Haciendo esnórquel
(una nueva vía)
La vida líquida es una vida
precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante.[1]
Los seres humanos no
tenemos branquias y casi siempre carecemos de agallas, unas carencias que algunos tipos emplean para persuadirnos de que nos
esforcemos por abandonar las aguas en las que sobrevivimos, en volar sin tener alas sobre
esa masa líquida en la que se ha convertido el planeta y en cuyo interior no es
viable nuestra respiración pulmonar, vital y continuada. Esos individuos,
además, siempre nos piden que mientras nadamos miremos hacia arriba, que
tratemos de dejar atrás ese océano en el que andamos inmersos, donde nos
desenvolvemos con cierta torpeza, a la vez que nos imponen el reto, casi
divino, de caminar por encima de las aguas, de flotar de manera milagrosa sobre
un mar que lo inunda todo[2].
Esa promesa eterna de “emerger” es la trampa contemporánea que casi siempre
aparece acompañada por el chantaje cobarde de la “flotabilidad”, por ese
recurso de muchos bañistas que, atados a boyas y flotadores, prefieren la
comodidad y la seguridad a cambio de su propia libertad y de su oportuna
autodeterminación[3]. Estos
anzuelos convertidos en grilletes son las artimañas que nos disponen aquellos
que controlan el sistema y sus estructuras, los personajes que conducen esa
maquinaria despiadada que se nutre del ruido miserable que provoca nuestro
chapoteo sobre las aguas, que se alimenta del estruendo que causa el braceo
desesperado del que se ahoga o del sonido ridículo de quien aletea sus
extremidades desplumadas pensando que así va a levantar el vuelo. Un escenario
manipulado que no hace otra cosa que precarizarnos y evitar que prosperemos,
impidiendo que seamos una preocupación más para ese poder cenital que nos
vigila, nos controla y nos asfixia.
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Santiago Morilla. "Principio de Arquímedes". BetArt, Calvià, 2012. |
Pero quizás ese líquido en
el que nos encontramos tenga más de amniótico que de prisión, más de
conocimiento que de trampa, quizás sólo se trate de encontrar la manera
adecuada de sacarle provecho, de creer y de crecer en él. Los agentes del tejido del arte contemporáneo se pasan media vida –nos pasamos media vida-
intentando emerger de la nada para alcanzar ningún lugar, se nos exige que
salgamos del pantano, que hagamos el esfuerzo de dar la cara para mirar hacia
el cielo porque lo verdaderamente importante revolotea sobre nuestras cabezas.
Pero nada más lejos de la realidad, sobre nuestro cráneo sólo comparecen los
drones de vigilancia que controlan nuestros movimientos y algún que otro
espejismo provocado y calculado para mantener intactas nuestras expectativas y
nuestros deseos. Estamos en una época en la que nos deslizamos por los
contenidos, en la que resbalamos sobre los conocimientos sin apenas darle
importancia a nada y asimilando cada vez menos[4],
cegados por una doctrina de ritmo frenético que impide que nos tomemos el
tiempo necesario para darnos cuenta de que, en la profundidad de las ideas y
de los conceptos, en los planteamientos rigurosos, en aquello que nos cuesta
implicación y esfuerzo, es donde se encuentra lo que de verdad importa, lo que
vale la pena, lo que sinceramente queremos. Por ello tenemos que coger todo el
aire que quepa en nuestros pulmones y todo el peso con el que seamos capaces de
lastrarnos y, en lugar de gastar nuestras fuerzas tratando de “emerger”,
debemos sumergirnos en picado con una apnea que nos lleve hacia las fosas
abisales, hacia donde se obtiene la experiencia útil, los
conocimientos y los resultados, donde la concentración, la determinación y el
trabajo bien hecho hacen que lo insustancial, lo inconsistente y lo
superficial, no pasen la primera criba, no resistan la presión, no aguanten el
esfuerzo: lo fácil cae ligero[5].
