Lo que tus fuerzas aguantan*
Fernando Gómez de la Cuesta
Equipaje de mano surgió como una investigación que sintetizaba algunos de los temas recurrentes sobre los que suele reflexionar la obra de Aina Perelló. Cuestiones que afectan al tránsito, al viaje, a la labor, al cuidado y a la propia biografía iban convergiendo en un camino que lleva acompañando a la creadora desde hace tiempo. La deriva vital, el tránsito físico y mental del ser humano, el deambular y el fluir, es analizado en primera persona por la artista en medio de la vorágine contemporánea, en el seno de un mundo desquiciado que no siempre resulta comprensible y desde las entrañas de una sociedad que tiende, con demasiada frecuencia, al desequilibrio, la injusticia y la fricción.
Perelló aborda conceptos como la relación entre el yo y el otro, la idea de ajenidad, de extranjero, de no pertenencia, de exclusión, de desplazamiento forzado, de ensimismamiento, mientras se plantea cuál es nuestro mínimo pertrecho vital, aquello que necesitamos para procurar nuestra propia subsistencia. Estos temas son tratados desde una mirada introspectiva que examina los diferentes roles de la mujer, la importancia del ser humano como tal, la soledad y la fugacidad de la vida. La artista nos habla de pérdidas, de ausencias, del paso del tiempo y lo hace de una manera que, partiendo de lo personal y de lo autorreferencial, consigue tratar algunos de los grandes temas contemporáneos.
¿Cuál es el motivo de la partida? ¿Cuál será nuestro equipaje? ¿Y nuestra ruta? ¿Qué o quién nos espera? ¿Hasta dónde llegaremos? La propuesta expositiva cuenta con una gran lona que preside el altar de la Iglesia del Convento de Santo Domigo, tres fotografías de gran formato extraídas de su álbum de viaje ficticio, una video-acción protagonizada por la artista y proyectada sobre el suelo de la sala, una instalación de muebles que la propia creadora ha heredado a lo largo de los años y unas sencillas bolsas pintadas y cosidas donde las sucesivas líneas se cruzan para establecer una retícula orgánica, sutilmente vibrante, de coordenadas que recuerdan a las de un mapa personal, emocional y tan intransferible como la performance inaugural con la que Perelló presentó esta propuesta.
La creadora también aborda la cuestión de ese mínimo esencial que ella precisa para seguir existiendo, su manera de vivir y de permanecer: ser artista. Hay algo de labor rutinaria y cuantificable en sus pinturas y esculturas, algo que pretende dejar en evidencia el trabajo, el tiempo y el esfuerzo aplicado, la multitud de líneas pintadas sobre la superficie, la trayectoria artística como itinerario, como viaje, como línea de horizonte, pero también como maraña indescifrable. Los fardos que protagonizan las piezas -esas bolsas baratas que se convierten en las improvisadas maletas de tanta gente desplazada- simbolizan ese tránsito precario de las personas que se ven obligadas a ello, un hatillo que guarda lo esencial, una bolsa mínima de supervivencia donde sólo puedes llevar aquello que aguantan tus propias fuerzas.
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