
-Sobre la "Ascensión" de Marta Blasco
para el catálogo de su exposición
para el catálogo de su exposición
en el Casal Solleric de Palma-
Gómezdelacuesta
Hablemos de ascensiones pero no de vírgenes, dejemos los dogmas para los que tienen fe, si no comulgamos con los dioses, si tenemos que ser ateos, al menos seamos creyentes, al menos creamos en algo que valga la pena: creamos en las personas. Contemos historias y mitos, vivamos realidades y también ficciones, generemos dudas e interrogantes, seamos curiosos y apasionados, debemos pecar y podemos errar, el acierto cobra sentido cuando comparecen los fallos. En la contradicción es donde está el interés, si todos pensamos igual es porque nadie está pensando, por eso la única manera de progresar es a partir del conflicto y de la diferencia, construyendo unos cimientos sólidos y poniéndolos a prueba –ahora más que nunca- comprobando su resistencia y su elasticidad, sabiendo variar el rumbo y teniendo la humildad de cambiar lo que no funciona. Marta Blasco es una de esas inconformistas que no puede permanecer quieta, a la que le cuesta estar de acuerdo, que hace de la dialéctica razonada y razonable, de la crítica constructiva sobre lo comúnmente aceptado, su manera de crear y su forma de crecer, ella hace lo que debe, lo que siente y lo que quiere.
Marta Blasco es una artista que pervierte las formas y las maneras, que huye de lo convencional, que plantea preguntas y genera conflictos, que desarrolla un arte voluntariamente controvertido, que se sale de las normas para hacernos dudar, para generar debate, para pulsar ese resorte que nos haga reaccionar, que nos haga pensar que las cosas no son necesariamente como nos las cuentan; por eso decide enfatizar los estereotipos femeninos, decide hacerlos patentes para dejarlos en evidencia, le duela a quien le duela; por eso dibuja y cuando dibuja lo hace a gran escala, inesperadamente, con formatos extraordinarios con los que pocos se atreven; por eso dedica a sus piezas todo el tiempo y la técnica necesaria, sin pereza; por eso en sus videos subyacen el trabajo y el esfuerzo, dos coordenadas que muchos abandonan mientras camuflan su impericia bajo el ritmo frenético de los acontecimientos; por eso recurre a los clásicos, a los de verdad, sin pudores estúpidos, obviando modas, moderneces y petardeos.
Su Ascensión comparece dibujada a gran tamaño, sube por unas escaleras pero no sabemos hacia dónde, ni quién es, ni qué pretende. Arriba y abajo, cielo e infierno, son el tipo de convenciones facilonas que nuestra artista aborrece y contra las que reacciona: la virgen seguramente no es virgen, la escalera no es la de Jacob y aquí nadie se ha ganado el descanso eterno, en este mundo en el que vivimos, muchos de nuestros caminos conducen directamente a los infiernos y otros tantos hacia la más absoluta indiferencia. La Ema de Gerhard Richter desciende por una escalera, va desnuda, quizás cree que baja hacia un paraíso, quizás es de allí de donde viene; la imagen se ve borrosa, en nebulosa, una forma indirecta de pedirnos que nos quedemos, que prestemos atención, quiere atraer nuestro interés impidiendo que lo veamos todo de un simple vistazo, encripta la figura y evita la evidencia. Marta Blasco también nos pide un poco de tiempo, de sosiego y de reflexión para su peculiar mujer que sube una escalera, pero al contrario que Richter, ella emplea otra táctica, una técnica exquisita que llena de detalles la obra, pormenoriza y especifica para conseguir que nos paremos, trabaja de abajo a arriba para acompañar en el recorrido a su protagonista y para acompañarnos a nosotros, lo graba en video y también nos lo enseña, nos coge de la mano y mete nuestros dedos en las llagas de la contradicción: una Ascensión convertida a lo profano, completamente secular.
Y es que la pieza de Marta Blasco tiene más de Safo de Mitilene que de la iconografía religiosa que apenas le da el nombre, que apenas le da un cierto parecido formal con algunas de sus representaciones. En esta Ascensión hay más incertidumbre que salvación, más ambigüedades que certezas, por eso la artista recurre al mito de la poetisa de Lesbos como referencia, una mujer real cuya idealización terminó siendo un personaje de ficción ensalzado por Ovidio, una mujer que nos sirve de metáfora para decirnos que nada es lo que parece, que nada está absolutamente claro, que el amor tiene infinitas direcciones, y el deseo, y el desamor, una heroína romántica que se enfrenta al abismo desde la roca Léucade, un salto al vacío que conecta con esta Ascensión porque, en ambas imágenes, desconocemos por completo si el tránsito donde se encuentran es perdición o redención, catarsis o condena, vida o muerte.
*Texto para el catálogo de Marta Blasco, Àrea 1, Casal Solleric, Palma, septiembre de 2012.
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