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Cyro García, Santiago Morilla y Avelino Sala. Artistas submarinistas. |
La galería de arte contemporáneo Herrero de Tejada
tiene la vocación de nadar en ese tramo de posibilidades y de hacer cuantas
inmersiones considere necesarias, un proyecto que quiere ofrecer a sus artistas
un nuevo contexto con una nueva actitud, un lugar de exigencia y de
autoexigencia para todos, pero también un espacio de relación y de crecimiento,
profundo y abierto. Partiendo de una estructura clásica, de una sala de
exposiciones actual, va incorporando otros factores de carácter híbrido que se
encargan de ir definiendo su peculiaridad: un taller propio como punto de
encuentro, producción y trabajo, una investigación personalizada y colectiva de los
interlocutores adecuados, la creación de nuevos intereses, la implicación de
planteamientos y desarrollos curatoriales en el devenir de su proyecto, una
línea de publicaciones, una búsqueda de la reacción frente al silencio… Para
acompañarlos en este camino han seleccionado a un grupo de artistas cuyo
trabajo tiene lecturas complejas, que reflexionan y que invitan a la reflexión,
que establecen diálogos y debate, crítica, entorno y retorno, creadores que
construyen desde el conocimiento del oficio, desde la ética y la implicación. Underdog es el título de esta primera propuesta expositiva de
carácter colectivo, un termino anglosajón muy habitual en las casas de apuestas
que hace referencia a un equipo o a un competidor que no parte como favorito en
los pronósticos y cuyo triunfo es conocido como upset, una victoria que suele repartir grandes beneficios
entre los que apostaron por ella. Una exposición que trata de reflejar cómo se
sienten todos los profesionales que participan en la propuesta, las
perspectivas que poseen ante el nuevo reto y cómo se encuentran ubicados en la
ilusión, la confianza y la energía, pero también en la incertidumbre que
conlleva todo comienzo, ante las dudas de empezar en un nuevo escenario y en un
nuevo contexto.
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Santiago Morilla. "No veo nada", Galería Herrero de Tejada, 2015. |
Para realizar esas inmersiones tan necesarias debemos
situarnos, prevenidos, justo debajo de la superficie, más atentos a lo que
ocurre en el fondo que a intentar asomar la cabeza, concentrados en encontrar
la ocasión, la oportunidad, el objetivo y las fuerzas para iniciar un descenso
que nos llevará todo lo profundo que sepamos y podamos, todo lo lejos que
alcancemos. Se trata de ir justo por debajo de la línea del mar, con el sol
pegando en nuestra espalda, nadando a una altura que permita que llegue el
oxígeno por el tubo que conecta el exterior con nuestros pulmones, mirando lo
que nos rodea con las lentes adecuadas, haciendo esnórquel, pendientes de lo
interesante, de lo que merezca la pena y rentabilice el esfuerzo de bajar
muchos metros, de quedarse sin aire y soportar la presión que comprimirá
nuestros tímpanos y nuestro cerebro. El creador genuino siempre se caracterizó
por inventar lo que no existía, por buscar los ingenios necesarios, los medios
adecuados para llegar donde antes nadie había llegado, incorporando e
incorporándose prótesis e implantes biónicos, brazos extensibles y manos
precisas, poniéndose aletas, tubo y escafandra, trajes de neopreno mientras
esperan con paciencia a que les salgan las escamas. Si algo caracteriza a los
artistas de Herrero de Tejada es esa voluntad común de ir más allá, de ver lo
no evidente, de hacer cosas diferentes que abran nuevas vías, de tener una
sensibilidad distinta, de encontrar lo oculto y de buscar otras bellezas, de
hacer lo inédito mostrándonos nuevas y posibles vías.
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El resultado de una de las inmersiones de Avelino Sala: "Darkness at noon", 2015. |
El contexto económico y social
donde todo esto ocurre no es un entorno fácil ni amable, nos encontramos en un
momento abrupto que trae causa de situaciones y de hechos que hemos ido
viviendo, un punto de inflexión evidente en una situación de crisis manifiesta.
