Electronic information superhighway
Un proyecto de Verónica Ruth Frías & Cyro García
con la colaboración curatorial de Fernando Gómez de la Cuesta
La vida del videoarte ha ido unida de manera necesaria a la evolución de la tecnología. Hasta que no aparecieron las primeras videocámaras domésticas que permitían grabar imágenes y sonidos, no surgieron las primeras experiencias artísticas en formato video, un género que está en constante cambio y revisión. Cuando Nam June Paik grabó en Nueva York aquella pieza de la visita del Papa en 1965, sentado en el asiento de un taxi en mitad de un atasco, aun no sabía las repercusiones que este hecho aislado iba a tener: acababa de nacer el videoarte.
Una cantidad significativa de las primeras videocreaciones que se realizaron contenían imágenes apropiadas de la televisión, del canal de manipulación de la sociedad de consumo en los años 60, y lo hacían con la intención de generar una reacción contra la influencia hegemónica de ésta. Se puede decir, como afirma David Antin que la televisión es el horroroso progenitor del videoarte. Un videoarte rudimentario y a menudo aburrido, de duraciones largas y sin una narración apreciable, que busca la autosatisfacción por encima de otros objetivos, unas piezas que tratan de captar aspectos de la realidad y reproducirlos hasta la saciedad.
Los diferentes agentes globalizadores actuales, con Internet a la cabeza, se han convertido en los nuevos generadores de estereotipos y pautas, aunque también es cierto que se encargan de abrir nuevas ventanas para las relaciones sociales y de resistencia frente a lo establecido. Cuando Nam June Paik predijo la superautopista electrónica de la información en un ensayo publicado por la Fundación Rockefeller en 1974, muchos fueron los que vieron en esa afirmación a un ingenuo soñador de utopías. Pocos podían imaginar el vertiginoso avance de las telecomunicaciones que se produciría.
En la actualidad, la línea que separa nuestra vida real de nuestra vida virtual, es imposible de definir con exactitud, ambas se suceden de forma simultánea. Los portales de video como YouTube o Vimeo, las redes sociales como Facebook, Instagram o Pinterest, se han convertido en un teatro en el que todos somos actores de un guión estudiado en el que queremos ser y aparentar aquello que quizás nunca podamos o lleguemos a ser. Somos pequeños nódulos conectados a un conjunto formado por millones de usuarios para los que el acceso instantáneo a la información permite la distribución y consumo de todo tipo de contenidos a través de la Red.
Quizás este aspecto, el consumo de información sin llegar al conocimiento, sea una de las claves de nuestro tiempo. Nos hemos convertido en amebas que engullen sin llegar a digerir, padeciendo los males del exceso de cantidad y velocidad. La tan ansiada sociedad del conocimiento deberá esperar a que seamos capaces de ordenar y asimilar toda la información que nos llega a cada segundo, a través de nuestros sentidos, hacia un cerebro desbordado sin capacidad suficiente para aprehenderla.
Otra cuestión es la pérdida de intimidad al consentir que la superautopista atraviese todos nuestros espacios de vida. Una situación que nos conecta con la distopía premonitoria de novelas como “Nineteen Eighty-Four” (1984) de George Orwell, donde el vigilante y omnipresente Gran Hermano todo lo conoce y todo lo controla: nuestros gustos y aficiones, nuestros recorridos, nuestro posicionamiento, lo que nos gusta ver y escuchar o las personas con las que nos relacionamos. Nosotros aportamos y regalamos esa información, esa con la que luego se hacen negocios multimillonarios[1].
La imagen que observamos o proyectamos en la superautopista electrónica de la información que es Internet se convierte en un aspecto esencial para este proyecto en el que la pareja de creadores formada por Verónica Ruth Frías y Cyro García han vuelto a unir sus caminos para plantearnos una reflexión acerca de estas nuevas relaciones sociales y vitales del siglo XXI, recuperando la esencia de las primeras videocreaciones con una vuelta a esas “grabaciones de lo cotidiano” que, de una forma natural y sin retoques, muestran lo que es parte de su día a día.
Electronic information superhighway es el título de este nuevo proyecto que parte de aquella premonitoria frase de Paik y que hoy retoman en forma de videos que capturan las realidades individuales de su Facebook y de sus conexiones a través de los enlaces que visitan. Un desvelamiento de su identidad digital, llena de información inabarcable y frenética, sobre la que los usuarios surfean[2] sin apenas profundidad. Así, en el presente video titulado Facebook, nos enseñan una grabación simultánea de su navegación desde sus perfiles personales, la visión en conjunto nos muestra una coreografía de imágenes y sonidos que se van entremezclando hasta llegar a generar una rutina difícil de descifrar.
[1]Vicente Verdú se refiere al actual concepto de hogar señalando que, La diferencia, sin embargo, con la idea de ser una guarida es que su ámbito, a diferencia de otros tiempos en los que se comportó como la exclusiva isla del tesoro, se encuentra traspasado en la actualidad por todas las avenidas de la comunicación externa, agujereado por la informática y bien censado como unidad de consumo. Vicente Verdú, “Hacia otra casa”, La Casa, su idea, Consejería de Educación y Cultura de la Comunidad de Madrid, Madrid, 1997, p. 42-43
[2] No pienso de la misma forma que solía pensar. Mi mente espera ahora absorber información de la manera en que la distribuye la Web: en un flujo veloz de partículas. En el pasado fui un buzo en un mar de palabras. Ahora me deslizo por la superficie como un tipo sobre una moto acuática. Nicholas Carr, Superficiales ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, Taurus, Madrid, 2011
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