de ofrecérnoslas desde la calidez e intimidad afectuosa de su propio hogar. Desde casa con amor.


10. El infinito catálogo de creaciones (y algunas de sus próximas vidas). Marcos Vidal.

Marc Vidal no cau en la temptació de voler crear grans obres, heroiques, definitives; relaciona i utilitza amb intel.ligència la ironia i la paradoxa, ambdues coses molt serioses, capaces com pocs recursos de desvetllar les contradiccions i els llocs comuns del nostre temps. Els materials i els elements dels seus escuts i capelles, per exemple, ens remeten a un catàleg de significats d’índole social. No hi ha ingenuïtat ni pur automatisme en aquests acoblaments/collage, sinó intenció i crítica socials[28]

Con algunas formas heredadas del Pop más ácido -aquel que no se conformó con recoger sino que optó por flagelar, desde el sarcasmo, gran parte de las convenciones sociales más embrutecedoras- las piezas de Marcos Vidal hablan de muchos de los triunvirato magníficos que trufan nuestra sociedad: dinero, sexo y religión, el arte, los artistas y el resto de la fauna… Un campo abierto para la ironía y el humor que Vidal transita con seguridad y solvencia. Para ello apela a todo un catálogo de imágenes y objetos, potentes y reconocibles, en muchas ocasiones preexistentes, que compone, ensambla y superpone en un inconfundible collage de recuperaciones y ocurrencias que entronca también con toda una sofisticada e irreverente imaginería kitsch de iconografía marcadamente popular. Vidal recurre a los objetos como elementos y como conceptos, juega con ellos y los intercala con habilidad entre todo ese imaginario colectivo del que se nutre, riéndose de la definición más petarda de moderno y señalando las evidentes corrupciones que nuestra sociedad va padeciendo: de nuevo el dinero, la política, el poder.

Pero en ese uso constante de lo prefabricado, no sólo encuentra Marcos Vidal su afortunado medio de expresión, sino que la reutilización de lo existente se convierte en la propia expresión de la idea. Así es, el creador pretende dejar en evidencia el insondable catálogo de objetos con el que, la masiva y extenuante producción industrial, casi nos sepulta. Un exceso contemporáneo, como otros de los que hemos hablado en el presente texto, que queda patente y examinado en cada uno de los ensamblajes con los que el artista resuelve sus piezas. Pero este infinito catálogo del que Vidal se nutre, esta cultura de la superproducción en donde se hace absolutamente de todo y de ese todo se hace mucha cantidad, es, en sí misma y con todo su repertorio de imágenes y conceptos, un poderoso y peligroso medio de expresión para el arte, donde se obtiene, desde hace algún tiempo, una interesante materia prima –pero excesivamente cómoda- con la que seguir creando.

Un recurso potente al que hay que tratar con la cautela y la pericia que lo hace Marcos Vidal, un artista que parte de las numerosas aportaciones icónicas y objetivas que se han ido sumando con el devenir del tiempo, algunas sin duda geniales, otras no tanto, que convierten estas posibilidades en algo diabólico que puede hacer caer al creador en trampas tan evidentes y comunes como el vulgar apropiacionismo de lo impropio, la simple repetición insustancial de contenidos o el burdo collage de elementos destemplados en el que el artista se constituye en un mero seleccionador –en un remixador- seducido por la espléndida potencia y cantidad de lo ya creado. Lejos de estos vicios, el virtuoso Vidal, opta por aplicar sus cualidades más acentuadas, su inteligencia, su ironía hasta el sarcasmo, su sentido del humor, el acierto estético de sus composiciones, en una suerte de juegos atractivos y sugerentes que, sin duda, trascienden cualquier contenido meramente epidérmico para ir directos al corazón de la crítica social.