En su serie titulada Darkness at noon[6],
Avelino Sala, trata de dejar expresión de este contexto convulso apelando a la
historia y a la evolución industrial de su región de origen, Asturias, mediante
unos dibujos certeros que representan marcas y productos icónicos fabricados
por la industria de esa comunidad y que fueron confeccionados por empresas
cuyas plantas de producción ya cerraron. Un proceso de desinversión no exento
de conflictos de carácter social que nos habla de las veladuras de la historia,
de cómo ocurren las cosas, de cómo no se les pone remedio y acaban creando
entornos que dificultan nuestro propio devenir, unas piezas que se refieren, en
definitiva, a lo oculto y a la ocultación, una serie que pone en valor la obra
de arte y la reivindicación del propio trabajo aplicado sobre ella, a partir de
un dibujo minucioso, de un “desempeño cuantificable” por la voluntaria
evidencia que plantea el artista de su inversión de tiempo y esfuerzo para
ejecutarlas y que viene a añadirse al trabajo aportado por todos aquellos operarios
de las plantas de producción que tuvieron que cerrar y que produjeron
anteriormente los objetos que Avelino Sala, ahora, retrata. También una toma de
posición sobre el trabajo del artista, del creador, del conocimiento de la
técnica, del oficio y del medio, es el que plantea Carla Fuentes en su serie de
manos dibujadas, enfatizadas y exentas del resto del cuerpo, del retrato
parcial al autorretrato segmentado, tratadas como instrumento y como ortopedia,
pero también como semilla y génesis del acto de crear. Una investigación y
vindicación de la profesión que puede tener algún punto de conexión con la
minuciosidad de las piezas de Jacinto de Manuel, con su representación formal del objeto y del sujeto, que apela, no sólo a la tradición,
sino también a la propia Historia del Arte, ubicando la figura del creador en
ese contexto, fijando sus atribuciones, su particular planteamiento y donde la
formalización indaga sobre las diferentes percepciones de las metafísicas de lo
representado y de su concepto. En Talleres de mujeres y una
explosión encadenada de Manuel
Antonio Domínguez se examina otra de esas derivas complejas que está generando
nuestro contexto social, en este caso no se refiere a la crisis económica, ni
establece una defensa de la posición del artista, sino que reflexiona sobre la
consideración de la mujer en nuestra sociedad. Un conjunto de piezas que plasma
algunos de los obstáculos de origen impuesto y patriarcal, y la dificultad en
la construcción de lo femenino que viene modificada por esta perspectiva. En el
proyecto cohabitan diversas escenas vinculadas a diferentes fases que se
corresponden con una imagen estereotipada de la mujer, articulada desde
distintos momentos vitales y emocionales como lo son la infancia, la figura
femenina como objeto y sujeto de deseo, la maternidad y el ámbito de lo
doméstico, un escenario desde donde el artista plantea una afinada revisión
acerca de los roles femeninos heteronormativos.
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Jesús Zurita. "La negación de toda medicina", Galería Herrero de Tejada, 2015. |
Santiago
Morilla continúa su peculiar ensayo sobre la ceguera, sobre el punto de vista y
la perspectiva, sobre las máquinas de mirar y los elementos ortopédicos de la
visión, mediante su proyecto No veo nada, que coge su título de las
últimas palabras que pronunció el torero Manolete antes de morir desangrado en
la plaza de Linares. Morilla toma como simiente creativa el retrato que realizó
con cal blanca de la cara impasible del diestro en la arena de la plaza de
toros del Castillo de Monsaraz (Portugal) durante su fiesta del “toro da
morte", la única novillada portuguesa donde el toro muere. Partiendo del
cuestionamiento evidente que el artista hace sobre la tauromaquia, sobre la
distinción entre lo que es cultura y lo que es violencia tradicional e
institucionalizada, plantea una bella y contundente metáfora sobre el ver y el
no ver, sobre lo flagrante y lo oculto, que ya comenzó a investigar en
proyectos anteriores pero concurrentes como su “Manual de ortografía equina”[7].
