
La coleccionista.
-Sobre la intervención de MP&MP Rosado para el Espai Quatre de Palma-*
Mi nieta, en lugar de visitarnos en persona, había vuelto a enviar aquel avatar especialmente diseñado para conformar a viejos como nosotros, un engañabobos amable hasta la náusea que no se parece en absoluto a ella, “recoge toda la esencia de la persona representada” reza la publicidad… ¡y un cuerno! Maldita sea la hora en que se lo compró. Su abuela, otra vez, se había quedado con el cocido en la olla y yo me tuve que pegar un atracón con el jamón que recién había cortado. Todo el mundo sabe que los avatares no comen. Mi nieta tampoco come, se enchufa. Un par de minutos en la máquina esa de las proteínas y, con las pilas bien cargadas, a dar vueltas por el mundo, por su mundo virtual, sin apenas salir de aquella arquitectura neutra, completamente aséptica y sosa para morirse, que ellos llaman casa.
Mi nieta en algo se parece a mí y si no se parece más es por la influencia de su madre. Mi nieta tiene ese gusto por buscar lo bello, lo extraño, la diferencia, lo singular, por reconocer las cosas, etiquetarlas, guardarlo todo y almacenarlo oportunamente, a veces con una finalidad y otras sin objeto ninguno. Un gusto que siempre hemos tenido los de la familia, todos menos su padre. Pero los tiempos avanzan a un ritmo frenético y las cosas se van desmaterializando a la misma y endiablada velocidad con la que, nosotros mismos, perdemos densidad y tendemos a la transparencia. Mi nieta ya no ha vivido realidades que no sean virtuales, sus fotos pertenecen a situaciones simuladas que ella misma ha ido eligiendo desde su terminal de última generación, son recuerdos de momentos que sólo existieron en el mundo de vectores que ella va configurando, sus fetiches son hologramas, las cosas curiosas que colecciona nunca han tenido presencia corpórea y su gabinete de curiosidades cabe en un disco duro.
Recuerdo la última cámara de las maravillas que visité, tesoros y curiosidades reales, mi nieta aún no había nacido, era una intervención de MP&MP Rosado en el Espai Quatre del Casal Solleric titulada Planta Sótano – Gabinete. Allí los objetos se almacenaban en cajas y pendían de hilos, ensartados como unos peculiares móviles que se encargaban de enseñarnos todo su espléndido muestrario. Objetos de memoria marina que, entre el hallazgo y el naufragio, expresaban los intereses, la esencia, de quienes los iban guardando en una cripta que llamaron sótano, desacralizándola y contextualizándola en la intimidad del hogar. Un espacio seguro para albergar unos tesoros personales e intransferibles, pero, sin duda, compartibles. Unos tesoros de cuando las cosas eran de verdad, ahora, ya nada existe… Bueno… Yo guardo una caja…
*Publicado en la revista Youthing.
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