Guillermo Rubí - I hate the kids


El coleccionista de imágenes

 CCC Pelaires*

Gómezdelacuesta



Guillermo Rubí odia a los niños, yo no. Guillermo Rubí pinta muy bien, yo tampoco. Guillermo Rubí colecciona imágenes, yo también. Empecemos por el principio, como tiene que ser: Rubí parte del orden y del concierto, del análisis y de la observación, selecciona con ojo y con buen criterio, con la paciencia de un buscador incansable de tesoros, un buscador de imágenes que encuentra lo que busca, tranquilo, controlado, meditado y razonado, coge lo que le gusta y se lo lleva puesto. Hasta aquí todo claro.  Luego empieza a pintar, con pausa, sin prisas, cosa extraña en estos tiempos que corren, que corren que se las pelan, y pinta bien, muy bien, pero eso ya lo hemos dicho. Pinta de lo que mama, de música, de cine, de arte y de vida, somos lo que comemos y, a veces, también somos lo que queremos. Después de la evidencia viene la sutileza: la imagen se comienza a descomponer para luego volver a componerla, pero ahora nuestro coleccionista ya la ha llenado de recovecos, la ha trufado de múltiples lecturas y la ha preñado de tiempo, de todo su tiempo. 

Un tiempo que necesitamos y una calma, un sosiego y una distancia, que también necesitamos, diferentes distancias y diferentes tiempos, diferentes perspectivas para ver sus pinturas, y aun así, seguro que algo nos perdemos. No se puede ver todo, no se puede tener todo y si eres coleccionista mucho menos, siempre te faltará una pieza, aquella maldita pieza, pero en realidad eso poco importa, lo que importa es el camino, Rubí lo sabe y esta es la ventaja que nos lleva, la ruta que nos señala. El orden sigue siendo el orden pero ahora se inicia el (des)concierto, si prestamos atención empezamos a ver que sus obras quieren ir más allá, van más allá, comienzan a inquietarnos y comparece cierto desasosiego, las imágenes no son inocuas y el espectador, si la tuviera, abandona su indolencia. Y ese desconcierto final empieza precisamente con un concierto, metiendo la música de Fura en una galería de arte, en Pelaires nada menos, y a Rick Froberg odiando a los niños a pleno pulmón, así de sencillo, así de fácil, así son las serpientes de sangre caliente, te inyectan su veneno sin que apenas te des cuenta.

*Publicado en la revista Youthing nº473 de 2 de noviembre de 2012.

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