A partir de la idea actual de mirada, de la insensibilidad retiniana, de la
percepción y sus defectos, de la enfermedad y sus remedios, nos habla de algo
consustancial a la obra de arte, de su recepción por el sentido que la
aprehende de una forma más directa: la vista. Dentro de estas coordenadas
amplias de desvelamiento de lo oculto, de la búsqueda incansable de otras
realidades, también se puede incardinar la propuesta de Jesús Zurita titulada La
negación de toda medicina, una pieza realizada específicamente para
esta exposición y que indaga sobre el concepto abstracto de veneno desde un
planteamiento plástico exquisito y refinado que no prescinde, en ningún
momento, de la idea que subyace y que se refiere a la desmaterialización de la
sustancia, a su incorporación a otros cuerpos y como esos cuerpos asumen sus
efectos, una acertada disertación sobre el veneno y sobre lo envenenado. O la
revelación igualmente poética emprendida por Hanison Lau en su Classic of
Mountains and Seas – chapter III donde el material exterior de la escultura, una montaña de
apariencia pétrea pero, en realidad, hecha de madera, termina abriéndose para
dejar ver en su interior un mar oculto, profundo y delicado que sigue esa
tradición oriental del paisaje que representa la armonía de una naturaleza no exenta de misterio y que Lau contamina con un particular e
intransferible carácter performático, que viene revisando el concepto de
paisaje gracias al humor y a un respeto no privado de cierta mala leche. Por
último, el desvelamiento que nos propone Pedro Luis Cembranos es el de una
historia singular y desconocida, la del músico y guardabosques Jimmy Walker. Un
proyecto marcado por la singularidad visual y poderosa presencia del Parque
Nacional de Okefenokee (EEUU) donde Walker trabajaba. La propuesta que
Cembranos presenta en la galería se divide en dos partes: por un lado un
ejercicio más práctico y formal sobre el concepto de paisaje vinculado al de
identidad y a la creciente utilización y manipulación política que, desde el
poder, se realiza de aspectos emotivos e intangibles; y por otro la historia
vital del propio Walker, incidiendo en cuestiones que suelen ser preocupaciones
recurrentes en los trabajos de Cembranos, como son los artistas de obra
prácticamente desconocida, solitaria y supuestamente menor, y su intención de
fijar la memoria sobre estas creaciones, legitimando al artista y poniendo en
valor, con ello, no sólo a Jimmy Walker, sino a todos esos submarinistas de un
sector en precario, arriesgados y callados, que se pasan la vida sumergidos en
las profundidades e invirtiendo unos tiempos y unos esfuerzos que no van en
consonancia con la vorágine del tsunami contemporáneo.
[1]
Zygmunt Bauman, Vida líquida, Ediciones Paidós, Barcelona, 2006
[2]
Dos cosas flotan en el agua: la mierda y los
barcos. La Mala Rodríguez, “La Loca”,
Malamarismo, Universal Music,
España, 2007
[3]
Ver, por ejemplo, la pieza de Santiago Morilla, Prototipo
de flotabilidad, BetArt, Calvià,
2012. Recogida en Santiago Morilla y Fernando Gómez de la Cuesta,
“Postgraffiti”, Sublime nº29,
Comission, Barcelona, 2015
[4] No pienso de la misma forma que solía pensar. Mi
mente espera ahora absorber información de la manera en que la distribuye la
Web: en un flujo veloz de partículas. En el pasado fui un buzo en un mar de
palabras. Ahora me deslizo por la superficie como un tipo sobre una moto
acuática. Nicholas Carr, Superficiales
¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, Taurus, Madrid, 2011
[5]
La Mala Rodríguez, “Lo fácil cae ligero”, Alevosía, Universal Music, España, 2004
[6]
AAVV., Darkness at Noon, Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo, 2015
[7]
Fernando Gómez de la Cuesta, “Ortografía para
caballos”, Manual de ortografía equina, Museu d’Història de Manacor, Manacor, 2014
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