[1] Carme Castells, “Art Emergent a les Illes Balears”, texto recogido en el catálogo Art Emergent a les Illes Balears (I), Projecte Llevant, Manacor, 2002, p. 5.
[2] …en projecte (I), Torre de ses Puntes, Ajuntament de Manacor, Manacor, 1992.
[3] Exposición realizada dentro del programa Noves Presències auspiciado por el Consell Insular de Mallorca.
[4] Exposición realizada gracias a la beca Art Palma Project promovida por la asociación de galeristas Art Palma y apoyada por el Govern de les Illes Balears y el Consell Insular de Mallorca.
[5] Dentro del programa Noves Presencies 2003.
[6] Dentro del programa Noves Presencies 2002.
[7] Su primera individual en esta galería fue en el marco del programa Noves Presencies en 2002.
[8] Dentro del programa Noves Presencies 2003.
[9] Dentro del programa Noves Presencies 2002.
[10] Su primera individual en esta galería fue en el marco del programa Noves Presencies en 2005.
[11] Con una primera individual en el marco del programa Noves Presències 2009.
[12] Su primera individual en esta galería fue en el marco del programa Noves Presències en 2007.
[13] Aunque su primera exposición individual en galería comercial fue en La caja blanca dentro del marco del Noves presències 2006.
[14] Dentro del programa Noves Presències 2007.
[15] Con una primera individual en el marco del programa Noves Presències 2009.
[16] Con una primera individual en el marco del programa Noves Presències 2008.
[17] Pilar Ribal, “Yolanda Adrover: una secreta rebel.lia”, texto recogido en el catálogo de la exposición Batecs. Yolanda Adrover, Addaya centre d’art contemporani, Alaró, 2008, p. 3.
[18] Pau Waelder, “Ineluctable modalitat del visible”, texto recogido en el catálogo de la exposición Premi Ciuta de Palma “Antoni Gelabert” d’arts visuals 2008, Casal Solleric, Ajuntament de Palma, Palma, 2009, p. 14.
[19] Maria Antònia Artigues, “Joan Cabrer” texto recogido en el desplegable de la exposición …en projecte (XII), Torre de ses Puntes, Ajuntament de Manacor, Manacor, 2007.
[20] Gómezdelacuesta, “Art saurí” texto recogido en el catálogo de la exposición Julia García. El hombre pulmón, Galería Ferran Cano, Palma, 2006.
[21] Raoul Hausmann, “Eivissa i l’arquitectura sense arquitecte” artículo de la revista D’Ací i d’Allà, Nº 148, Barcelona, 1936.
[22] Jaume Santandreu, “Miquel Mesquida. Assalt a l’Edén” texto recogido en el desplegable de la exposición …en projecte (XII), Torre de ses Puntes, Ajuntament de Manacor, Manacor, 2007.
[23] Jaume Reus, “Situaccions en conflicte” texto recogido en el catálogo de la exposición Exilis. Jaume Simó Sabater i Garau. Obres 1997-2008, Casal Solleric, Ajuntament de Palma, Palma, 2008, p. 115.
[24] Como indica Ranciere refiriéndose a la evolución del concepto de instalación: “Todas esas instalaciones jugaban entonces sobre lo que treinta años antes había sido el resorte de un arte crítico: la introducción sistemática de objetos y de imágenes del mundo profano en el templo del arte. Pero el sentido de esta mezcla ha cambiado radicalmente. Antes, el encuentro de elementos heterogéneos buscaba resaltar las contradicciones de un mundo dominado por la explotación y quería cuestionar el lugar del arte y de sus instituciones en ese mundo conflictivo. Hoy día la unión de elementos heteróclitos se afirma como la operación positiva de un arte que archiva y testimonia un mundo común. Esta unión se inscribe entonces en la perspectiva de un arte marcado por las categorías del consenso donde se trata de devolver el sentido perdido de un mundo común o reparar las fallas del lazo social” en Jacques Ranciere, El viraje ético de la estética y la política, Editorial Palinodia, Santiago de Chile, 2005, p.37.
[25] Marie-Claire Uberquoi, ¿El arte a la deriva?, Random House Mondadori, Barcelona, 2004, p.153.
[26] Pilar Ribal, “Objetos y fetiches: la ubicuidad de la réplica”, texto recogido en el catálogo de la exposición María Isabel Uribe. I am very domestic, ABA Art contemporani, Palma, 2006, p. 3.
[27] Leon Nikolayevitch Tolstoi, ¿Qué es el arte?, Editorial Tor, Buenos Aires, Argentina, 1950.
[28] Pablo J. Rico, “Estratègies d’indiferencia en Marc Vidal”, texto recogido en el catálogo Marc Vidal. Llinatge sospitós, Espai Ramon Llull, Govern de les Illes Balears, 2002, p. 9.

RECORTES DE PRENSA



  








 

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