MARTE. Feria de Arte Contemporáneo de Castellón 2018


MAJOR TOM TO GROUND CONTROL*

Fernando Gómez de la Cuesta y Avelino Sala


Cuando aquel cosmonauta imaginado por David Bowie hablaba con su centro de control en la Tierra, anticipaba, sin decirlo expresamente, que algo extraordinario iba a suceder, algo tan singular como que aquella canción, Space Oddity, se convertiría en una obra de arte que ha trascendido en el tiempo y en el espacio. La “rareza” del acto creativo que culmina con una pieza es uno de esos procesos mágicos, alquímicos, a los que el ser humano tiene acceso y que son parte de su esencia más insondable. Esa mística que conecta lo bello con lo siniestro es la que hace que este viaje a MARTE sea tan maravilloso: un itinerario de preguntas sin respuestas, un ámbito de reflexión, un contexto para las emociones, para los relatos y para las batallas, para los acuerdos y los desacuerdos, para lo bello y para lo siniestramente bello, en una feria de arte contemporáneo ubicada en un planeta rojo inserto en las entrañas de la tierra de Castellón.


La obra de Xavi Muñoz (Barcelona, 1975) se mueve en esa línea difusa entre el sueño y la realidad, como ocurre con la huella antropomórfica y desmaterializada que deja el peso de una cabeza en la almohada. Una almohada de mármol que transforma el descanso en la incapacidad para conciliar el sueño (Insomnia, 2011), una dificultad para dormir que convierte la belleza en pesadilla, en un territorio estético cargado de espinas, donde lo paradójico se apodera de las piezas del artista y aparece lo imposible, lo irreal (Personal Landscapes y Domestic Landscapes, 2016) y una intransferible Torre de Babel, también inalcanzable, que asciende en busca del cielo o de la nada (Heaven, 2018), unas piezas fronterizas donde lo bello, en ocasiones, se vuelve siniestro.


Es el vacío del descreimiento, precisamente, el concepto que protagoniza muchos proyectos de Jorge García (Toledo, 1976) un creador interesado en el arte como espacio de defensa, de ataque y de contraataque. Este artista cuestiona, a través de la imagen y del texto, una particular colección de mitos públicos que él ha convertido en privados mediante la apropiación de imágenes de Internet que contrasta con escritos que considera claves. En El orden personal (2018) desarrollado mediante la técnica de la risografía, su imaginario más íntimo, de carácter punk y con estética DIY, nos lanza a ese acervo de imágenes fundamentales que parten del icono global para ir desentrañando el símbolo personal, derivando, a la vez, hacia ese post-optimismo que utiliza con frecuencia en sus obras y que remite a la idea de Halik de la pérdida de la fe. Resulta curioso como el imaginario punk y post-punk de García conecta con el texto de un sacerdote que nos lleva mas allá del pesimismo, hacia una (no) fe que bien podría estar fundamentada en el propio nihilismo del arte.


Como si fuera un nuevo tratado de zoología, la obra de Laura Salguero (León, 1987) contiene toda una declaración de intenciones relacionada con esa era de “después del fin de la fe”, con ese instante que sucede al trauma. Una actividad taxonómica que disecciona al ser humano y al ser animal para conformar una cámara de las maravillas del siglo XXI, donde los seres de dos cabezas y los colmillos de un chupacabras, crean y recrean el mito y la ciencia. Desde esa inquietud humanista relacionada con lo perverso (Terodoncias, 2018) el vampirismo y el lado salvaje de nosotros mismos se nos muestra de manera especular, un bestiario de animalidad supina que reaparece con hibridaciones imposibles y mestizajes biológicos (Tabú, 2017) para hacer que nos adentremos en lo innombrable y en lo prohibido, radiografiando unas esculturas mutadas (Ídolos, 2017) de todos esos seres que habitan las partes más oscuras de nuestra imaginación: esos bellos monstruos que nos acechan.


