Albert Pinya - Galeria Ferran Cano


Esa puta rata judía.

-Texto para la invitación de la exposición de Albert Pinya "Entre la obra gráfica y la obra trágica. El resplandor de la inmundicia" en la Galería Ferran Cano de Palma. Noviembre de 2010-

En realidad casi todo me da igual. Nunca entiendo a ninguna mujer y a duras penas comprendo a los hombres, así que he decidido pasármelo todo por el forro, no me esfuerzo ni pienso esforzarme, no es misoginia combinada con un poco de misandria, es que con las mujeres quiero amor y sexo, entre otras cosas, y el acuerdo suele resultar imposible, mientras que con los hombres, con los que no quiero nada de lo segundo y un poco menos de lo primero, la relación es algo más sencilla. Dicho queda. Me resbalan la corrupción, los palacetes y los abrigos de visón, las putas y los mártires, Adán y Eva, los curas pedófilos, la iglesia y Dios. Me gustan las ratas porque son escurridizas, inteligentes y convierten la mierda en oro, una habilidad mucho más interesante que convertir el oro en mierda. Si tuviera que escoger preferiría la mafia, porque quema su propia basura, que los medios de comunicación que se encargan de publicarla. Adoro a los cerdos, sobre todo para comérmelos, y como soy medio forastero me gusta el jamón ibérico, aunque también la sobrasada, los butifarrones y el camaiot, el llom amb col, el arròs brut y la porcella rostida, soy forastero pero no soy tonto. El vino mallorquín suele ser malo, los tordos y los calamares de potera suelen ser buenos, la xuia y los judíos depende, Hitler jamás.

Casi nadie lee a Freud, que era judío, pero todo el mundo lo cita, matar al padre y tal. Basquiat se murió con mogollón de hijos, alguno de puta, pues eso, se murió o lo mataron, pero el caso es que se murió y la rata judía lo sabe, quizás también era su padre, seguramente y en cierto modo lo es, algunos de nosotros asistimos varias veces a su entierro, al de Basquiat y al de su pintura, amén. La rata también sabe que nadie es profeta en su tierra, nadie menos Beuys que por ser el último le dejaron que lo fuese donde le diera la gana, y le dio por serlo en su país, que era Alemania, y en todos los demás lados, incluso en Mallorca, que cosas. Beuys también se murió y ya no hubo más profetas, ni siquiera Obama, que es una auténtica maldición pero no es un profeta, un tipo al que, como dirían los críticos, le dieron el premio antes de merecerlo. Los críticos de arte somos otra calamidad, hablamos de lo que nos gusta y suele gustarnos lo de nuestros amigos, somos cobardes e interesados, criticamos negativamente cuanto más lejos mejor, como la mierda, si no la vemos ni la olemos, mucho mejor. Los críticos ayudamos a crear héroes, pero que sean de los nuestros, uno de los nuestros, otra vez la cosa nostra y de nuevo la basura.

Dichosa tragicomedia humana, ahora y desde hace un tiempo estos héroes de los que hablamos son en realidad antihéroes por obra y gracia de la modernidad, y de Nietzsche, y de que continuamente estamos dando vueltas alrededor de lo mismo y empezamos a degenerar, como los Austria. Primero son héroes, luego no nos interesan, y los que no nos interesan vuelven a gustarnos pero siendo antihéroes. Yo prefiero a los antihéroes de verdad y odio a los que son cabrones pero sólo de mentira, prefiero que los hijos de puta sean auténticos hijos de puta y los tontos, tontos a conciencia. Y es que los antihéroes genuinos, desde que se pusieron de moda, han tenido multitud de imitadores con antivalores y superpoderes de pega, como ir sucio, meticulosamente despeinado, vestido con ropa cara, limpia y rota desde la fábrica, simulan ser marcianos, piratas o siurells, son gentes que pintan mal adrede, cantan distorsionando y escriben lo peor que pueden, más o menos como escribo yo. Si hay que pintar mal, hagámoslo bien, si hay que ir sucio no hay que lavarse.

La rata judía no se lava, pero de verdad, sus obras tampoco, pinta mal muy bien, mejor que casi todos los que conozco que pintan mal, por eso lo soporto, a veces incluso me gusta, su hedor es genuino, como el de la caca de mi hijo. Creo que fue Orson Welles, y éste no era judío, el que dijo que alcanzar el éxito demasiado pronto es engancharte a un carro de mierda del que hay que tirar toda la vida. Yo no sé que es el éxito aunque alguna vez me lo he preguntado y creo que la rata judía tampoco lo sabe, quizás más adelante logre tener una idea sobre lo que es, o quizás no la tenga en toda su puta vida, vete a saber. Lo único absolutamente cierto es que en este preciso instante una chica estupenda pasa por delante de nosotros, una de esas que nos gustan a los dos, y también a media humanidad, pero me doy cuenta de que sólo la miro yo, Albert se ha dormido, siempre va con el sueño cambiado, es lo que tiene vivir de noche, comer, tomar unos whiskys, fumar, hacer el amor y sobre todo crear, luego durante el día no rindes. No hay problema, ya le despertaré cuando la megafonía del aeropuerto anuncie nuestro vuelo, o quizás lo deje ahí, durmiendo ¿no he dicho que los hijos de puta me gustan auténticos? pues venga, a predicar con el ejemplo.


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