Bank_no*
No es sólo por Banksy, que también, sino por otras situaciones que se
producen en el mundo del arte y que terminan perjudicando a un tejido que dista
mucho de poseer unas estructuras sólidas. Banksy, su obra, su posicionamiento y
su mercadotecnia, dan una imagen, entre superficial y falsa, sobre lo que es y
en qué consiste la creación contemporánea, procurando una apariencia nefasta
para la producción cultural y para sus agentes. Banksy nos enseña un mercado
que no es cierto, con unos precios irreales que proceden de la mera
especulación extra-artística y del marketing, nos habla de un rol profesional
del creador que no se da en la vida real y de un éxito grandilocuente procurado
desde el show y la demagogia.
Y todo eso lo hace desde unas formalizaciones medianas, sin excesiva
fortuna estética, unas piezas que, conceptualmente, se mueven en el terreno de
la ocurrencia, la anécdota, el mero efectismo, el oportunismo facilón, la
búsqueda del icono y la polémica cursi. Para las personas que nos dedicamos a
esto, para los que se esfuerzan día tras día, es una verdadera desgracia que
los medios de comunicación, las redes sociales y su consiguiente recepción
pública den tanta importancia a la pantomima de una obra de arte “millonaria” triturada
en riguroso directo en una casa de subastas, o que, en lugar de poner el foco
en la sólida trayectoria de un artista o reflexionar sobre su investigación,
nos hablen, descontextualizadamente, de si su vaso estaba medio vacío, medio
lleno y de cuál era su valor.
Quizás desde el periodismo cultural y la crítica de arte, si es que esto
último todavía existe, deberíamos realizar un acto de contrición y plantearnos
qué es lo que estamos haciendo, dónde ponemos el foco y para qué sirve todo
esto. Mientras tanto, Banksy –quién quiera que sea si es que al final es
alguien- seguirá facilitando la fagocitación y utilización del arte urbano por parte
de las instituciones, la gentrificación de determinados barrios, el turismo
superficial del selfie-cultural, la banalización del acto creativo y la
especulación de pseudo-coleccionistas que son capaces de organizar exposiciones
lucrativas sin la autorización –o tal vez sí- del artista. Nada nuevo, en realidad,
todo se parece sospechosamente a lo mismo.
*Opinión publicada en ABC Cultural de 8-12-2018
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