También resultan inquietantes las imágenes que conforman la obra de Iván Franco (Orense, 1979) que aunque parezca una contradicción, nos confunden desde una mirada hiperrealista que nos conduce hacia una profunda soledad. Simulacros de espacios industriales que no son tal (Arquitecturas panópticas, 2009-2018), fotografías de personas solitarias, desnudas (Aletheia y Habitando la máscara, 2017), sus trabajos logran trascender su ubicación aparente para “flotar”, más que muchos otros, en un espacio exterior e ingrávido cargado de gravedad y de puntos de apoyo, volviendo a esa contradicción entre lo que la pieza es y lo que se siente al contemplarla. Unas propuestas que toman la perspectiva necesaria para dar a conocer que, cuando todo se acabe, siempre nos quedará ese último refugio llamado arte.


Pero los refugios no duran eternamente y de nuevo lo siniestro acecha por todas partes. Hay en la obra de Cristina Toledo (Las Palmas, 1986) una tesis que deja en evidencia que la imagen creada debe ser algo perturbador. Su pintura, que también difumina las líneas entre la fotografía y el óleo, nos transporta a un espacio en el que la visibilización se confronta de forma permanente con el enmascaramiento, con la imagen prohibida, con la censura. En Una historia victoriana (2018) es la auto ocultación de las mujeres por parte de las propias mujeres la que nos habla de lo femenino (auto)reprimido y de la lucha de la mujer por cambiar lo establecido. Su trabajo transita esas líneas de lo perverso (Sacrifice, 2017) que continúa cuestionando los cánones de belleza oficiales del patriarcado y que, sin embargo, siguen considerándose “atractivos” y “deseables” en la actualidad.


Hay una extraña belleza en los dibujos de Marcelo Viquez (Montevideo, 1971) que apela directamente a la nostalgia más descarnada, a aquella que remueve nuestros cimientos desde la nausea y el extrañamiento. En esta ocasión, lo reprimido y lo siniestro, dejan en evidencia los vestigios de algo que alguna vez fue y que ya no existe, la infancia malograda, los infiernos personales, el estado de un bienestar inexistente, la hipocresía, la lujuria, el asco, la rabia. La pérdida de la inocencia aparece en las obras de este artista como uno de sus múltiples puntos de partida para hablarnos de un mundo complejo que se desarrolla entre objetos, personas rotas y peculiares asociaciones de elementos, aparentemente inconscientes, que dejan a la luz y a la vista nuestras propias entrañas, aquellas que arderán pasto de las llamas.


El sufrimiento es algo implícito a la condición de artista y aparece de manera sutil en el trabajo de Mariana Sarraute (Buenos Aires, 1971), un dolor que debe transformarse en esa resistencia que está presente en la obra de esta creadora, donde la superposición de capas de significado, de registros de lectura, nos conducen por un paisaje propio que se convierte en público por intermediación de la obra, del espacio expositivo y de la propia artista (Open Source y Aleph, 2018). Reminiscencias borgianas que nos disuelven entre las grietas de la lógica y que nos conducen hacia otra de las múltiples realidades que habitamos, aquellas que nos inundan. Quizás sea la búsqueda como objetivo por sí mismo lo que mueve la investigación de esta artista, si para Borges la teología era una rama de la literatura fantástica, para Sarraute, la alquimia de sus obras, puede ser una versión actualizada de un objeto encontrado en su propio interior.

El trabajo de Nicolás Laiz Placeres (Lanzarote, 1975) se ha centrado en el cuestionamiento del ser humano en su relación con su contexto y con la naturaleza. A través de diversos procesos de recolección de microplásticos y de residuos depositados en las playas y costas de su isla, el artista desarrolla un trabajo escultórico que, en realidad, es una llamada de atención sobre el desbordamiento que padece nuestro entorno, mientras deja en evidencia la falta de una mentalidad ecológica del ser humano con aquello con lo que más directamente nos relacionamos, con aquello que más importante es. La antropología, el turismo, de nuevo la ciencia y la magia, lo real y lo ficticio, toman la forma de un análisis de lo pasado y de una prospección hacia un futuro lleno de incertidumbres, con una mirada intuitiva y distópica tan inquietante como bella.

*Publicado en el catálogo de MARTE Feria de Arte Contemporáneo de Castellón, noviembre de 2018.

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